Capítulo 50

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Una vez me contaron una historia.
Era sobre una pareja, los cuales cuando al fin habían superado todos los obstáculos que la vida les había puesto, y lograron estar juntos. El maldito destino la hace olvidar lo que alguna vez fueron.

¿Es el destino o la mala suerte?

Jake.

—¿Por qué te ves tan preciosa siempre? —. Susurré al ingresar a la habitación, ya no hacia nada más que suplicar que despierte, así sea inconscientemente, lo deseaba, en silencio, en mi mente, lo deseaba cada vez que la miraba tirada en la cama, inmóvil.

Deseaba que me mirara una vez más, así no me recuerde, así no sepa quién soy, solamente quería que me sonriera una vez más.

—¿Cómo está? —la voz de Danna llega a mis oídos y me giro de golpe en su dirección.

—Bro —Alan apareció a su lado, Danna se movió y llegó hasta la camilla de Sam —. Lo siento tanto —, susurró y me abrazó

—¿Por qué deberías sentirlo? No es como si ella, como si ella se... —la simple idea me aterraba tanto que me impedía hablar.

—¿Por qué no has arreglado su cabello?  —la voz quebrada de Danna me rompe el corazón, sus ojos llenos de lágrimas me destrozaban aún más —, a ella no le gustaría ver sus rizos así, ¿por qué no arreglaste su cabello...?

—Está bien, cariño —. Alan tomó a Danna entre sus brazos para calmarla mediante un abrazo —, trajimos esto, Danna dijo que Sam lo tenía listo por si algo pasaba —, Alan me extendió un bolso lila, lo tomé entre mis manos y observé como Alan salía de la habitación con Danna entre sus brazos hecha un mar de lágrimas.

Abrí el bolso, encontré un rociador junto a un par de peines y una crema para definir rizos. Una nota al fondo de todo salía a relucir, la tomé entre mis manos y aprecié aquellas palabras escritas en el pequeño papel.

"Nena, ¿sabes lo mucho que odiaría si de casualidad llego a ir al hospital de manera curiosa y mi cabello no está definido? Si no lo está, y no estoy muerta, mátame, por favor"

—Att: tu niña bonita.

Posdata: te amo, te amo con todo el corazón, no lo olvides nunca. Y si ya no estoy, si el dolor me consumió, si mi madre acabó conmigo, o si el agujero negro en el que me encuentro me arrastró consigo, por si me rendí, te pido que no olvides que siempre te amaré, pase lo que pase.

El nudo en mi garganta se agrandó y no  hice nada más que llorar, eso era lo que hacía últimamente, lloraba por cada cosa que estaba relacionada con ella.

Leía la carta una y otra vez, ¿la carta iba dirigida hacia Danna o hacia a mi?

Tomé el rociador sin esperar a que las lágrimas se detuvieran, ingresé al baño y llené la pequeña botella de agua. Salí de la habitación y me posé al lado de la cama de Sam.

Mojé su cabello pero no sé si fué con lágrimas o con el agua, pero de que estaba mojado, lo estaba.

—¿Ya te dije lo mucho que amo tu cabello? —susurré, mientras rizaba su cabello entre mis dedos. Mechón por mechón lo definía, mientras las lágrimas seguían bajando por mi mejilla llegando hasta sus mejillas —perdóname, te mojé —, reí entre lágrimas, al terminar me senté en un espacio en la camilla a su lado —. Sabes, el día en el que te vi por primera vez, ya de adolescentes, con solo ver tus ojos cafés supe desde un principio que eras la niña de esa noche —besé su mano —y te he escrito cada día desde aquella vez. Y cuando volví a verte, los sentimientos se dispararon hasta el punto de hacer estallar cada vena de mi corazón. Nunca tuve la intención de decirte, no hasta el día en el que termine el libro que estoy escribiendo para pedirte matrimonio, ¿lo recuerdas? —tragué saliva para no ahogarme en mi llanto —está la primera vez que te vi, lo insoportable que eras de pequeña, cosa que es mentira porque el día en el que te encontré en esa piedra fuiste la única capaz de hacerme sentir algo, mantengo en pie lo de que el amor no te hace sentir mariposas. El amor te hace vibrar el alma, y es lo que hiciste conmigo —. Las lágrimas adornaron mi discurso. Una lágrima descendió de mi mejilla y cayó en su muñeca en un hilo —Por favor, despierta, tengo que cumplir la promesa que me hice de pequeño. Tengo que casarme contigo, por favor —rogué, no hacía nada más, solo le imploraba que volviera, pero ella no lo hacía, y eso era devastador.

Me senté en la silla y abrí el pequeño libro que yacía en mis manos, lo abrí y leí la dedicatoria escrita con un bolígrafo entre tachones.


Dedicatoria.

Para aquella chica que fue la luz en mi tormenta, aquella ancla que me mantuvo firme cuando quise desfallecer.

Para la chica de mis sueños, la que pintó de colores mis días grises y le dio música a mi silencio.

Para mi chica, la que con una sonrisa ilumina el mundo y con un abrazo calma mis miedos.

Para mi Sam, mi compañera, mi confidente, mi todo.

—¿Recuerdas que prometí escribirte un libro para pedirte matrimonio? —solté en un suspiro mientras sonrío al ver el libro entre mis manos —. Bueno, la vida tiene otros planes, unos bastante dramáticos, debo admitir —río —. Pero aunque mi memoria me falle, mi corazón recuerda. Recuerda cada risa compartida, cada mirada cómplice, cada momento que me hizo saber que eras tú, siempre tú —mi voz se quebró y me derrumbre encima de su pequeño y frágil cuerpo —. Este cuaderno, estas palabras, son un fragmento de ese libro, de tu libro, nena, y necesito que despiertes para terminarlo. No plenaba hacerlo así, ni en este lugar, ni a esta hora, pero también quiero que sepa que son la prueba de que mi amor por ti es más fuerte que cualquier olvido. Sam, mi amor, mi vida, ¿me harías el honor de permitirme amarte para siempre? Prometiste que siempre estarías para mí, ¿lo olvidas? —susurré con las lágrimas bloqueando el acceso del aire a mis pulmones.


—¿No ha llegado el doctor? —la voz de Danna me saca del trance, cierro el cuaderno enseguida y salgo de la habitación sin decir nada. Avancé hasta los baños y me encerré, resbalé por la puerta con el dolor atravesándome el corazón mientras apretaba el pequeño libro entre mis manos.

No quiero perderla, tengo miedo. Este sentimiento me estaba arrastrando a un vacío del que ya había salido, por ella, gracias a ella.

Ella es mi rumbo, y sin ella estoy perdido.

—Dios, sé que no suelo hablar contigo —susurré —pero esto duele —señalé mi pecho mientras miraba al techo —quítame este dolor que tengo en el corazón, por favor —dije en un hilo de voz —devuélvemela.

El abismo me consumía, sin ella yo estaba solo, vacío, sin un lugar al que ir. Sin ella volvía a consumirme el abismo.

La pregunta es, ¿podré mantenerme fuera de aquél agujero negro hasta que ella vuelva?

Una Ilusión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora