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Al llegar salió del coche, con los ojos fijos en la imponente mansión que tenía delante. Se acercó a la puerta, sus pasos resonando en la tranquila noche. Sin dudarlo, golpeó con fuerza, golpeando el mármol con el puño.
Al cabo de un momento, la puerta se abrió, revelando al mayordomo de In-ho. — Señor Jun-ho — dijo el hombre con voz neutra. — Que gusto tenerlo por acá.
Jun-ho no dijo nada y pasó junto al mayordomo, sus ojos escudriñando el vestíbulo en busca de alguna señal de su hermano. Camino por los pasillos hasta llegar al estudio encontrandolo ahí.
El Alfa mayor estaba sentado detrás de un gran escritorio de caoba. El levantó la vista cuando su hermano menor entró, con una sonrisa en sus labios. — Lo que faltaba — dijo, reclinándose en su silla. — ¿A qué debo el placer de esta visita inesperada?
Los ojos de Jun-ho se entrecerraron mientras se acercaba al escritorio, con los puños apretados a los lados. — Deja la mierda, In-ho — dijo con voz baja y peligrosa. — Sé lo de Gi-hun. Sé que él es el omega que dio a luz a tus cachorros, y sé que lo abandonó para salvar su vida.
La sonrisa de Inho se ensanchó, sus ojos brillaban de diversión. — Ah, así que confesó finalmente — dijo, hundiendo los dedos bajo la barbilla. — Debo decir que me sorprende que te haya llevado tanto tiempo descubrirlo. ¿No que eres un Oficial profesional?
Jun-ho golpeó el escritorio con las palmas de las manos de manera furiosa, inclinándose cerca de In-ho. — No juegues conmigo, hermano — gruñó. — Quiero la verdad. Toda.
El Pelinegro se rió entre dientes, sus ojos nunca se apartaron de la cara de su hermano menor. — ¿La verdad? —repitió, con la voz empapada de sarcasmo—. Muy bien, te diré la verdad. Gi-hun es un omega débil y patético que no pudo manejar las responsabilidades de ser un Omega fiel. Se fue, dejando a sus cachorros atrás como si no fueran nada.
El corazón de Jun-ho se aceleró mientras escuchaba las palabras del mayor, su ira crecía con cada segundo que pasaba. — Se fue por qué hacías su vida una mierda — escupió. — Porque eres un monstruo que prefirió ver sufrir a su propio omega antes que tener una familia feliz.
In-ho se puso de pie, su silla rozando ruidosamente el suelo. — Cuida tu lengua — le advirtió con voz baja y amenazadora. — No sabes de lo que estás hablando.
Junho se enderezó, sus ojos brillaban con furia. — Sé que eres un bastardo de mierda y cruel que solo se preocupa por sí mismo — continuó, elevando su voz con cada palabra. — Manipulaste a Gi-hun, lo amenazaste y le hiciste sentir que no tenía más remedio que irse. ¿Y para qué? ¿Para criar a esos cachorros como si fueran adultos y borrar todo rastro de su madre?
La cara de In-ho se torció de rabia, sus manos se curvaron en puños a los lados. — No sabes ni lo que pasó con certeza — gruñó. — No sabes lo que es tener un omega como Gi-hun, débil e inútil. Pero sigues creyendo en los viejos cuentos de hada ¿No? Piensas que Gi-hun te ama profundamente, piensas que el daría la vida por ti.
