Mala noche

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Addison todavía seguía triste por lo que había pasado anoche con los chicos, es decir, su relación con sus padres, pero también por el hecho de que Ben la había aceptado en su familia, le había dicho hermana. Tenía tantas cosas en la cabeza que no había podido dormir. Hizo de todo, pero no logró conciliar el sueño, por lo que tuvo que cubrir bien sus ojeras con maquillaje. Sin embargo, siempre hay personas que se dan cuenta de todo, y esas personas son sus amigos.

—Te ves terrible —dijo Jane.

En la mañana cuando Jane estaba por irse, Addison se hizo la dormida para no recibir un regaño de su amiga, ya que Jane se preocupaba mucho por ella.

—Gracias —dijo, dando una sonrisa falsa.

—Te dije que tienes que tratar de dormir y que por más maquillaje que te pongas, no significa que no me dé cuenta.

—Sí, ya lo sé, pero deja de regañarme. El no dormir me provoca dolor de cabeza, así que, por favor, ten piedad.

—Bien, pero solo porque no quiero que tu cabeza explote por el dolor.

—Gracias.

Addison sabía que Jane estaba preocupada por ella, pero no estaba para regaños. El no dormir le quitaba todo tipo de fuerzas, era como si enfermara de una manera horrible. Tenía dolores de cabeza, oídos sensibles e incluso le quemaba la garganta. Por eso siempre trataba de estar tranquila cuando era la hora de dormir.

—No puedo verte así, te traeré algo para que te sientas mejor. Mi mamá tiene unas hierbas medicinales.

—No hace falta, se me va a pasar.

—Addison, por favor, no discutas.

Addison era terca a veces, no quería que los demás gastaran tiempo o dinero en ella, por lo que siempre decía que podía hacer todo sola, pero obviamente Jane no se creería eso.

—No quiero molestarte.

Jane la miró fijamente mientras le tomaba las manos.

—Escucha, Addison, tú nunca serás una molestia para mí. Eres mi mejor amiga y siempre voy a preferir tu bienestar, incluso si tengo que cuidarte hasta las tres de la mañana porque te dio una fiebre terrible, ponerte hielo cada cinco minutos, o si necesitas veinte pañuelos porque tienes muchos mocos. Te ayudaré siempre, en todo. Ahora déjame ir por algo para poder ayudarte.

—Está bien —aceptó finalmente.

Y Jane solo se alejó.

Addison decidió quedarse en el pasillo, sin moverse, ya que el dolor de cabeza la mareaba un poco. Mientras esperaba, escuchó cómo alguien la llamaba.

—Addy.

Y Addison se giró, era Carlos quien venía junto a sus amigos. Addison trató de poner su mejor cara para que no se dieran cuenta de que estaba mal, pero al parecer no funcionó, ya que ellos la miraron preocupados.

—Hola, chicos.

—¿Estás bien? Te ves terrible —dijo Jay y luego recibió un codazo por parte de Mal y una mirada de regaño por parte de Evie.

—Sí, es solo que no dormí, y eso me trae algunas malas consecuencias.

—Deberías estar descansando —dijo Evie, subiéndose Mal por ella.

Addison solo negó.

—Estoy bien, además hoy es el primer juego en que Jay y Carlos estarán, no me lo perdería por nada del mundo.

—¿Estás aquí por nosotros? —dijo Carlos, Addison notó que sus ojos se habían iluminado.

—Claro que sí, cachorro, no me lo perdería por nada.

Jay y Carlos se pusieron felices, ella estaría allí por ellos, pero Jay dejó de sonreír.

—Sería mejor que descanses, no tienes que hacerlo.

—Tranquilo, una amiga me fue a conseguir algo para sentirme mejor.

—Los remedios tardan en hacer efecto —dijo Evie—, seguro estarás con dolor por un buen rato.

Y Mal se le ocurrió algo.

—De hecho, hay algo en mi libro, un hechizo para no sentir dolor. Dura una hora o dos, pero funcionará para que puedas ver el juego tranquila y sin incomodidad.

Los cuatro la miraron. Sus amigos estaban sorprendidos por que Mal estaba dispuesta a ayudarla, mientras que Addison se sentía agradecida.

—Bueno, supongo que puede funcionar.

Mal solo movió un poco sus manos, apuntando a Addison y conjurando el hechizo. Addison empezó a sentirse mejor. Su cabeza ya no retumbaba, sus oídos estaban mejor y su garganta ya no se sentía como el mismo infierno. Ahora podría disfrutar el juego sin estar incómoda por los dolores.

—¡Wow, gracias!

Mal solo asintió con una leve sonrisa y miró a Carlos como si les estuviera recordando algo.

En eso, Carlos solo asintió y sacó algo de su bolsillo.

—Toma —dijo, extendiendo un paquete de galletas—. Dijiste que querías que te guardáramos, ¿no?

Addison se sintió feliz. Si bien había dicho que quería de sus galletas, jamás pensó que se las guardarían.

—Huelen genial —dijo mientras tomaba una y empezaba a morderla para saborearla—. ¡Y saben genial! Siento que todos mis males se fueron gracias a esto, gracias.

Los chicos sonrieron como si se tratara de una victoria. Además, se sentían halagados por el hecho de que Addison parecía disfrutar tanto de aquellas galletas.

—Lamento decírselos, pero tendrán que empezar a hacerme galletas más seguido. Ahora no los dejaré tranquilos.

Carlos soltó unas grandes carcajadas, lo que a Addison le bastaba gracia.

—Bueno, creo que puedo cocinarte de vez en cuando —dijo él.

—Bueno, la cocina no es lo mío, pero podría ayudarte con tus vestuarios —dijo Evie.

—Esa me parece una gran idea.

Los chicos se la estaban pasando bastante bien charlando con Addison, pero recordaron que tenían cosas que hacer.

—Lo siento, Addy, tenemos que irnos —dijo Mal y Addison se puso feliz de que la llamara por ese apodo.

—Claro, no hay problema.

Y los chicos la dejaron. Al rato llegó Jane con algunas de esas hierbas.

—Aquí están, pero no te sientas del todo bien para el juego.

—Tranquila, puedo tomarlas luego, ya me siento mejor.

—¿Seguro? No quiero que estés incómoda.

—Tranquila, estoy bien. Mejor vayamos yendo hacia el campo para no perder los buenos lugares.

—Está bien, oh, Lonnie vendrá con nosotras, ¿te molesta?

—Claro que no, es mucho más divertido si somos más.

Addison y Jane se dirigieron al campo, esperaban que no pasara nada en el juego y que todos estuvieran contentos con que Jay y Carlos jugaran. Eran buenos y esperaba que todos los apoyaran.

Entre La Corona Y El Mar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora