Epílogo

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Eliza

El compromiso nunca me gusto, el solo hecho de pensar que alguien podría querer una vida conmigo y que —en un descuido—, hiciera una estupidez que me haría dejarlo, era aterrador, pero, cuando conocía a Stella, no había un solo momento en que no pensara en hacer mi vida con ella.

Claro que, después de lo que ocurrió hace un tiempo, ese pensamiento se fue con ella, y aquel sentimiento de terror hacia el compromiso regreso.

Cuando ella volvió a mi vida, día con día pensaba si pasar al algo serio era buena idea, pensamiento que me llevo a cometer un par de estupideces en el camino, pero es que nadie me garantizaba que ella no se iría. Claro que quería que fuera mi novia, pero ¿y si con el tiempo en Paris prometió regresar terminando la universidad? Nadie me aseguraba eso, y solo me quedaba confiar de nuevo, y me alegro de no haberme arrepentido.

Durante el último año lo único que me planteaba era conseguir un trabajo saliendo de la universidad, que, si no conseguía nada con una buena paga, tendría que ejercer lo que estudie, cosa que no me emocionaba demasiado.

Durante las vacaciones de invierno, busqué un par de empleos, y gracias a que años antes había trabajado durante las vacaciones, regresar a lo mismo no era difícil, así fui haciendo unos pequeños ahorros que, no eran muchos, pero era mejor a nada.

A mi novia le regalaron un viaje por su graduación, pero ella no quería irse directamente de viaje, tenía un sueño, y yo quería ayudar a que lo cumpliera. Trabajo para el catálogo de bienes raíces de su madre, donde la paga era buena, ambas y con ayuda de sus padres, pudimos comprar un local en el centro, donde ella montaría su estudio de fotografía, y ambas trabajábamos ahí, con el tiempo excompañeras de ella se fueron uniendo al trabajo y nos iba muy bien, aunque yo solo era encargada de administrar sus papeles, porque tenia que cumplir con los otros trabajos.

No era la vida que esperaba, porque sinceramente no sabía que vida esperaba después de la universidad, pero era una vida junto a ella y estaba más que feliz.

Después de que ella vio bien instalado su negocio, sus padres le regalaron otro viaje por su cumpleaños, y sumando el viaje que no hizo en graduación, era un viaje largo de unos meses, fue un dilema hacerla aceptar, pero al final logre convencerla de que nos mereceríamos aquello, al final recorrer el mundo con ella era un completo sueño.

Fueron los mejores meses de mi vida, y para ser la primera vez conociendo otros lugares a su lado, era lo mejor, disfrutaba mucho el tiempo con ella, pero lo que más me encantaba era despertar y verla a mi lado, día con día, sin necesidad de que alguna tendría que irse, y fue justo ahí donde me di cuenta, que eso era lo que quería.

Quería despertar cada mañana y verla a mi lado, quería ir a desayunar y que ella estuviera conmigo, quería regresar del trabajo y que ella me esperara para ver una película, quería un domingo ambas en la sala mirando el televisor sin preocupaciones, quería irme a dormir y que ella estuviera a mi lado, quería despertar a las dos de la mañana y que ella siguiera ahí, quería eso sin necesidad de que alguna tuviera que irse, y ahí entendí que volver sería difícil, porque no tendríamos nada de eso.

—Fue una fecha apartada de hace unos meses, esta en la agenda —estaba hablando por teléfono—, yo le aparte la fecha. Sí, debería llegar mañana sin problema

Me senté a su lado, me dio una sonrisa cordial antes de apartar su vista de mí.

—De acuerdo, gracias —corto la llamada soltando un suspiro

—¿Pasa algo?

—El señor Fisher llamo para ver su reservación de mañana, y se me olvido comentar eso, pero si esta reservado

Una última partidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora