Capítulo 1

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El sueño era perfecto, Ryan y yo estábamos en el partido más importante de la temporada. Él anotaba el gol de la victoria y, justo antes de que la multitud estallara en aplausos, se giraba hacia mí con esa sonrisa encantadora que hacía que mi corazón latiera más rápido. Se acercaba, levantaba su mano para acariciar mi mejilla y...

—¡Despierta, dormilona!

Algo frío y húmedo cayó sobre mi cara. Abrí los ojos de golpe y vi a mi hermano menor, Logan, de pie junto a mi cama con un vaso de agua en la mano y una enorme sonrisa de satisfacción.

—¡¿Estás loco?! —grité, saltando de la cama y sacudiendo el agua de mi rostro.

Logan se rió y retrocedió unos pasos, claramente disfrutando de su travesura.

—Si no te despiertas, papá te va a dejar botada —canturreó, saliendo corriendo antes de que pudiera lanzarle mi almohada.

Me levanté tan rápido de la cama que ni siquiera noté cómo mi pie quedó atrapado en la sábana. En cuestión de segundos, el suelo me recibió de golpe con un sonoro ¡pum!.

—¡Ay! —me quejé, tratando de desenredarme.

Antes de que pudiera levantarme, un par de patitas entraron corriendo a mi habitación y, en un instante, sentí una lengua cálida y húmeda lamiéndome la cara.

—Chispitas... —susurré con una sonrisa mientras él movía la cola con emoción.

Mi perro se acomodó a mi lado, como si pensara que la alfombra era el mejor lugar para empezar el día. Le acaricié la cabeza con cariño, sintiendo su pelaje suave bajo mis dedos. Doce años juntos. Doce años despertándome con su ladrido impaciente cada mañana, con su entusiasmo inquebrantable cada vez que llegaba a casa.

Un nudo se formó en mi garganta solo de pensar que, algún día, él ya no estaría aquí para recibirme con su alegría incondicional. No quería imaginarlo, no podía. Así que cerré los ojos un momento y me prometí disfrutar cada día con él, porque Chispitas no era solo mi perro, era mi mejor amigo.

—Te amo, viejito —murmuré, dándole un último apretón antes de levantarme del suelo.

Corrí al baño y me metí a la ducha, dejando que el agua me despejara. Tenía que apurarme. El primer día de clases no era el mejor momento para llegar tarde.

Cuando salí envuelta en mi toalla, me dirigí al clóset y escogí un conjunto lindo pero cómodo: unos pantalones blancos de pierna ancha, combinados con un top básico en el mismo tono y añadí una chaqueta cropped de mezclilla, y mis converse favoritos.

Me senté frente al espejo y me maquillé ligeramente. Un poco de base, rímel y un toque de brillo labial. Lo suficiente para verme arreglada sin exagerar.

Finalmente, abrí mi joyero y saqué mi cadenita favorita. La sujeté entre mis dedos por un segundo, sonriendo para mí antes de ponérmela alrededor del cuello. Siempre la usaba, siempre la llevaba conmigo.

Solté un suspiro, mirándome una última vez en el espejo. Lista.

Bajé las escaleras con rapidez, abrochándome una pulsera en la muñeca. El delicioso aroma del desayuno recién hecho llenó la casa, y mi estómago gruñó en respuesta.

Entré a la cocina y vi a mamá colocando los últimos platos en la mesa. Se veía impecable como siempre, con su cabello recogido en una coleta y ese aire sereno que lograba mantener incluso en las mañanas más caóticas.

—Buenos días, mamá —dije con una sonrisa, inclinándome para darle un beso en la mejilla.

—Buenos días, cariño. ¿Dormiste bien?

Eres para mí ♡ [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora