El sonido de los tacones ajenos rebotaba en las baldosas del edificio corporativo. Kageyama Tobio ni siquiera los notaba. Estaba demasiado concentrado en la pantalla de su celular, revisando cifras, correos, y mensajes de Bokuto, que aunque mayor, se comportaba como un adolescente hiperactivo con exceso de cafeína.
«Tobiooo, ¿vas a venir al brunch del sábado? Mamá dice que invites a alguien, que sea social, carajo.»
Tobio suspiró. Bokuto siempre hablaba en mayúsculas, incluso por mensaje.
Él, en cambio, era metódico. Silencioso. Frío, decían algunos. Aunque lo único que le importaba era que nada ni nadie interrumpiera su orden. Hasta ese día.
A kilómetros de distancia, en una cafetería que olía a pan recién horneado y café barato, Hinata se reía con Akaashi entre platos que limpiar y clientes por atender.
—¡Keiji! ¡Te juro que ese tipo me dejó una propina de veinte yen! ¡Veinte! —gritó Hinata, levantando una moneda como si fuera un trofeo—. ¿Eso ni siquiera compra un chicle, cierto?
Akaashi sonrió desde la barra, secando vasos con un trapo ya desgastado.
—Tal vez es su forma de decirte que no le gustó tu sonrisa.
—¡Mi sonrisa es perfecta!
Eran pobres. No de esos que viven en la calle, pero sí de los que tienen que contar cada yen. Compartían un departamento pequeño, con paredes finas y una estufa que a veces fallaba. Pero se tenían el uno al otro. Y eso, según Hinata, era más que suficiente.
La vida de ambos transcurría sin grandes lujos, pero con pequeñas alegrías. Y aunque el futuro era incierto, los sueños seguían vivos. Hinata quería correr. No de huir, sino de competir. Velocidad era libertad. Akaashi soñaba con escribir. No por fama, sino por liberar todo lo que callaba.
Ninguno de los dos sabía que su mundo estaba a punto de chocar con otro. Uno hecho de autos negros con vidrios polarizados, relojes que costaban lo que un año de renta, y hombres con trajes a medida.
Uno donde Bokuto Koutarou y Kageyama Tobio no eran simplemente ricos.
Eran herederos de un imperio.
Pero nadie lo sospecharía. Porque ambos, cansados del protocolo, habían decidido caminar entre la gente normal. Buscar algo más real.
Y sin saberlo, lo encontrarían en dos chicos de ojos brillantes, sonrisas genuinas y almas con cicatrices.
Porque a veces, el destino no necesita razones.
Solo un latido.
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Tengo un canal nenas

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Dos mundos, un latido
RomanceBokuto y Kageyama, hermanos ricos y herederos de un imperio, deciden escapar de las expectativas familiares y vivir como personas normales. En otro lado, Hinata y Akaashi, mejores amigos con pocos recursos, sueñan con un futuro mejor. El destino los...