Capitulo 16

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La nueva

Martes.

La mañana del martes amaneció tan nublada como de costumbre en Forks. Teresa caminó hacia la escuela en silencio, su mente aún reviviendo momentos del dia anterior con Jacob: las risas, la confianza, el extraño pero reconfortante calor que él le hacía sentir... algo que no había experimentado en años, ni siquiera en su vida anterior.

Pero al cruzar las puertas del edificio escolar, notó de inmediato que el ambiente era distinto. Había alboroto. Voces susurrantes por los pasillos. Gente que miraba hacia la entrada principal con ansiedad, como si esperaran a una celebridad.

—¿Y ahora qué? —murmuró Teresa para sí misma.

Fue entonces cuando escuchó el nombre por primera vez:
—Mia. Se llama Mia. Viene de Alaska, creo... o de Europa, algo así. ¡Dicen que es increíble!

Teresa frunció el ceño. ¿Otra cara nueva que iba a causar revuelo? Genial.

Avanzó sin prestar demasiada atención hasta que la vio.

Mia.

Alta, delgada, piel clara como la porcelana, cabello oscuro que caía como una cascada brillante sobre su espalda. Ojos intensos, entre verdes y ámbar, que parecían cambiar sutilmente con la luz del día. Su ropa tenía elegancia europea, y su andar era firme, casi desafiante.

Cuando sus ojos se cruzaron con los de Teresa, Mia pareció detenerse apenas un segundo. Algo invisible ocurrió. Un reconocimiento silencioso.
Eran dos fuerzas opuestas encontrándose por primera vez.

—Hola —dijo Mia con educación, rompiendo la tensión.

—Hola —respondió Teresa con voz neutra, sin mostrar emociones.

Ambas siguieron su camino, pero desde ese instante, una conexión —o tal vez una rivalidad— había comenzado.

Durante la presentación en clase, todos la miraban embobados. Mia se convirtió en la sensación del martes. Profesores impresionados por su inteligencia. Estudiantes atraídos por su misterio. Chicos suspirando. Chicas imitándola.

Pero lo curioso fue que, a pesar de la expectación que generaba... cuando Teresa entraba en una sala, la energía cambiaba. Como si nadie pudiera olvidarse de ella. Como si, sin entender por qué, le tuvieran respeto. O miedo.

Mia lo notó. Y no le gustó.

En la cafetería, Mia se sentó con facilidad entre los populares. Sonreía, reía, jugaba con su cabello. Sin esfuerzo, se adaptaba. Pero en cuanto Teresa apareció con su bandeja, la mirada de Mia se endureció apenas por un segundo.

Desde su lugar, Teresa levantó la vista y se encontró con los ojos de Mia una vez más.

Se ignoraron. Pero ambas sabían que estaban estudiándose mutuamente.

Lo que nadie más sabía, ni siquiera los Cullen... era que Mia no era humana. Ni vampiro. Ni loba.

Era un híbrido.

Un ser único, nacido del cruce imposible entre un vampiro y una descendiente directa de los Quileute. Nadie conocía su existencia. Fue criada en secreto, entrenada para pasar desapercibida. Para protegerse. Para fingir.

Y sin embargo, Teresa había logrado inquietarla. Solo con una mirada.

Al final del día, cuando Teresa salió por las puertas de la escuela, encontró a Jacob esperándola con su clásica sonrisa y su moto.

—¿Cómo estuvo tu martes escolar? —preguntó divertido.

—Raro. Llegó una chica nueva. Mia. Todo el mundo está como loco con ella.

—¿Y tú?

—No lo sé. Hay algo... raro. No sé si es humana. No sé qué es. Pero no me cuadra.

Jacob se quedó pensativo, mirando el cielo nublado.

—Tal vez sea como tú —dijo con tono críptico.

—No. Nadie es como yo —respondió Teresa con una sonrisa fría, pero divertida.

Muy lejos de ahí, en el bosque que rodeaba la escuela, una sombra observaba.

Mia.

La nueva chica no se había ido a casa como todos creían. Estaba entre los árboles, quieta, sin hacer ruido.

Observaba a Teresa y Jacob a lo lejos.

Su instinto le decía que esa chica sería importante en su vida. Tal vez su enemiga. Tal vez su única aliada.

Pero no hoy.

Hoy solo observaba.

Porque era martes. El día que Mia llegó a Forks.
Y cambió todo para siempre.

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Silencios que Compiten

El miércoles llegó envuelto en niebla y lluvia, como si Forks quisiera disfrazar la tensión silenciosa que comenzaba a gestarse en los pasillos del instituto.

Desde su primer día, Mia, con su rostro enigmático, cabello largo como un velo de sombras y una presencia que no pasaba desapercibida, se convirtió en el centro de atención. Todos hablaban de ella, de sus respuestas brillantes, de su sonrisa tranquila, de lo rápido que parecía adaptarse. Pero algo más flotaba en el aire: una especie de energía contenida cada vez que ella se cruzaba con Teresa.

Y es que, aunque no había palabras ni enfrentamientos, ambas parecían jugar una partida muda.

En clase de Biología, la profesora lanzó una pregunta complicada. Mia levantó la mano... pero Teresa respondió sin esfuerzo, sin siquiera abrir su cuaderno.
—La respuesta es mitosis —dijo con tranquilidad.
La profesora asintió con aprobación, mientras Mia solo sonreía, aunque sus ojos no se despegaban de Teresa.

En Literatura, ambas escribieron ensayos sobre el amor trágico. El de Mia era oscuro, melancólico, casi poético...
Pero el de Teresa, sin pretenderlo, con su estilo directo y emotivo, dejó a la clase en silencio y a la profesora aplaudiendo.

El jueves, la tensión aumentó.
Durante el almuerzo, Mia se sentó en una mesa llena de estudiantes que no dejaban de halagarla, aunque más de uno seguía mirando de reojo a Teresa, como si esperaran su reacción.
Pero Teresa no dijo nada. Solo los observó con su elegante indiferencia mientras sacaba su libro y se sumergía en la lectura como si el mundo no importara.

Fue ese mismo día que una competencia de velocidad en Educación Física se convirtió en una especie de duelo encubierto.
—¿Crees que puedes correr tan bien como escribes? —dijo Mia en voz baja, justo cuando se colocaron en la línea de salida.
Teresa sonrió, tranquila.
—Verás.

Y sí que vio. Teresa la superó por varios metros, sin apenas despeinarse.
Los aplausos y silbidos fueron para ambas, pero los ojos... siempre terminaban en Teresa.

El viernes fue distinto. Más silencioso. Como si Mia estuviera evaluando cada movimiento.
Intentó brillar en los debates, en las exposiciones, en los comentarios agudos en clase...
Pero Teresa, sin buscarlo, tenía una presencia que pesaba más. No era solo inteligencia, ni belleza, era esa seguridad nata, esa fuerza que venía de alguien que ya había vivido otra vida, y que no tenía nada que probar.

Y aunque Mia mantenía su porte sereno, por dentro sabía algo que nadie más sospechaba:
Teresa no era normal.
Y eso la inquietaba.

Porque, aunque nadie lo sabía...
Ella tampoco lo era.

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Segun yo ayer subi el capitulo, pero ni cuenta me di que no se subio, jajaja


Renacer en otra piel [CREPÚSCULO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora