Capítulo 3 - El olor equivocado

8.8K 975 52
                                        

Harry no recordaba la última vez que había estado tan furioso

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Harry no recordaba la última vez que había estado tan furioso.

No por una injusticia del mundo mágico, ni por Voldemort, ni por el Ministerio.

No.
Esto era distinto, Esto era personal.

Esto era Malfoy.

Su habitación, asignada especialmente al declararse Alfa Dominante, estaba hecha un caos.

Las paredes cargadas de feromonas al punto de volver el aire espeso, irrespirable para cualquiera que no fuera él.

Sábanas rasgadas, muebles volcados, incluso una grieta en la pared. Su cama rota en el borde por culpa de sus propias garras.

Y él ahí.
Temblando.
Jadeando.
Empapado de sudor.

Su cuerpo no respondía, su Rut había llegado tan de repente que lo había tomado desprevenido.

Ni una poción, ni un hechizo, ni siquiera la meditación más profunda lograban calmarlo.

Todo dolía.

Su piel ardía. Su entrepierna palpitaba de forma insoportable, al punto de tener que sujetarse a sí mismo para no perder completamente el control.

Pero no era solo el dolor.

Era la rabia.

-Maldito Malfoy...-gruñó con los colmillos al descubierto, la voz grave, completamente rota por la necesidad.

¿Qué demonios era ese olor?
Un Alfa... que olía como un Omega.

Un aroma prohibido.

Floral, dulce, embriagador.

Su Omega.

Su cuerpo lo reconocía así.

Y eso lo enfermaba.

No podía entenderlo.

No sabía qué le cabreaba más.

¿Que su Alfa interno deseara a otro Alfa?

¿Que su cuerpo lo eligiera por sobre la lógica?

¿O que Malfoy ya oliera a otro Omega?

¿Se había acostado con uno?
¿Lo había marcado?
¿Era ese su aroma en él?
¿Era suyo ese núcleo dulce y pegajoso que su olfato no podía olvidar?

-¡Mierda!-gritó, lanzando su almohada contra la pared.

Su miembro latía con desesperación, caliente, tenso, sin descanso.

Quería morder.
Quería dominar.
Quería anudar, No. Quería enlazarlo.

Y su mente, cruel como era, no dejaba de mostrarle imágenes que no quería ver.

Draco Malfoy, jadeando, con la cabeza inclinada, el cuello expuesto, los labios entreabiertos susurrando:

"Alfa..."

Harry se aferró a su propio cabello, gimiendo con rabia. El dolor físico y la necesidad lo estaban rompiendo desde dentro.

-No es mío... no es mío... no lo quiero. No es mío...-repetía, como un mantra.

Pero su Rut no escuchaba razones.
Su cuerpo había decidido.
Y su mente estaba cada vez más débil.

Lo deseaba.
Lo necesitaba.
Lo odiaba.

Y aún así...

Si Malfoy se presentaba en ese momento ante su puerta:

Él no lo dejaría escapar.

El aire denso de la habitación parecía moverse en un torbellino alrededor de Harry, pero todo se sentía inmóvil, como si el mundo entero hubiera decidido detenerse solo para observar su agonía interna.

Sus feromonas lo inundaban, llenando el espacio con un aroma que ni siquiera él podía controlar.

Y la rabia... la rabia crecía.

El dolor de su Rut no era solo físico; era mental, emocional, algo mucho más profundo.
Cada centímetro de su piel ardía con la necesidad de un alivio que no encontraba.

Gruñó, sus dientes brillaron, al igual que sus colmillos, largos y peligrosos.

Pero a pesar de todo, nada lo calmaba.

El fuego dentro de él no se apagaba. Nada lo apaciguaba.

Harry se sentó en el borde de la cama, temblando.

Sus colmillos dolían, como si estuvieran empujando hacia fuera, deseando algo.

¿Quién?

¿Quién más que Malfoy?

No lo entendía, pero lo sentía.

Lo deseaba.

Lo necesitaba en su interior.

Su mente ya había dejado de cuestionarlo, y el cuerpo le pedía más.

Cerró los ojos, jadeando con fuerza.

Se imaginaba a Draco allí, frente a él.

La imagen de Malfoy con los ojos desbordados de deseo, su cuello expuesto, esperando ser marcado, ser enlazado, ser dominado.

Harry no pudo evitarlo.

Se mordió el labio, y luego la piel de su propio brazo, casi con desesperación, como si pudiera liberar toda la angustia en ese dolor físico.

Pero ni eso le traía alivio.

Las Sabanas: Estaban empapadas en sudor.

No de él. De su propio deseo.

Y lo que más deseaba, lo que anhelaba, era que ese deseo estuviera dentro de Draco, que esas sábanas pegajosas llevaran su sabor, su olor.

Quería que Malfoy fuera quien los dejara marcados, que su presencia llenara cada rincón de ese cuarto con su esencia.

¡Maldito Malfoy!

Su cuerpo era un campo de batalla. La necesidad no se iba. La rabia no se iba. La frustración se apoderaba de él como nunca antes.

No podía desear a otro Alfa.

Eso era lo peor.

¡No podía!
Malfoy no era suyo.

¡Malfoy no podía ser suyo!

Pero entonces, ¿por qué su cuerpo lo pedía?

¿Por qué lo quería más que a nadie?
¡Maldito Malfoy!

Harry no podía pensar con claridad. Cada pensamiento lo llevaba más lejos, como un torbellino, arrastrándolo.

Necesitaba enlazarlo, necesitaba morderlo, dominarlo.

Pero el qué y cómo se escapaban de su control, y la presión de su propio deseo lo estaba rompiendo, haciéndolo perder la razón.

Ya no pudo más.
Gruñó, dejando escapar un grito bajo y frustrado.

Su cuerpo se tensó, la necesidad de morder, de marcar, de tenerlo dentro,era casi insoportable.

Quería a Draco en su cama, bajo él, en sus brazos, dejando una marca que lo dijera todo.

Quería enlazarlo.

Necesitaba enlazarlo.

Y aunque sabía que las probabilidades de que Malfoy se dejara dominar por él eran mínimas, la idea de perder el control sobre ese deseo lo estaba consumiendo.

𝓗𝓪𝓻𝓬𝓸-𝓞𝓶𝓮𝓰𝓪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora