Apoyó la frente contra la madera del piso. Las lágrimas comenzaron a salir sin que las llamara. Silenciosas, temblorosas. No por debilidad, sino por agotamiento. Porque había aguantado demasiado. Porque el silencio de todo el día le pesaba en los huesos. Porque ni siquiera el dolor físico superaba al vacío de sentirse invisible. Sentía que ya no era una persona, sino una cosa rota. Una propiedad. Un recipiente para los caprichos de un Alfa enfermo.
Y mientras la noche caía sobre la mansión, mientras los pasillos se sumían en el silencio y la oscuridad, Gi-hun seguía ahí... en el suelo. Destrozado. Solitario. Con el alma hecha pedazos y una criatura creciendo dentro de él, recordándole que su cuerpo ya no le pertenecía.
La noche ya se había tragado los últimos rastros de sol cuando Gi-hun recibió otra orden seca, esta vez de parte de uno de los empleados más antiguos. "Ve al salón a limpiar las mesas", dijo sin siquiera mirarlo a los ojos, como si fuese una escoba vieja más que una persona. Gi-hun asintió con la cabeza, incapaz de protestar. El dolor en su vientre había empeorado, como un nudo tenso en el abdomen que palpitaba con cada movimiento. Le ardían las piernas, sentía punzadas en la cabeza, y el estómago..., el estómago le revolvía como si tuviera piedras calientes bailando dentro. Pero se arrastró igual, caminando con pasos torpes hacia el salón principal, ese espacio enorme y lujoso donde los amos solían recibir a sus invitados, donde todo brillaba con un lujo hipócrita que contrastaba violentamente con la podredumbre que habitaba dentro de esas paredes.
Tomó un trapo húmedo del carrito de limpieza, sus dedos temblorosos apretaron el borde de la tela y comenzó a pasarla sobre la superficie de la mesa larga del salón. Lo hacía con movimientos lentos, calculados, como si eso pudiera disimular su evidente debilidad. La superficie de la madera brillaba bajo la escasa luz de las lámparas encendidas. Gi-hun estaba tan concentrado en mantener el equilibrio, en no derramar nada, en no vomitar allí mismo, que no escuchó los pasos... pero sí los sintió.
Fue como una presión en el aire, como si la atmósfera del salón se volviera más espesa de un segundo a otro. Un escalofrío le recorrió la espalda y se le erizaron los vellos de los brazos antes incluso de que se diera cuenta de por qué. El trapo cayó de su mano al suelo. Su respiración se agitó. El olor familiar, ese perfume sutil pero penetrante, lo envolvió sin permiso. Y entonces lo supo.
No necesitó girarse, sabía que era él. In-ho.
El silencio era absoluto, pero el peso de esa presencia se clavó en su nuca como una aguja invisible. Y entonces la voz... esa maldita voz.
— Ven acá —ordenó In-ho con un tono bajo, áspero, peligroso, como el crujido de ramas antes de romperse.
La voz le perforó el pecho. Y el cuerpo le falló.
— Ya veo...—continuó In-ho, acercándose un paso más, su voz como un cuchillo apoyado en la nuca.
El trapo se deslizó de los dedos del Omega. Cayó al suelo con un leve sonido húmedo. In-ho lo sujetó del brazo con brusquedad, girándolo de golpe para enfrentar su mirada. Los sirvientes más cercanos bajaron la vista al instante, alejándose como si no escucharan, como si no vieran.
— ¿Crees que por estar vestido como una puta puedes actuar como una? —escupió In-ho, acercando su rostro al de Gi-hun—. ¿Que voy a quedarme sentado mientras te veo asi?
Gi-hun temblaba. Sus ojos estaban cristalinos, pero no lloraba. No aún.
— In-ho...n-no lo hagas... —susurró.
Esa frase encendió algo, el Alfa lo empujó contra la mesa vacía, haciendo que los platos que quedaban tintinearan peligrosamente. Su mano le apretó la nuca, obligándolo a doblarse, el pecho contra la madera aún húmeda de vino y sudor. La voz le salió como un rugido contenido, con cada palabra cargada de veneno.
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឵឵឵឵឵឵឵឵឵឵ ឵឵឵឵឵឵឵឵឵឵ ឵ ឵឵឵឵឵ ⩇⩇ . ┊TERMINADO - 𝐄𝐋 𝐀𝐌𝐎 𝐄𝐍𝐅𝐄𝐑𝐌𝐎
Fanfiction𝖲𝖾𝗈𝗇𝗀 𝖦𝗂-𝗁𝗎𝗇, 𝗎𝗇 𝖮𝗆𝖾𝗀𝖺 𝗃𝗈𝗏𝖾𝗇 𝗊𝗎𝖾 𝗁𝖺 𝗌𝗂𝖽𝗈 𝖿𝗈𝗋𝗓𝖺𝖽𝗈 𝖺 𝖼𝗈𝗇𝗏𝖾𝗋𝗍𝗂𝗋𝗌𝖾 𝖾𝗇 𝖾𝗅 𝗌𝗂𝗋𝗏𝗂𝖾𝗇𝗍𝖾 𝖽𝖾𝗅 𝗆𝖺𝖿𝗂𝗈𝗌𝗈 𝗆𝖺𝗌 𝖼𝗋𝗂𝗆𝗂𝗇𝖺𝗅 𝖽𝖾 𝖪𝗈𝗋𝖾𝖺. ឵឵឵឵឵ ឵឵឵឵឵឵឵឵឵឵ ឵ ឵឵឵឵឵ ឵឵឵឵឵឵឵឵឵឵ ឵ ឵឵឵឵឵឵...
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