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Lisa apretó la mandíbula con fuerza.

Jennie estaba demasiado cerca.

Podía oler el dulce aroma a vino en su aliento, mezclado con su perfume caro y embriagador.

Y luego estaba su voz.

Esa maldita voz susurrándole al oído.

—Dime qué hacer, Mr. General...

Lisa sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

Cerró los ojos un segundo, intentando respirar, intentando ignorar el ardor que se acumulaba en su pecho.

Pero Jennie no le dio oportunidad de huir.

La sentía demasiado cerca, su mano deslizándose lentamente por su brazo, como si la estuviera probando, como si esperara a que Lisa explotara.

—No juegues conmigo, Jennie... —gruñó Lisa, con la voz más grave de lo normal.

—No estoy jugando... —Jennie inclinó la cabeza, rozando su nariz con la de Lisa—. Te dije que me des una orden, General. ¿No es eso lo que mejor haces?

Lisa apretó el puño sobre su pierna.

Jennie estaba borracha.

Jennie estaba siendo imprudente.

Jennie estaba tentando demasiado su control.

Pero cuando la vio lamerse los labios con descaro, fue como si algo dentro de ella se rompiera.

Lisa la agarró bruscamente de la cintura y la jaló hacia su regazo en un solo movimiento.

Jennie dejó escapar un jadeo sorprendido, pero no se resistió.

Al contrario, su mirada se oscureció con una satisfacción peligrosa.

Lisa sostuvo su rostro entre sus manos, su pulgar delineando lentamente la curva de su mandíbula.

—Jennie... —murmuró, con la respiración pesada—. Me estás llevando al límite.

Jennie sonrió, entrelazando sus brazos alrededor del cuello de Lisa.

—Ese es el punto, Mr. General...

Lisa no pudo más.

En un solo movimiento, capturó sus labios en un beso feroz.

Jennie respondió de inmediato, enredando sus dedos en el cabello oscuro de Lisa mientras profundizaban el beso.

No había delicadeza, no había suavidad.

Solo tensión acumulada, solo el choque de dos fuerzas que llevaban demasiado tiempo conteniéndose.

Lisa la estrechó más contra su cuerpo, sintiendo cada curva de Jennie presionarse contra ella.

El beso era un campo de batalla.

Ninguna estaba dispuesta a ceder.

Pero justo cuando Lisa estaba a punto de perderse por completo en el calor de Jennie, esta se apartó ligeramente, con una sonrisa satisfecha en sus labios hinchados.

—¿Esa fue tu orden, Mr. General?

Lisa respiró hondo, con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho.

La observó con sus ojos oscuros, llenos de una mezcla peligrosa de deseo y advertencia.

Jennie había encendido la mecha.

Y ahora, Lisa estaba lista para arder.

Lisa intentó recuperar el control de su respiración, pero Jennie no se lo permitió.

Mr. General | JenLisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora