Apenas abrí mis ojos, el sol que entraba por mi ventana me cegó por completo, obligándome a cubrir mi rostro entre mis manos antes de esbozar un suave bostezo. Todo lo vivido la noche anterior parecía tan irreal, como un sueño extraño y vívido. Pero al mirar a mi lado en la cama, él ya no estaba, detalle que, por algún motivo, me hizo sentir segura y vacía al mismo tiempo.
Me levanté lentamente, pero el dolor que recorría mi cuerpo me detuvo. Sentí una punzada en el cuello, y entonces, casi por instinto, pasé mis dedos por allí. Un ardor punzante, el mismo de mi sueño. Miré mis muñecas y mis muslos. Moretones, marcas, mordeduras. Como si alguien hubiera dejado huellas por toda la extensión de mi piel.
La realidad se instaló de golpe. Lo que pensé que había sido solo un sueño, ahora tenía una evidencia tangible en mi cuerpo. El miedo me invadió, pero también había algo irresistible. Como si una parte de mí hubiera deseado que todo fuera cierto.
Me quedé allí, mirando las marcas en mi piel, tratando de darles sentido.
¿Qué estaba pasando conmigo? ¿Qué era lo que había vivido?
Decidí levantarme, colocándome mi remera por encima de mis hombros, aquella que el rubio había retirado con desesperación la noche anterior.
Necesitaba despejarme, aunque sabía que todo lo que había ocurrido ya había dejado una marca que no se borraría fácilmente.
Salí de mi habitación y, al pasar por la sala, lo vi.
Guido estaba allí, tirado en el sofá, encogido en una esquina donde la luz del sol no llegaba. Su cuerpo estaba completamente inmóvil, pero no dormía. Su rostro, oculto por las sombras, me dio la impresión de estar agotado.
Me acerqué sin hacer ruido, observándolo. En cuanto lo hice, noté algo extraño en su postura, algo que me hizo fruncir el ceño. Su piel, usualmente tan perfecta y saludable, parecía más pálida de lo normal, más... frágil. Estaba sudando demasiado, algo que también me resultó extraño considerando su temperatura corporal normal.
Guido no dijo nada. Su mirada se elevó hacia mí con lentitud, como si cada movimiento le costara. Entonces, sus ojos se encontraron con los míos, su mirada denotaba cansancio y unas enormes ojeras la rodeaban, parecía que no hubiera dormido en semanas.
—¿Por qué seguís acá? —le pregunté, con la voz temblando, aunque intentaba sonar segura. Guido no respondió de inmediato. Observó las marcas en mi cuello y en mis muñecas, pero no dijo nada sobre ello. En lugar de eso, soltó un suspiro pesado y negó con la cabeza. —Pensé que te habías ido.
—No me puedo ir... —murmuró, mientras yo me sentaba en un sofá frente a él, lo suficientemente cerca como para contemplarlo a detalle pero lo suficientemente lejos como para salir corriendo si era necesario. Y aunque no lo dijo directamente, entendí que algo lo mantenía acá, algo más allá de su voluntad. Estaba atrapado. —Necesito...algo.
No sabía qué hacer. Mis pensamientos chocaban entre sí, pero lo que sí sabía era que lo que había sucedido no podía quedar sin respuesta.
—¿Qué sos? —le pregunté al fin, mi voz temblando aún, pero más fuerte ahora. Necesitaba saber más, aunque fuera lo más aterrador que pudiera escuchar. Guido me miró por un largo momento, y pude ver en sus ojos algo que no había visto antes, arrepentimiento. —Decímelo de una vez.
—¿Por qué te importa tanto saber qué soy? —Cuestionó en un susurro, llevandose una mano al pecho, soltando un jadeo adolorido. Me quedé quieta, observándolo. Él finalmente cerró los ojos, como si estuviera buscando las palabras correctas. —Soy alguien que nunca te tuviste que haber cruzado, soy muy peligroso y te asesinaría con mis propias manos si pudiera, no tenés que saber nada más de mí.

ESTÁS LEYENDO
ESTADO SALVAJE - GUIDO SARDELLI | AIRBAG
VampireElla siempre había deseado que finalmente aquellos ojos que tanto admiraba un día se fijaran en su dirección. Observaba embelesada como sus manos recorrían aquella guitarra, con su cabello rubio descansando sobre sus hombros y su semblante enigmátic...