Capítulo 6 - Celo Fustrado

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Harry envolvió con cuidado a Draco con su capa, protegiéndolo del aire fresco que comenzaba a colarse por los pasillos de piedra

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Harry envolvió con cuidado a Draco con su capa, protegiéndolo del aire fresco que comenzaba a colarse por los pasillos de piedra.

El Omega dormía profundamente, aún bajo los efectos del calmante, su cuerpo relajado y su rostro en calma tras el caos.

El Alfa no quería separarse de él.

Su instinto gritaba que lo protegiera, que lo mantuviera cerca, que no lo soltara.

Pero también sabía que alguien debía hacerse cargo.

Que Draco necesitaba vigilancia médica, control... y alguien que no estuviera al borde de marcarlo de forma permanente sin siquiera pensarlo.

Con paso firme, descendió a las mazmorras.

Golpeó la puerta de la oficina de McGonagall, que a esas horas aún revisaba informes.

-¿Potter? ¿Qué sucede con Malfoy? -preguntó la mujer al ver al rubio envuelto y dormido, con el cabello revuelto y una marca claramente visible en el muslo.

Harry respiró hondo.

-Necesito que llame a Snape. Urgente.

La directora lo miró con severidad, pero asintió.

No hizo preguntas innecesarias.

Harry lo agradeció.

A los pocos minutos, el Profesor Snape apareció.

Su túnica negra flotaba tras él como una sombra viva, y sus ojos se detuvieron de inmediato en Draco.

-¿Qué ocurrió?-preguntó con voz áspera.

-Estaba entrando en celo... perdió el control-respondió Harry, con el ceño fruncido-Le di un calmante. Lo mordí para calmarlo. Temporal-

Los ojos de Snape se detuvieron en la marca.

Su expresión se endureció. Harry no lo soportó.

Gruñó.

No fue intencional, pero su pecho vibró y el sonido gutural escapó de su garganta como un aviso.

Territorial.

Dominante.

Snape levantó una ceja, claramente sin intimidarse, aunque sus pupilas se estrecharon un poco.

-Cuidado, Potter. Estoy aquí para ayudar a mi alumno, no para quitártelo-

Harry tensó la mandíbula, tratando de contenerse.

No era el momento.

Pero la idea de que otro Alfa-no, ni siquiera- un Beta dominante tocara a Draco, lo inquietaba de una forma irracional.

-No eres su Alfa-soltó, sin pensar.

Snape lo ignoró elegantemente.

-McGonagall, sería mejor que el Omega sea trasladado a su habitación. Tiene feromonas de Alfa impregnadas en él y el nido no está en condiciones. Yo me encargo de ello-

McGonagall asintió.

-Harry-dijo la profesora con tono firme-ya hiciste lo que pudiste. Deja que el profesor Snape se ocupe.

Harry dudó.

Su cuerpo aún vibraba con una energía protectora, sus feromonas escapaban involuntariamente, perfumando el aire. Snape frunció la nariz con fastidio.

-Contrólate, Potter. Apestas a celo frustrado-dijo con desdén-Ya no estás en el nido-

Eso fue suficiente para que Harry soltara un bufido exasperado, pero finalmente, con cierta reticencia, tendió el cuerpo dormido de Draco a los brazos de Snape.

El profesor envolvió mejor al rubio con la capa y, sin más palabras, se giró hacia los pasillos de Slytherin.

Harry observó su silueta alejarse, el corazón aún palpitando de forma incómoda.

No le gustaba nada esto.

Pero Draco estaría bien.

Tenía que estarlo.

Aunque, en el fondo, algo en él rugía de nuevo.

Su Omega se iba con otro.

Y eso, instintivamente, no le gustaba nada.

Apenas Snape desapareció por los pasillos con Draco envuelto entre sus brazos, Harry sintió cómo algo dentro de él se rompía.

No era rabia.

No era celos.

Era una mezcla jodida de ambos, aliñada con el ardor sordo y punzante de un celo frustrado.

Se apoyó contra la pared de piedra de la mazmorra, cerrando los ojos con fuerza.

Su cuerpo aún vibraba, las feromonas salían disparadas de sus glándulas como una amenaza silente, empapando el aire con ese aroma que gritaba: mío, mío, mío.

Y sin embargo, Draco se había ido.

Con otro.

-Mierda-murmuró entre dientes, pasándose la mano por el cabello desordenado.

Sus pantalones estaban incómodamente apretados. Su cuerpo aún reaccionaba al calor de Draco, a su aroma dulce, a ese maldito gemido suave que había soltado cuando lo marcó.

Esa marca.

Esa maldita marca temporal que él había dejado en su muslo... y que el Omega había recibido con una sonrisa perezosa y un reclamo absurdo.

"Yo quería el nudo, Alfa."

Harry gruñó solo de recordarlo. Malfoy... ese cabrón arrogante, dominante incluso como Omega, lo había puesto al borde.

Y ahora su cuerpo no sabía qué hacer.

El impulso de correr tras ellos, de arrancar a Draco de los brazos de Snape y encerrarse en la Sala de los Menesteres hasta que el estro terminara, era casi insoportable.

Pero no podía.

No debía.

Respiró hondo. Las paredes parecían oprimirlo, su piel ardía, y sentía una presión dolorosa en la base de la columna, justo donde su cuerpo exigía descargar lo que no había podido ofrecer.

"Celo frustrado."
Lo había leído en los manuales.

Los Alfas que eran expuestos a un estro sin concluir el ciclo podían entrar en un estado de agitación intensa, territorialidad y deseo reprimido que dolía más que cualquier maldición.

Y ahora lo sentía.

Ardía.

Lo devoraba.

Harry se quitó la túnica, lanzó la capa contra el suelo y maldijo.

Su cuerpo lo traicionaba, su mente lo traicionaba, y Malfoy... ese jodido Omega...

Sonrió, a pesar de todo, recordando su voz ronca llamándolo por primera vez:

-Alfa...-

Harry jadeó.

Su instinto rugió con fuerza, exigiendo, necesitando.

-Necesito una ducha. Fría-gruñó-Una ducha muy fría.

Y tal vez, después de eso, un encierro temporal en su habitación.

Porque si no lo hacía, iba a terminar bajando a la habitación de Draco.

Y eso, honestamente, iba a acabar mal.

Muy, muy mal.

𝓗𝓪𝓻𝓬𝓸-𝓞𝓶𝓮𝓰𝓪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora