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Lisa permaneció en la entrada de la mansión incluso después de que el auto de Jennie desapareciera en la distancia. Sentía un vacío extraño en el pecho, una incomodidad con la que no estaba acostumbrada a lidiar.

No le gustaba sentirse... inútil.

Apretó los puños y giró sobre sus talones, dirigiéndose al gimnasio de la mansión, pero apenas dio dos pasos cuando sintió la mirada de la señora Kim sobre ella.

—No te atrevas.

Lisa se detuvo en seco y la miró de reojo.

—¿Perdón?

—Ni se te ocurra pisar el gimnasio—enumeró la mujer con calma, cruzándose de brazos—. Solo por hoy, Lisa, haz algo que realmente te relaje.

Lisa resopló, exasperada.

—Ejercitarme me relaja.

—¿Con el brazo herido? —La señora Kim arqueó una ceja—. No me hagas llamar al médico para que te lo prohíba.

Lisa suspiró, sintiéndose como una niña regañada. No estaba acostumbrada a recibir este tipo de atención. Era una sensación extraña.

—Bien, ¿y qué se supone que haga?

La mujer sonrió con satisfacción.

—Tómate el día. Duerme. Lee. Ve una película. Tienes una mansión entera a tu disposición, pero si te veo haciendo lagartijas con un solo brazo, te juro que le contaré a Jennie.

Lisa bufó con burla.

—¿Y qué?

—Y Jennie no te dejará en paz.

Lisa apretó los labios. Maldición, eso sí sonaba como una verdadera amenaza.

Con un gruñido de resignación, subió las escaleras hasta su habitación. Se dejó caer en la cama y cerró los ojos por un momento, intentando relajar los músculos tensos de su cuerpo.

No sabía cómo hacerlo.

No sabía cómo descansar.

Suspiró, dándose cuenta de lo ridículo que era eso.

Sin embargo, mientras su mente divagaba, no pudo evitar pensar en Jennie. En cómo la había provocado en los últimos días. En cómo la había besado en aquel probador. En cómo la llamaba "Mr. General" con ese tono que le erizaba la piel.

Se pasó una mano por el rostro, frustrada.

Definitivamente, esto de descansar no era para ella. Pero aún así, en un esfuerzo logró quedarse dormida.

...

Lisa despertó con el sonido de un suave golpe en la puerta. Se incorporó con el ceño fruncido, aún adormilada, y se frotó los ojos antes de responder:

—¿Qué?

La puerta se abrió y una de las empleadas entró con una bandeja de comida, depositándola en la mesa junto a la cama. Lisa la miró con incredulidad.

—La señora Kim dijo que debía traerle el almuerzo aquí —informó la mujer con voz amable.

Lisa suspiró y miró la bandeja: una sopa caliente, arroz, una porción de carne y jugo natural. Todo se veía bien, pero lo que más la desconcertaba era la intención detrás del gesto.

—Gracias —murmuró sin ganas.

La empleada sonrió y salió de la habitación, dejándola sola. Lisa miró la bandeja como si esta fuera algún tipo de bomba a punto de explotar.

Mr. General | JenLisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora