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—¿Por qué eres así?

La pregunta de Jennie rompió el silencio entre ellas.

Lisa no reaccionó de inmediato. Simplemente mantuvo la vista en el agua, como si estuviera considerando si responder o no.

—¿Así cómo? —preguntó al final, con voz tranquila.

Jennie frunció los labios.

—Tan... fría. Tan cerrada. Como si nada te importara.

Lisa dejó escapar una leve risa, sin humor.

—Eso no es cierto —murmuró.

—Sí lo es —insistió Jennie—. Siempre minimizas todo lo que te pasa. Como si no valiera la pena.

Lisa suspiró.

—Porque así aprendí a hacerlo.

Jennie la miró, esperando que continuara.

Lisa apretó los labios por un momento. Luego, sin girarse hacia ella, empezó a hablar.

—Mis padres no me querían —dijo con simpleza, como si estuviera contando un dato irrelevante—. Me tuvieron porque era lo que se esperaba de ellos, pero nunca me vieron como una hija. Para ellos, solo era un peso más que cargar.

Jennie sintió que su corazón se encogía.

Lisa continuó:

—Desde que tengo memoria, me exigieron demasiado. Me castigaban si fallaba, me ignoraban si estaba herida. Cuando me apuñalaron a los catorce, ni siquiera me llevaron al hospital. Solo me dijeron que era mi culpa por no haber sido más fuerte.

Jennie llevó una mano a su boca, horrorizada.

Lisa notó su expresión y sonrió con amargura.

—No pongas esa cara, princesa. No necesitas sentir lástima por mí.

—No es lástima —replicó Jennie de inmediato—. Es... rabia.

Lisa alzó una ceja, sorprendida por la intensidad en su voz.

Jennie apretó los puños.

—¿Y luego qué pasó? —preguntó, casi con miedo de escuchar la respuesta.

Lisa suspiró y desvió la mirada.

—Luego llegó el General Park.

Jennie parpadeó.

—¿Él te adoptó?

Lisa asintió.

—Sí. Me sacó de esa casa y me dio algo parecido a una familia. Me enseñó disciplina, me entrenó, y cuando cumplí la mayoría de edad, me enlisté en el ejército. Todo lo que soy ahora es gracias a él.

Jennie se quedó en silencio.

Ahora entendía.

Lisa no minimizaba todo porque quería. Lo hacía porque así había aprendido a sobrevivir.

Porque nadie nunca le enseñó que su dolor importaba.

Jennie bajó la mirada a las vendas en los brazos de Lisa y sintió un nudo en la garganta.

Quería decir algo.

Quería decirle que no estaba sola.

Que importaba.

Que su vida valía más de lo que ella misma creía.

Pero Lisa ya estaba mirándola con esa expresión cerrada, como si la conversación hubiera terminado.

Mr. General | JenLisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora