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— 🍂 ᴘʀᴏᴛᴇᴄᴛɪᴏɴ
El camino de regreso a casa de Emily fue un borrón de imágenes y sonidos distorsionados para Paul. Todo su mundo se reducía a la chica en su lomo. Kalani estaba fría. Demasiado fría.
El peso de su cuerpo inerte sobre su espalda lo mantenía en un estado de tensión insoportable, cada segundo sin oír su voz o sin ver esos ojos oscuros clavados en los suyos se sentía como una tortura.
Pero estaba viva.
Se aferró a eso mientras corrían de regreso, sin detenerse, sin dudar.
Y cuando llegaron a la cabaña de Emily, cuando cruzaron la puerta, cuando la preocupación de los demás se hizo más evidente... Paul no la soltó.
Ni siquiera cuando Emily corrió hacia ellos, con el rostro lleno de angustia.
- Llévala a la habitación - Fue lo único que dijo Sam, pero Paul ya lo estaba haciendo.
Empujó la puerta de uno de los cuartos extra con su hombro y entró sin cuidado, sin importarle el crujido de la madera bajo sus pies ni los murmullos detrás de él. Él sentía que si la soltaba, la perdería.
- Paul - La voz de Emily fue suave, pero él ni siquiera la miró.
Ella intentó acercarse, pero el gruñido bajo que salió del pecho de Paul la detuvo.
- Tengo que curarla - Dijo Emily con una paciencia forzada - Tienes que dejarme verla.
Paul sacudió la cabeza con firmeza, sosteniéndola con más fuerza contra su pecho.
Su mente era un caos de pensamientos incoherentes. Su respiración estaba descontrolada. Su piel ardía con la intensidad de su desesperación.
Sabía que Kalani necesitaba ayuda. Lo entendía. Pero su cuerpo, su instinto, se negaba a soltarla. La había tenido lejos por demasiado tiempo y no iba a permitir que la alejaran de nuevo.
- Paul, ella necesita atención - Insistió Emily, más firme esta vez - No la estás ayudando así.
Sam se acercó entonces, con una expresión dura pero comprensiva - Déjala, Paul. Ve a cambiarte.
Paul apretó la mandíbula y se quedó completamente inmóvil por varios segundos, su pecho subiendo y bajando de manera irregular.
Pero entonces, el sonido de un gemido débil lo hizo reaccionar. Kalani se removió apenas, un suspiro de incomodidad escapando de sus labios.
Paul sintió como si le hubieran clavado un cuchillo en el estómago y Cerró los ojos con fuerza, conteniendo un gruñido de frustración. Y lentamente, con un esfuerzo casi inhumano, la dejó ir.
Pero solo por un momento, solo el tiempo suficiente para que Emily y Sam la acomodaran en la cama y comenzaran a tratar sus heridas, y para que él se pusiera un short.