Anduvieron durante un par de minutos, subieron algunas escaleras y, finalmente llegaron a su nueva habitación.

La enfermera sacó la llave y abrió la puerta con facilidad. Lauren entró la primera; aquello era verdaderamente pequeño. Había una cama y un escritorio. También pudo ver una estantería con un par de libros reposando y una ventana con barrotes. El suelo estaba cubierto por una moqueta verde, a juego con la colcha de la cama y, en la pared de su derecha, había una pintura de un paisaje chino.

-¿Dónde está el baño? -preguntó entrecerrando sus ojos, mientras se volvía a la enfermera.

-Oh, lo siento cielo, pensé que ya te habrían informado tus padres.

-¿Informado sobre qué?

-Aquí ninguna habitación tiene baño personal -informó la chica. -Hay una sala con retretes y platos de ducha en cada planta, supervisados a cada momento por una enfermera.

-¿Por qué? -preguntó la ojiverde confundida.

-Así evitamos que devolváis la comida que ingerís.

-Así hacéis que queramos recuperarnos antes, ¿no? -preguntó Lauren encogiéndose de hombros. -Pues te aviso, a ti y a todos lo enfermeros de este estúpido centro de rehabilitación, que si me recupero, será para salir antes y poder vomitar todas las comidas de nuevo.

La rubia se quedó perpleja y Lauren no dejó de mirarla ni un solo segundo. Hasta que el ruido de la puerta las hizo que ambas se giraran.

-¿Todo bien por aquí? -preguntó el recepcionista. -Traigo la bolsa de Lauren. Estaba limpia.

-Qué sorpresa -dijo Lauren sarcásticamente. -Pensaba que mi madre me había metido el Ron y el cuchillo. Se le habrá pasado.

-Louan, ¿me dejas con ella un momento? -preguntó y la chica salió de la habitación sin decir nada más. -¿Qué hay, Lauren? Soy Shawn. Shawn Mendes.

-Genial -dijo Lauren antes de comenzar a golpear el termostato para que comenzara a funcionar. -¿Cómo se pone esto?

-Sólo tienes que darle a aquí -informó el chico pulsando un botón de arriba.

-Gracias -susurró.

-Está bien -contestó él. -En primer lugar, quería darte la enhorabuena. No he podido ir al partido hoy, pero me hubiera encantado.

Lauren miró al chico de arriba a abajo, como si lo conociera de algo.

-¿Tú no eres muy joven para estar trabajando? -preguntó.

-Tengo 17 años -contestó. -Técnicamente, sí; soy bastante joven. Pero mis padres son los dueños de esto y me quisieron introducir en el mundillo del trabajo. A fin de cuentas, es verano. No pierdo nada.

-Si yo pudiera salir de aquí, haría lo que fuera por echar a correr -dijo Lauren sentándose en la cama.

-¿Y a dónde irías primero? -preguntó Shawn genuinamente.

Lauren pensó en Camila como primera opción, pero la descartó. Estaba muy dolida con ella. Por no hablar de sus padres. Pensó en Ally, Normani y Dinah; pero eso implicaría ver a Camila también.

-Lejos -contestó tras unos segundos de meditación. -Muy lejos de aquí.

-Estoy seguro de que hay gente que te quiere muchísimo, Lauren -dijo él. -De otra forma, no estarías aquí.

Ella rió sarcásticamente. Lo último que se sentía en aquel momento, era amada. Más bien se sentía inútil y poco importante para los suyos.

-Está bien, este es tu horario -dijo Shawn sacando un folio de su carpeta. -Se desayuna a las 9, se almuerza a las 13, se merienda a las 16 y se cena a las 19. El horario de recogida a la habitación es a las 21 entre semana y a las 23 los fines de semana. Hay talleres de lectura, baloncesto y baile los lunes, miércoles y jueves respectivamente. Puedes andar de aquí para allá hasta el toque de queda, puedes ir a la biblioteca, al patio o a la sala de estar. También puedes pedir una televisión en recepción si te apetece, te la traen en un par de horas.

El destino de la casualidad (Camren)Where stories live. Discover now