Extra: La paliza

6.8K 432 50
                                    

Escenas ocurridas antes del capítulo 28

Kasia había desaparecido del aula desde que escuchó la campana sonar. Archie la había invitado a su partido de Rugby que era en unas horas, había dicho que podía ir, pero no tenía ganas de ver a hombres con mucho músculo corriendo en un pasto y ensuciarse de lodo.

Solo quería ver al mío.

Bajé las escaleras y me adentré a la aglomeración de alumnos que iban a sus casas. No estaba a tanta distancia de la salida cuando un brazo me pasó por el hombro y luego otro. Sabía que no era Ryker por el olor y la altura.

—Gia Rockefeller —sonrió Xander.

Me apresuré a caminar y traté de empujarlos, pero había muchas personas y no podía escapar tan fácilmente. Mi corazón latía con fuerza, pero me obligué a mantener la calma.

—¿Qué quieren? —pregunté, sin detenerme.

Xander se colocó a mi lado, igual de relajado que siempre, como si todo fuera un simple juego para él.

—Tu noviecito le dio un golpe a mi amigo.

Me giré a verlo con el ceño fruncido.

—Eso le pasa por meterse conmigo.

Su sonrisa se amplió, pero sus ojos destellaron con algo peligroso.

—Así que estás diciendo que lo merecía... Interesante.

—No estoy diciendo nada —repliqué, sintiendo la frustración trepar por mi espalda—. Ahora, si me disculpan, tengo cosas más importantes que hacer que perder el tiempo con ustedes.

Intenté pasar entre la multitud, pero sentí cómo Xander se inclinaba hacia mí, su voz sonando demasiado cerca.

—Gia, en serio podemos hablarlo. Darla ya se fue, no puede interferir entre nosotros.

Le lancé una mirada asesina a Koen. Pero traté de escabullirme entre las personas y llegar hacia Ryker.

—Gia —me tomó del brazo.

—¿Tú no tienes sangre en la cara o qué te pasa? —espeté, cruzándome de brazos mientras lo fulminaba con la mirada.

Koen dejó escapar un suspiro exasperado, como si yo fuera la molesta en esta situación. Como si él no fuera el imbécil que me había destrozado.

—Gia, ¿otra vez con esto?

—¿Otra vez? —solté una risa amarga—. Perdón si no lo supero tan rápido como tú, que parece que ni te pesó. Claro, ¿por qué te pesaría? Tú no fuiste el que se quedó como una completa idiota mientras todos sabían lo que pasaba a mis espaldas.

Lo vi endurecer la expresión, pero no me importó.

—¿Sabes lo peor, Koen? Que yo de verdad confié en ti. Te defendí cuando mis amigos me dijeron que no eras de fiar, te creí cuando me mirabas a los ojos y jurabas que me amabas. Y todo ese tiempo, ¿qué hacías? Besabas a Darla. Tocabas a Darla. Le decías las mismas mentiras a Darla.

Él apretó la mandíbula.

—No fue así...

Xander se alejó un poco y las personas de alrededor se detuvieron a mirar.

—¡Sí lo fue! —espeté, dando un paso adelante—. No tienes idea de lo que fue enterarme de todo. Ver las fotos, escuchar a la gente reírse a mis espaldas porque fui tan estúpida como para creer en ti. ¿Sabes qué sentí, Koen? Humillación. Pero no solo por ti, sino por mí, porque te di todo y tú me lo escupiste en la cara.

Somos ArteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora