Capítulo 17 - Lo que me pida mi Omega

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La Sala de los Menesteres los recibió con la suavidad de una fantasía hecha realidad

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La Sala de los Menesteres los recibió con la suavidad de una fantasía hecha realidad.

Ese día, Harry la había transformado en un pequeño santuario privado: un sofá amplio junto a una chimenea mágica, luces tenues flotando en el aire, alfombras mullidas y un enorme lecho con sábanas de lino y terciopelo, todo olía a incienso cálido, cuero, especias dulces y Draco.

Harry lo había llevado allí con una sola intención: pasar tiempo con su Omega, solo con él.

Sin interrupciones.

Sin el mundo.

Y Draco había aceptado, sn burlas, sin arrogancia, solo con un brillo afilado en los ojos y un rubor encantador en las mejillas.

-¿Todo esto por mí? -preguntó Draco con una sonrisa ladina mientras se quitaba el abrigo blanco. Su voz acariciaba el aire.

-Todo por ti-respondió Harry, más ronco de lo habitual, acercándose desde atrás para abrazarlo por la cintura-Lo que me pida mi Omega-

Mientras lo decía, bajó la cabeza y besó lentamente el vientre plano de Draco, rozándolo con los labios como si allí reposara algo sagrado.

Draco tembló, no de miedo, de deseo, de entrega.

Harry últimamente no era el mismo, había pasado de ser un Alfa confundido, a uno devoto, posesivo y profundamente pasional.

Le compraba regalos como si necesitara demostrar en cada objeto lo que sentía:
Gargantillas de plata y oro blanco,
Anillos encantados,
Abrigos que parecían nubes tejidas,
Peluches elegantes con forma de dragón,
Cartas escritas a mano con tinta perfumada,
Chocolate ruso, vinos mágicos, whisky de colección,
Y hasta productos muggles que Draco adoraba en secreto: skincare, perfumes, aceites para masajes...

-Estás malcriándome-dijo Draco, recostándose en el sofá, con el dragón esmeralda aún en su garganta.

-Estoy adorándote-corrigió Harry, sentándose a su lado y tomando su mano-Y no pienso parar-

Se quedaron así un momento. En silencio.

El crepitar de la chimenea llenaba el aire, pero no tanto como las feromonas dulces que empezaban a desprenderse del Omega.

Harry lo notó enseguida.

Se tensó. Sus pupilas se dilataron.

El instinto hervía en su interior.

-Draco, hueles a-
-¿A qué, Harry?-preguntó, sabiendo perfectamente la respuesta.

Harry se acercó más. Olfateó su cuello, la curva de su mandíbula, y gruñó bajo.

-A dulzura, A deseo, A mío-

Draco se rió suave, encantado.

-Celoso, territorial, intenso... -enumeró mientras lo miraba desde abajo-Me gustas así.

-No tienes idea de cuánto te quiero-susurró Harry, antes de besarlo. Un beso lento, profundo, lleno de promesas no dichas.

La lengua del Alfa se abría paso sin prisa, acariciando la del Omega, saboreando su aroma y su entrega.

Draco jadeó contra sus labios, enredando los dedos en el cabello de Harry.

Cuando se separaron, Draco lo miró con las mejillas rojas y los ojos brillantes.

-Me gustas más cuando me miras como si fuera tu mundo.

-Es que lo eres, Draco-susurró Harry contra su oído-Y lo vas a saber cada día.

Y esa noche, entre susurros, besos intensos y una marea de feromonas, el cortejo dio un paso más allá.

Porque Harry ya no quería solo que Draco lo aceptara.

Quería que nunca más pudiera vivir sin él.

El rumor corría como fuego en papel pergamino.

Draco Malfoy está siendo cortejado.

Y no por cualquier Alfa.

No por un tonto ricachón extranjero ni un noble escondido entre sombras.

Por alguien poderoso.
Alguien que conoce bien cada uno de sus caprichos. Alguien que ha logrado arrancarle sonrisas reales.

Aunque nadie lo decía abiertamente... algunos ya sospechaban.
Y uno de ellos ardía de celos.

Theodore Nott.

Un Alfa puro, inteligente, reservado,
Y secretamente obsesionado con Draco Malfoy desde el cuarto curso.

𝓗𝓪𝓻𝓬𝓸-𝓞𝓶𝓮𝓰𝓪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora