-¿Quién es mi Omega? -gruñó Harry, su voz grave, ronca, con un filo de amenaza en cada palabra.
Draco no respondió de inmediato, su orgullo luchando contra su cuerpo.
Entonces un dedo lo rozó justo ahí, provocándole un espasmo que lo dejó sin aire...
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El aire en Hogwarts estaba cargado de algo más que solo el frío de la estación.
Las paredes, con su usual tono gélido, parecían murmurar un eco sutil, como si supieran que algo importante estaba por suceder.
Harry caminaba por los pasillos de la escuela, su mente sumida en el mareo que la cercanía del rut había provocado.
Sabía lo que le pasaba, pero en ese momento, ni él ni nadie a su alrededor podían evitarlo.
Los alfas se volvían peligrosos cuando el rut los alcanzaba, y él, ahora con una furia primitiva recorriéndole las venas, no podía pensar con claridad.
Solo podía sentir la urgencia, la necesidad de algo o alguien.
Fue entonces cuando vio a Draco.
Draco Malfoy, con su cabello perfectamente ordenado y su mirada fija en él, avanzó hacia Harry sin prisa, como si la situación no fuera algo que lo dejara sin aliento. Sabía lo que Harry necesitaba.
El rubio lo tomó del brazo con una firmeza que sorprendió a Harry.
-Ven conmigo-ordenó Draco, y sin esperar una respuesta, lo arrastró hacia el pasillo que conducía a la sala común de Slytherin.
Harry intentó hacer un comentario, cualquier cosa para intentar pensar con claridad, pero las palabras se ahogaron en su garganta.
Todo lo que podía hacer era seguir a Draco.
Su instinto, el mismo que lo había llevado a esa escuela, estaba dando un giro hacia algo que no podía controlar.
Llegaron a la habitación de Draco.
Había algo sombrío y familiar en la habitación; las paredes, con las sombras del anochecer, parecían abrazar la intensidad que ambos compartían.
-Te quiero calmado, Potter-dijo Draco en un susurro, dejando a Harry frente a su cama. Su voz no tenía esa arrogancia habitual, pero sí una determinación feroz.
Harry miró a Draco, la necesidad ardiendo en su pecho.
Era un deseo animal, el deseo de ceder, de sentir que alguien podía marcarlo, poseerlo, como nunca antes lo había sentido.
-Omega...-susurró Harry, sin poder controlar el temblor en su voz-déjate marcar-
Acarició la mejilla de Draco, el contacto ligero, pero las feromonas en el aire entre ellos lo aceleraron todo.
El alfa no podía resistirse.
Draco lo miró, su respiración más rápida, pero se mantuvo firme, como si estuviera tomando la decisión más importante de su vida.
-Te he dicho que no es tan fácil, Potter...-murmuró, pero el brillo en sus ojos lo traicionó.
No quería esperar más.
Las manos de Draco se movieron hacia la camisa de Harry, un tirón decisivo y la tela se rasgó bajo la fuerza de sus dedos, dejando el torso de Harry expuesto.
El calor de su piel, marcado por el deseo, parecía hacerse más denso con cada paso que daban.
Draco se acercó, con su mirada fija en el cuello de Harry, donde sentía el suave aroma que lo hacía casi perder el control.
Con un movimiento rápido, lo rodeó por la cintura y lo presionó contra él.
Ambos podían sentir la electricidad fluyendo entre sus cuerpos.
Harry, perdido en el momento, dijo en voz baja, entre susurros agitados:
-Hazlo Draco, hazlo antes de que me pierda-
Draco lo miró fijamente, sin mover un músculo.
Aquel momento era suyo, algo que había estado esperando.
La arrogancia de Malfoy se había desvanecido, dejando solo un hombre dominado por su propio deseo, dispuesto a tomar lo que siempre había sabido que le pertenecía.
En ese instante, el mundo desapareció.
Solo quedaban las respiraciones entrecortadas, el deseo de uno por el otro, y las marcas invisibles que ambos se iban a dejar.
Harry había hablado, pero ya no era él quien dirigía la conversación. El instinto de los dos había hablado.
Draco lo arrastró hacia la cama, y allí, la lucha por el control se desvaneció.
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Paro la calentura, para informarles que si quieren leer otra historia así media sensual, estoy escribiendo otra.
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