3. No deberías

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La puerta del departamento se cerró detrás de mí, dando la noche anterior finalmente por terminada. Me apoyé contra ella, respirando hondo, intentando sacudirme la sensación extraña que me había acompañado toda la noche.

Me quité los zapatos cuidadosamente, arrojándolos en alguna esquina aleatoria de la sala.

El piso estaba frío bajo mis pies descalzos, y el sonido de mi respiración parecía retumbar en la habitación vacía. Aún podía percibir el taco de Guido sobre mi piel.

Mi mente se sentía saturada debido al vaivén de emociones que había experimentado, los estímulos que aún no desaparecían no permitían a mi psiquis pensar con claridad.

Me quité la campera y la dejé caer sobre el sillón, sintiendo el peso de todo lo que había sucedido. La gente, el bullicio, las risas... y luego, todo lo que pasó con Guido.

Me acerqué al espejo del baño, mirándome con una expresión que no reconocía. Mi reflejo era el mismo, pero algo había cambiado. Yo no era la misma que había llegado a esa fiesta, y ni siquiera sabía por qué.

Mis manos temblaban un poco mientras me desabrochaba la blusa, la misma que había usado mientras las manos de Guido recorrían mi piel, mientras me desnudaba con la mirada...no, no quería pensar en eso.

Sus labios, su mirada, esa sensación extraña que recorrió todo mi cuerpo cuando me mordió el labio. Y después, la angustia de sentir que estaba a punto de cruzar una línea peligrosa. Había sido un simple roce, un par de besos, pero jamás un toque tan simple me había hecho sentir tanto.

Recordé cómo había intentado contenerme, cómo sentí la urgencia de apartarme, de salir de ahí, pero no pude. Él tenía algo, era como si tuviera el control de todo lo que me rodeaba.

Me aparté del espejo, mis pies arrastrándose por el suelo mientras intentaba liberarme de esas imágenes. No podía dejar de pensar en las chicas del backstage. Todas ellas parecían estar en trance, como si no tuvieran voluntad propia, como si él, o algo más, las hubiera hechizado. Una parte de mí quería olvidar todo, seguir con mi vida como si nada hubiera pasado. Pero otra parte, la más curiosa y peligrosa, quería saber más. Necesitaba entender lo que había sucedido.

¿Qué estaba pasando con ellos? ¿Con Guido?

Caminé por el departamento, sintiendo la fría soledad a mi alrededor, y me senté en el sofá. Miré mi teléfono, pero no sabía qué hacer con él. Quería encontrar respuestas, pero también tenía miedo de lo que podría descubrir. Esa sensación de no tener ningún control de lo que me estaba pasando era aterradora, pero a la vez, estaba... enganchada.

Me reí para mis adentros, con amargura. Estaba atrapada en algo que sabía que era peligroso, pero no podía dejarlo ir.

¿Qué más podía hacer?

El misterio me envolvía, y no podía escapar de él.


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Era tarde cuando finalmente decidí que no podía dejar las cosas así. La curiosidad me carcomía por dentro, y las imágenes de la fiesta seguían volviendo a mi mente, como un ciclo sin fin. Mi mente, que antes se enfocaba únicamente en mi trabajo, ahora estaba absorbida por preguntas que no podía dejar de formularme.

Había pasado todo el día intentando recuperarme de la resaca, una de las peores que había experimentado en mi vida, a pesar de no haber bebido tanto como en anteriores ocasiones. Mi cuerpo había pasado la mayor parte de las horas recargado en aquel sofá, contemplando el día convertirse en oscuridad a través del ventanal, sin siquiera darme cuenta del paso del tiempo.

ESTADO SALVAJE - GUIDO SARDELLI | AIRBAGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora