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Cinco años después, Gi-hun se sentó en la lujosa sala de estar de la mansión Hwang Jun-ho, bebiendo una copa de vino. Los recuerdos de esa fatídica noche aún permanecían en su mente, pero se veían eclipsados por el amor y la felicidad que había encontrado con Jun-ho.
Su relación había florecido a lo largo de los años, comenzando como una asociación y evolucionando hacia algo más profundo y significativo. El Alfa había cumplido su promesa, protegiendolo y tratándolo con el mayor respeto y amabilidad. Ahora, estaban comprometidos, próximos a casarse. La vida de Gi-hun estaba muy lejos de los horrores que había soportado a manos de In-ho y el Prostíbulo.
Jun-ho entró en la habitación, con una suave sonrisa en su rostro. — Mi amor...¿Cómo estás?
El Pelirrojo levantó la vista, su corazón se hinchaba de amor y afecto. — Estoy bien — dijo en voz baja, dejando su copa de vino sobre la mesa de café. — Solo pensaba en lo lejos que hemos llegado.
El Alfa se sentó a su lado, extendiendo su mano para tomar la de Gi-hun. —Efectivamente — murmuró, rozando suavemente los nudillos del Pelirrojo con el pulgar — Estoy muy agradecido de tenerte en mi vida, Gi-hun. Me has traído tanta alegría y felicidad.
El menor se inclinó hacia el tacto de Jun-ho, saboreando la calidez y el consuelo de su presencia. — Yo también estoy tan feliz — dijo, su voz apenas por encima de un susurro. — Me has salvado, Jun-ho. Me diste una vida que nunca pensé que podría tener.
Esa noche, ambos tenían una reunión importante de Jun-ho con algunos negociantes. La atmósfera en la mansión estaba impregnada de un aire de anticipación y nerviosismo. Gi-hun se movía de un lado a otro, asegurándose de que todo estuviera en orden.
Respiro hondo, tratando de calmar sus nervios. Había recorrido un largo camino desde aquella primera noche con el Alfa, pero la idea de estar rodeado de hombres adinerados todavía lo ponía ansioso.
Jun-ho entró en la habitación, luciendo guapo y seguro en su traje a medida. Sonrió cálidamente, sus ojos llenos de amor y admiración. — Te ves hermoso — dijo, acercándose a Gi-hun y alisándose la corbata.
Salieron y llegaron muy pronto. Al entrar en el lugar de la convención, los ojos de Gi-hun se abrieron de asombro. Las paredes blancas estaban pulidas a la perfección, y la habitación se llenaba con el suave murmullo de las conversaciones y el tintineo de las copas. Los camareros con uniformes impecables circulaban con bandejas de entremeses y champán.
Jun-ho colocó una mano tranquilizadora en la parte baja de la espalda de Gi-hun, guiándolo a través de la multitud. — Quédate cerca de mí — susurró, su aliento cálido contra la oreja de el. — Sabes que no es necesariamente que hables. Solo sonríe y luce bonito.
El Omega afirmo sonrojado mientras se acercaban a un grupo de hombres bien vestidos. El famoso oficial los saludó calurosamente, y su prometido hizo todo lo posible para mantener una fachada tranquila y serena.