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Jennie salió de la sala de billar con la respiración aún descontrolada. Apretó los puños y se mordió el labio con frustración. Odiaba la manera en que Lisa lograba desarmarla con solo una mirada. Odiaba aún más que, a pesar de su rechazo, había algo en ella que la mantenía atrapada, como una fuerza inevitable.

Caminó por los pasillos de la mansión hasta la sala principal, donde la luz tenue iluminaba la silueta de Lisa.

La general estaba de pie junto a una de las grandes ventanas, con el cabello aún húmedo por la ducha y vestida con una simple camiseta negra y pantalones deportivos. Su postura relajada contrastaba con la fuerza que emanaba de su presencia. Aun con la muñeca vendada, exudaba poder, dominio... y algo más peligroso.

Jennie tragó saliva.

Respira, Jennie. No dejes que te controle.

Se cruzó de brazos y caminó con calma hasta quedar a unos pasos detrás de Lisa.

—Si vas a seguir con esa actitud de hielo, al menos podrías explicarme qué demonios te pasa —espetó.

Lisa no se giró de inmediato.

—No tengo nada que explicarte.

—Oh, por favor —Jennie bufó, rodando los ojos—. Desde que Sehun vino, has estado actuando como si te hubiera apuñalado.

Lisa soltó una risa seca y ladeó la cabeza.

—No exageres.

Jennie frunció el ceño y avanzó hasta quedar justo frente a ella.

—Si no te molesta, entonces ¿por qué luces tan jodidamente tensa?

Lisa la miró con esos ojos oscuros y afilados que parecían perforarla hasta el alma.

—Porque me preocupa que tomes decisiones estúpidas —soltó con frialdad—. Como dejar que cualquier imbécil te toque sin pensar en las consecuencias.

Jennie sintió el golpe de esas palabras.

—¿Las consecuencias? —repitió, con una sonrisa irónica—. ¿Desde cuándo te importa con quién estoy?

Lisa apretó la mandíbula.

—No me importa.

—Entonces deja de actuar como si lo hiciera.

El aire entre ellas se volvió denso, cargado de algo que ninguna de las dos quería nombrar. Jennie sintió su propia piel arder, su pulso acelerarse. Lisa no se movió, pero su mirada ardía de rabia contenida.

Jennie dio un paso más cerca, hasta que sus rostros quedaron a escasos centímetros.

—Dímelo a la cara —susurró, con una intensidad peligrosa—. Dime que no te importa.

Lisa respiró hondo, intentando mantener el control.

—No me importa —repitió, pero su voz no sonó tan firme como esperaba.

Jennie sonrió con autosuficiencia.

—Mentirosa.

Lisa entrecerró los ojos, sintiendo su autocontrol resquebrajarse.

Jennie disfrutaba demasiado provocarla. Disfrutaba jugar con fuego, empujarla al límite.

Y Lisa estaba tan, tan cerca de quemarse.

Con un movimiento rápido, Jennie alzó una mano y la deslizó sobre la venda de Lisa, sus dedos apenas rozando su piel.

Lisa tensó los músculos.

Lisa sintió la electricidad recorrer su cuerpo con el simple roce de los dedos de Jennie sobre su muñeca vendada. Era un toque ligero, apenas una caricia, pero logró que cada fibra de su ser se tensara.

Mr. General | JenLisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora