DANTE.
No suelo ser un hombre de ideas impulsivas, me gusta tener el control, no estoy acostumbrado a tener que depender de la suerte para que las cosas resulten bien, y tal vez es por eso, que esta noche me encuentro más nervioso de lo habitual.
No debería estarlo, es decir, es simplemente una gala. He asistido a muchas de ellas, estoy acostumbrado al ambiente, pero esta se siente diferente.
Y sé bien que eso tiene mucha relación con la chica que se encuentra arreglándose a unos metros de distancia. No pensé mucho sobre si extenderle una invitación tendría consecuencias, no razoné lo que eso realmente puede significar, y es debido a eso que ahora siento como si fuese a colapsar en cualquier segundo.
El auto que debe recogernos ha llegado, el chofer se encuentra esperando por nosotros y yo estoy a cinco segundos de salir y decirle que se marche porque he cambiado de opinión y no pienso asistir.
Pero no lo hago por dos razones, la primera, Carina probablemente me asesine si cancelo mi asistencia, y segundo, no soy tan cabrón como para echar por la borda todo el tiempo que Valentina ha invertido en arreglarse. Que, según mis cálculos sobre pasa las tres horas.
—Valentina, tenemos que irnos —elevo el tono de mi voz cuando miro la hora en el reloj de mi muñeca. Se supone que a esta hora deberíamos de estar en camino, Carina es demasiado exigente con la puntualidad y ya tengo demasiadas cosas en la cabeza como para sumarle los sermones de mi hermana.
—¡Un segundo! —grita desde su habitación.
Tamborileo el único pie que puedo mover, en un intento de aliviar la sensación ansiosa en mi sistema, la corbata que porto comienza a ahogarme y estoy bastante tentado a deshacerme del saco.
Cuando escucho el sonido de la puerta de la habitación de valentina abrirse, me incorporo. Me ajusto las muletas debajo de los brazos mientras mantengo mi atención en el pasillo, esperando porque Valentina aparezca, y cuando lo hace...joder...
El sonido de sus tacones me llena los oídos, camina hacia mí con una expresión que no puedo descifrar del todo bien, pero lo que realmente me deja sin palabras es el vestido. Su vestido.
Negro. Ajustado en los lugares exactos, con un escote elegante pero lo suficientemente atrevido como para hacerme perder el hilo de cualquier pensamiento coherente. La tela se desliza sobre su cuerpo como si estuviera hecha para ella, realzando cada curva sin esfuerzo. La abertura en su pierna es un desafío en sí misma, y el conjunto se ve aún más letal con sus tacones altos y la forma en que su cabello cae en ondas suaves, enmarcando su rostro con una perfección casi insultante. Tiene un maquillaje sencillo, una sombra ligeramente oscura le enmarca la mirada y los labios pintados de un rojo carmín que me hacen sentir una tentación que nunca antes he experimentado.
Mierda.
No es un vestido cualquiera, eso es evidente. Y una parte irracional de mí se cuestiona si seré capaz de tolerar la atención que ella atraerá, es un casino, lleno de idiotas petulantes y...¿Por qué siquiera estoy pensando en eso?
Valentina frunce los labios, evaluando mi reacción con una pizca de diversión en su mirada, como si supiera exactamente el efecto que causa. Y claro que lo sabe.
—¿Tanto silencio significa que elegí bien? —trago en seco, recomponiéndome porque no quiero dejarme en más en evidencia y seguir avergonzándome a mi mismo.
—Ese no es un vestido cualquiera. — murmuro con mi voz saliendo más grave de lo que esperaba.
Ella arquea una ceja.

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Un desastre llamado amor.(SL#6)
Teen FictionDante Lombardi lo tenía todo: una prometedora carrera, un futuro estable y la mujer con la que planeaba casarse... hasta que la encontró en la cama con su mejor amigo. Atrapado entre el orgullo y la rabia, tiene la certeza de que el amor no es más q...