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Jennie se frotó los ojos mientras bajaba las escaleras de la mansión, aún adormilada.

Era temprano. Más de lo que normalmente se levantaba.

La noche anterior apenas pudo dormir, todavía molesta por la discusión con Mr. General.

Pero hoy estaba decidida a ignorarla por completo.

Bostezó mientras caminaba hacia la terraza que daba al jardín. Necesitaba aire fresco antes de que su día comenzara.

Pero entonces la vio.

Lisa estaba afuera, en el césped, haciendo ejercicio.

Y no llevaba uniforme.

Jennie parpadeó.

Lisa vestía ropa deportiva: una camiseta sin mangas negra y unos leggings ajustados. Su cabello estaba recogido en una coleta alta, dejando su cuello expuesto.

Estaba haciendo flexiones, sus brazos marcándose con cada movimiento.

Jennie tragó saliva.

Lisa Manobal era...

Definitivamente más musculosa de lo que imaginaba.

Su piel bronceada brillaba levemente por el sudor, y cada vez que tensaba los músculos, su fuerza era evidente.

Jennie se quedó ahí, mirando sin darse cuenta.

Lisa pasó de flexiones a abdominales, sin descanso, con una disciplina que solo alguien como ella podía tener.

Jennie sintió algo extraño en el pecho.

No era nerviosismo.

No era admiración.

Era...

Molestia.

Sí, molestia.

Porque una vez más, Lisa lograba llamar su atención sin siquiera intentarlo.

Jennie frunció el ceño y cruzó los brazos, obligándose a apartar la mirada.

No es gran cosa, se dijo a sí misma.

Pero, por alguna razón, tardó más de lo necesario en entrar de nuevo a la casa.

Jennie trató de ignorar lo que acababa de pasar.

Pero no podía.

Durante el desayuno, su mente seguía recordando la imagen de Lisa en el jardín, con su ropa deportiva, su expresión concentrada y la manera en que su cuerpo se movía con facilidad mientras hacía ejercicio.

¿Por qué lo estás pensando tanto?

Jennie sacudió la cabeza, irritada.

—¿No vas a comer? —preguntó su madre desde el otro extremo de la mesa.

Jennie se dio cuenta de que había estado empujando la comida en su plato sin siquiera probarla.

—No tengo hambre —respondió, fingiendo desinterés.

En ese momento, Lisa entró en el comedor.

Ahora sí con su uniforme habitual, impecable como siempre.

Jennie apretó los labios.

Era absurdo que sintiera algo diferente al verla ahora, pero lo sentía.

Era como si la imagen de Lisa en ropa deportiva estuviera grabada en su cabeza, y odiaba eso.

Lisa se detuvo al lado de la mesa.

—La llevaré a la universidad en veinte minutos.

Jennie levantó la mirada con una ceja arqueada.

Mr. General | JenLisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora