El sonido del disparo resonó en la habitación como un trueno. Teresa Chávez sintió el ardor en su pecho, una punzada helada que la paralizó. Sus piernas tambalearon, la fuerza la abandonó, y cayó de rodillas. Su respiración se hizo errática, desesperada, mientras la sangre se extendía por su blusa de seda. Levantó la mirada con dificultad y vio a Fernando frente a ella, con el arma aún humeante en sus manos, su rostro desencajado por la ira y el dolor.
—Te amaba, Teresa...—susurró él, con la voz rota.
Pero Teresa apenas pudo escucharlo. Su mente comenzó a nublarse, su cuerpo se volvió pesado, como si la vida se le escapara en cada exhalación. Recordó fugazmente su infancia en la colonia, sus sueños de grandeza, los engaños, las traiciones... y el arrepentimiento. Quiso luchar, aferrarse a la vida, pero la oscuridad la envolvió. Un susurro escapó de sus labios.
—Lo siento...
Entonces, todo se apagó.
Pero no fue el fin.
Un jadeo desesperado llenó sus pulmones, como si emergiera de un sueño profundo. Su corazón latía con fuerza, sus sentidos despertaron en un estallido de confusión. Sus ojos se abrieron de golpe, cegados por una luz débil. Respiraba. Estaba viva. Pero... algo estaba mal.
Se incorporó con dificultad, sus manos temblaban. Miró a su alrededor. No era su habitación, no estaba en su casa. La habitación era sencilla, demasiado simple para su gusto, con muebles de madera desgastada y paredes de un tono apagado. Se llevó las manos al pecho, buscando la herida, la sangre... pero no había nada. Solo una piel suave y pálida que no le pertenecía.
Con un nudo en el estómago, se levantó tambaleante y se acercó al espejo. Y lo que vio le heló la sangre.
El reflejo en el espejo no era el suyo.
Sus ojos oscuros habían sido reemplazados por unos más grandes y expresivos, su piel morena ahora era blanca como la nieve, y su cabello, en lugar de ser oscuro y voluminoso, era castaño y lacio. Llevó una mano temblorosa a su rostro, sintiendo la suavidad de una piel que no reconocía. Su respiración se agitó.
—¿Qué... qué es esto? —susurró.
Su mente intentó encontrar una explicación, pero todo era un caos. Recordaba su vida como Teresa Chávez con claridad: su infancia, su ambición, sus errores... su muerte. ¿Cómo era posible que estuviera viva?
Se aferró al borde del tocador, respirando hondo. No podía entrar en pánico. Si algo había aprendido en su vida, era a mantener la calma en las situaciones más extremas.
Tragó saliva y escaneó la habitación. Había fotografías en el buró, pero ninguna le resultaba familiar. Tomó una y observó a una chica con el mismo rostro que ahora veía en el espejo. Estaba junto a un hombre de bigote y cabello corto, que parecía mayor.
—Charlie... —susurró, como si la palabra viniera de lo más profundo de su mente.
No sabía cómo lo sabía, pero entendía que ese hombre era su... padre. O mejor dicho, el padre de la dueña original de este cuerpo.
Las piezas comenzaron a encajar poco a poco. ¿Había renacido en otra persona? ¿Era posible? Parecía absurdo, pero no había otra explicación.
—Bella Swan...—murmuró, probando el nombre en sus labios.
Ese era el nombre de la chica en la que ahora vivía. Y aunque no entendía cómo ni por qué, una cosa era segura: Teresa Chávez había muerto. Y ahora, en este nuevo cuerpo, tenía una segunda oportunidad.
El destino le había dado una nueva vida. Pero ¿qué haría con ella?

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Renacer en otra piel [CREPÚSCULO]
Fantasy-En proceso de reescritura- Cuando Teresa Chávez muere a manos de Fernando, su historia debería haber terminado. Pero en ese mismo instante, en un lugar muy lejano, Bella Swan también fallece, consumida por la depresión tras el abandono de Edward Cu...