Noté su mandíbula tensarse, liberando un suspiro pesado a medida en que tiraba su ya enmarañado cabello hacia atrás.
Sin pronunciar una palabra, bajó la cabeza y me besó como si ya no pudiera evitarlo. Como si no se perdonara hacerlo. Pero yo tampoco lo hacía, aunque ya no importaba, éramos solo dos cuerpos rendidos a algo más fuerte que el miedo.
Sentí el peso de su cuerpo sobre el mío, pero no había calor. Podía sentir el latido salvaje de su pecho contra el mío, su respiración desordenada rozando mi piel. Su mano bajó por mi muslo con un hambre apenas contenida, y me apretó contra él como si necesitara recordarse que yo era real.
Mis dedos encontraron los botones de su camisa, uno a uno, hasta abrirla por completo. Sus músculos se tensaron bajo mis caricias. Él no se detenía. No retrocedía. Pero tampoco me entregaba respuestas.
Me permití tomarme el tiempo de contemplarlo por un instante...su cabello desordenado caía por sus hombros, su camisa abierta, dejando ver su pecho marcado, su piel extremadamente pálida, casi reluciente. Su mandíbula tensada y la expresión en su rostro, que denotaba estar al límite de dejar de contenerse.
—¿Qué estás esperando? —le murmuré, rozando sus labios— ¿Vas a tomar lo que viniste a buscar o vas a seguir jugando conmigo?
Una chispa oscura le encendió los ojos. Lo empujé solo un poco, haciéndolo rodar sobre la cama hasta quedar sobre él. Se dejó hacer, pero yo sabía que era una ilusión. Él tenía el control. Siempre lo había tenido.
Hasta ahora.
Subida sobre su cadera, me moví despacio, de forma sutil, sintiendo su cuerpo endurecerse bajo el mío. Su agarre en mi cintura se volvió urgente, tembloroso. Rasgué su pecho con las uñas, marcándolo suavemente. Su silueta era tan perfecta que casi dolía a la vista.
Pero aún así no podía dejar de verla, tocarla, sentirla. Quería todo de él.
Incluso aquello que seguramente no era bueno para mí.
—¿No era esto lo que querías? —susurré y Guido cerró los ojos, conteniendo un gruñido, como si le costara demasiado sostener su personaje. Su mano se deslizó por mi espalda, luego por mi muslo, subiendo bajo la remera, delineando el límite entre mis costillas y mi pecho, sin permitirse llegar allí todavía. —. ¿Por qué no terminás lo que empezaste?
—No tenés idea de lo que estás provocando —Murmuró, con los labios apenas rozando los míos—. Te podría destruir ahora mismo, ¿Sabés?
—¿Y por qué no lo hacés? —Su lengua rozó mi cuello, justo sobre la herida. jadeé, mi voz casi quebrada, aunque me esforzaba por mantener el control.
—Porque no quiero —confesó, mirándome con confusión, su rostro esbozó la mueca más humana que le ví hasta el momento, y una sonrisa orgullosa amenazó con escaparse de mis labios. —. No entiendo por qué, pero no quiero.
Sus manos me recorrieron con más urgencia mientras su cadera se alzaba bajo la mía, chocando en un vaivén lento que encendía todo dentro mío.
Quise volver a hablar, recordarle que yo estaba ahí por respuestas. Pero mi cuerpo ya no escuchaba a mi mente. Sus dedos se colaron bajo mi ropa interior, y mi espalda se arqueó contra su palma, gimiendo su nombre.
—Abril... —susurró, casi con reverencia al momento de oír mi voz gimiendo su nombre. Me incliné para besarlo, sin pedir permiso. Mi lengua encontró la suya, y ya no hubo más dudas.
Ya no éramos presa ni depredador.
Él me giró de nuevo, quedando sobre mí, y con un movimiento brusco y hambriento, se deshizo finalmente de mi remera, dejándome expuesta bajo su mirada oscura y primitiva. Se detuvo un segundo, como si necesitara memorizar cada centímetro de mi piel.

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ESTADO SALVAJE - GUIDO SARDELLI | AIRBAG
VampireElla siempre había deseado que finalmente aquellos ojos que tanto admiraba un día se fijaran en su dirección. Observaba embelesada como sus manos recorrían aquella guitarra, con su cabello rubio descansando sobre sus hombros y su semblante enigmátic...