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El silencio se extendió en la habitación, roto solo por la respiración agitada de Jennie y el sonido de su llanto contra el cuello de Lisa.

Lisa no estaba acostumbrada a esto. A ser abrazada con tanta desesperación. A que alguien llorara por ella.

Jennie no paraba de temblar.

—Eres una idiota —susurró otra vez, con la voz ahogada—. No tenías que meterte en el medio, Lisa...

Lisa exhaló suavemente.

—Sí tenía.

Jennie se apartó un poco, lo justo para mirarla a los ojos, con la cara manchada de lágrimas y rabia en la mirada.

—¡No! ¡No tenías! ¡Yo soy la que corre peligro, no tú!

Lisa sostuvo su mirada sin inmutarse.

—Eres mi responsabilidad.

Jennie sintió un escalofrío en la espalda.

—¿Eso es todo? —preguntó en un hilo de voz.

Lisa no respondió de inmediato.

La mano de Jennie seguía aferrada a su camisa, justo sobre su abdomen. Lisa sintió el calor de su palma, la presión de sus dedos, la tensión entre ellas.

Jennie bajó la mirada y luego la volvió a levantar, con un brillo peligroso en los ojos.

—¿Solo lo hiciste porque es tu trabajo?

Lisa no contestó.

Porque no tenía una respuesta para eso.

Jennie dejó escapar una risa temblorosa y negó con la cabeza.

—Siempre tan fría... tan distante...

Lisa apretó la mandíbula.

—Es lo mejor.

Jennie entrecerró los ojos.

—¿Para quién?

Lisa se quedó en silencio.

Jennie mordió su labio inferior con frustración.

—No entiendes nada, ¿verdad?

Lisa sintió la palma de Jennie subir por su abdomen, tocando la tela de su camiseta hasta llegar a su pecho, su clavícula, y finalmente, su cuello.

Lisa tragó en seco.

—Jennie...

—Deja de hacerme sentir así.

Lisa arqueó una ceja.

—¿Así cómo?

Jennie apretó los labios y desvió la mirada.

Lisa la observó en silencio.

Podía apartarla. Podía detener esto en un segundo.

Pero no lo hizo.

Jennie volvió a mirarla.

—Di que no te importa.

Lisa frunció el ceño.

—¿Qué?

—Dilo. —Jennie apretó su agarre en la nuca de Lisa—. Dime que no te importa lo que me pase.

Lisa sintió una punzada en el pecho.

Porque no podía decirlo.

Jennie lo notó.

Y sonrió.

—Sabía que no podías.

Y antes de que Lisa pudiera reaccionar, Jennie la besó.

Mr. General | JenLisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora