I.¿Te gusta owen?

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—Katherine, nuevamente un diez por tu poema sobre la fotosíntesis. ¿Cómo es que alguien de quince años, como tú —me miró con curiosidad— puede disfrutar tanto escribir y crear historias?

—Lo es no tener nada mejor que hacer, profesor —respondí con una sonrisa burlona.

—¿Podrías declamarlo frente a la clase? —me pidió.

—¿Qué? —lo miré asustada.

Sí, podía escribir historias y poemas sin problema, pero ¿recitarlos? No, gracias…

—Lo siento, profe, pero creo que me duele la garganta —me llevé la mano al cuello—Ya sabe, el cambio de estación.

—Claro, y por eso te tomaste un café con diez kilos de hielo, ¿no? —intervino Owen Cooper, mi buen amigo, con una sonrisa de satisfacción. Lo miré fingiendo inocencia.

—Bien, señorita Mora, no lo declamará… Owen Cooper —el profesor dirigió su atención a mi amigo— Tienes un siete. ¿Qué tan difícil es escribir un poema sobre la muerte?

—Demasiado, sobre todo cuando no quieres morirte —comentó Owen, encogiéndose de hombros.

—No estaría tan segura de eso —le dije, divertida.

—Como sea… —nos interrumpió el maestro con impaciencia— Tarea para mañana.

Todos bufaron molestos.

—Es fin de semana, maestro —protestó Miguel.

—Señor Mora, usted y sus compañeros tienen la culpa. ¿Para qué no hacen bien su tarea anterior? —lo miró con seriedad y luego me señaló—. Aprenda de su hermana.

Así es, Miguel y yo éramos mellizos. Él era mayor por diez minutos y le encantaba recordármelo. Éramos bastante diferentes: yo podía leer dos libros en una semana; Miguel, con suerte, terminaba dos páginas. Él podía entrenar por cuatro horas seguidas; yo no podía estar de pie más de cuatro segundos sin marearme.

Pero también teníamos cosas en común: amábamos Marvel, las redes sociales, fastidiar a nuestros papás y jugar tocho, aunque en ramas diferentes: él en la masculina y yo en la femenil.

—Harán una carta de amor para la persona que les gusta —continuó el profesor—. No es necesario que pongan nombre, pero si lo hacen, quizás hasta los correspondan. Además, si agregan un nombre, tendrán un punto extra.

—¿Y eso para qué? Todos sabemos que las va a copiar y se las regalará a su esposa —soltó Malachi, provocando risas en el salón.

—¿Usted tiene esposa? —pregunté con curiosidad.

No era por nada, pero el profe tenía una vibra tipo Sikowitz, el de Victorious. Aunque este se llamaba Lettor Romanovski. Bien raro.

—Sí, Katherine, tengo esposa —respondió, fastidiado.

𝐇𝐎𝐖 𝐓𝐎 𝐂𝐎𝐍𝐐𝐔𝐄𝐑 𝐈𝐓-𝗢𝗪𝗘𝗡 𝗖𝗢𝗢𝗣𝗘𝗥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora