Un desastre llamado amor.(SL#6)

10.- Amar nunca fue el error.

Playlist: taylor swift - the smallest man who ever lived 

Taylor Swift – my tears ricochet

Dante Lombardi

Estoy agotado, tengo un dolor punzante en las sienes que creí desaparecería con una siesta, pero cuando abro los ojos debido a los gritos proveniente de mi sala, este vuelve con más fuerza.

—¡Dante! ¿Dónde carajos estás?

Por un segundo, me cuesta reconocer la voz, primero porque sigo adormilado, luego, cuando el grito vuelve a escucharse, no me creo que en verdad esa mujer se haya atrevido a venir a mi hogar.

—¡Dante, maldita sea!

—¡Tienes que dejar de gritar, joder! —la voz de Valentina retumba por la casa y aprieto los párpados mientras considero seriamente la idea de no levantarme de la cama, y quedarme aquí hasta que Sienna se marche.

Pero sé que no se irá tan fácilmente, al menos no sin revisar cada maldita habitación. Me incorporo, siento que el cuerpo me pesa mientras me siento en el borde de la cama, y extiendo las manos para tomar las muletas. Hago una mueca cuando tengo que moverme hacia la puerta, la discusión continúa aún cuando abro la puerta y salgo.

—Ya lo dije, tienes que irte —Valentina se cruza de brazos, mirando con dureza a Sienna —le diré que viniste y si él quiere hablar contigo, entonces te llamará.

Una risa burlona brota de Sienna.

—Pero ¿quién te crees que eres? —cuestiona dando un paso hacia el frente —no eres nadie para correrme...

—Pero yo si —ambas mujeres se tensan cuando mi voz se escucha esparciéndose por la sala —y creo que fui bastante claro cuando dije que no quería volver a verte.

Sienna se gira, en el segundo en el que sus ojos encuentran los míos, siento el dolor volver, mezclándose con la rabia. Mi pecho se aprieta con fuerza y creo que me quedo sin palabras. Por años la mujer que tengo enfrente significó mi todo, le entregué todo de mí pensando que sería valorado y lo único que obtuve fue un puñal por la espalda, clavado con toda la intención.

—Dante...

—Así que no pierdas tu tiempo, ni me hagas perder el mío, y lárgate de mi casa —ordeno —no quiero verte de nuevo por aquí.

—Tienes que dejarme explicar las cosas —dice acercándose y retrocedo, ella se detiene enseguida —por favor, Dante, no puedes echar por la borda todos los años que hemos pasado juntos, no puedes...

—¿Qué dices? No fui yo quien tiró todo por la borda —espeto —fuiste tú, lo hiciste tú en el segundo en el que cogiste con el que era mi mejor amigo. No quieras hacerme responsable de esto.

Sus ojos se humedecen, el dolor vuelve a presentarse en mi pecho, apretándome la garganta, tanto que creo que voy a dejar de respirar.

—Tienes que perdonarme, yo no...

—No, no tengo qué —mascullo —no tengo ni quiero hacerlo, por mí puedes irte al carajo Sienna, ya no me importa.

Parpadea varias veces, noto las lágrimas contenidas en sus ojos y por un segundo, mi armadura se quiebra, se retuerce con tanta fuerza porque recuerdo cuando la quise. Lo mucho que confié en ella, pero entonces recuerdo todas las veces en las que ya he visto esta actuación, todas las veces que ahora tienen sentido, las discusiones que ella conseguía ganar cuando se mostraba rota y vulnerable. Ya caí demasiadas veces, esta no va a ser la excepción.