Me sentía rara, aunque no de una manera desagradable. Era una sensación de extrañeza cálida, como si estuviera envuelta en una realidad que aún no terminaba de procesar. Abrí los ojos lentamente y lo primero que sentí fue el peso de su brazo alrededor de mi cintura, firme, seguro, como si incluso dormido temiera que pudiera desvanecerme. Ryker dormía profundamente, su respiración era pausada y tranquila, su pecho subía y bajaba con un ritmo que, sin darme cuenta, comencé a imitar. Su olor estaba en todas partes, impregnando las mantas, su camiseta, mi propia piel.
Dormir juntos se había convertido en una costumbre, algo que con el tiempo dejó de sentirse inusual. No había torpeza ni dudas, solo la certeza de que pertenecíamos a este espacio compartido. Su cuerpo encajaba perfectamente con el mío, como si de alguna forma hubiera sido diseñado para acomodarse a mi presencia. Su calor era reconfortante, envolvente, y me hacía sentir segura de una manera que no sabía que necesitaba.
Deslicé mis dedos sobre la tela de su camiseta, sintiendo el suave movimiento de su respiración bajo ellos. No quería despertarlo, pero tampoco quería separarme. Había algo en este momento que se sentía especial, diferente. Tal vez porque era la primera vez que despertaba con la consciencia plena de cuánto significaba esto. De cuánto significaba él.
Por la tarde, mientras terminaba de comer, aún sentía ese algo extraño recorriéndome la sangre. Era una especie de cosquilleo que iba y venía, un calor inexplicable que me hacía removerme en mi asiento sin razón aparente. No sabía qué era, solo que estaba ahí, vibrando en mi interior como una corriente eléctrica que no lograba apagar.
Ryker lo notó. Siempre lo hacía.
—¿Estás bien? —preguntó con el ceño ligeramente fruncido, dejando los cubiertos a un lado.
Yo asentí, aunque en realidad no estaba del todo segura.
—Sí, solo... No sé, me siento rara.
Él me sostuvo la mirada por un momento, como si tratara de descifrar qué me pasaba. Me encogí de hombros, queriendo restarle importancia, pero el cosquilleo se intensificó cuando sin darme cuenta pasé la lengua por mis labios. Su mirada bajó a mi boca y mi piel se encendió aún más.
—¿Quieres postre? —pregunté de repente, buscando cualquier cosa que me distrajera de la forma en que su simple presencia parecía afectar cada fibra de mi cuerpo.
Ryker ladeó la cabeza y sonrió de lado, esa sonrisa tranquila y segura que siempre me desarmaba.
—Tenemos pie de manzana. ¿Te sirvo un pedazo?
Asentí sin pensar. Él se levantó y caminó hacia la cocina, y lo observé en silencio, con el corazón latiéndome demasiado rápido en el pecho. Cada uno de sus movimientos parecía amplificado, como si lo estuviera viendo con nuevos ojos. Sus brazos, su espalda, la forma en que sus dedos hábiles sacaban el postre del refrigerador... Todo en él me parecía de repente fascinante.
Volvió con un plato y un tenedor, dejándolo frente a mí con una pequeña sonrisa.
—Aquí tienes, tu favorito.
Miré el pie, luego lo miré a él. Algo dentro de mí se removió con más fuerza. No quería el postre. No ese, al menos.
Mi lengua humedeció mis labios por instinto y levanté la vista para encontrarme con la suya. Su expresión cambió, sus ojos adquirieron un brillo más oscuro, como si entendiera sin que yo tuviera que decir una sola palabra.
No quería el sabor del pie de manzana.
Quería el sabor de sus labios.
El deseo me golpeó con la fuerza de una ola imparable. Ni siquiera pensé en ello; simplemente me incliné hacia él, buscando su boca con una necesidad que no sabía que existía en mí. Apenas nuestros labios se rozaron, Ryker soltó un leve suspiro contra mi piel antes de tomar el control del beso.

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Somos Arte
Teen FictionLa vida amorosa de Gia está por los suelos. Descubrió a su novio engañándola con su mejor amiga, y luego de unas largas vacaciones de verano empieza su último año de preparatoria donde tiene que enfrentarse a esta nueva pareja. Así que para demostra...