El viaje fue tranquilo y no tomó tanto tiempo. Ocho guardias la escoltaban a Auradon; con cuatro hubiera bastado, pero sus padres no querían correr riesgos. Addison entendía su preocupación, aunque le parecía un poco exagerada.
A medida que avanzaban, el paisaje empezó a cambiar. Los tonos oscuros del puerto dieron paso a caminos más luminosos y jardines impecables. Se enderezó en su asiento, sintiendo un cosquilleo de emoción. Estaban cerca.
Cuando la limusina se detuvo frente a la escuela, sus ojos se abrieron con asombro. Auradon era aún más impresionante de lo que imaginaba: altas torres, vitrales resplandecientes y un aire de grandeza imposible de ignorar.
Al bajar, su mirada recorrió el grupo que la esperaba. Estaban los reyes Bella y Adam, el Hada Madrina, sus amigos Ben y Jane… y una chica desconocida. Castaña, vestida de rosa, con un porte elegante y confiado. Addison frunció ligeramente el ceño. ¿Por qué sentía que la conocía?
—Bienvenida, Addy —dijo Bella con calidez, estrechándola en un abrazo.
—Nos alegra tenerte aquí —añadió Adam con una sonrisa.
—A mí me alegra estar aquí.
Apenas tuvo oportunidad, abrazó a Ben y Jane. Los había extrañado demasiado.
—¿Qué tal el viaje? ¿No te mareaste? —preguntó Jane con genuina preocupación.
—Estoy bien, fue un lindo viaje.
—Te extrañamos —confesó Ben.
Addison rió y volvió a abrazarlo, sintiendo un reconfortante calor en su pecho. Pero entonces, un suave carraspeo la hizo girar la cabeza.
Era la chica castaña.
—Oh, sí, lo siento —dijo Ben, recordando presentarlas—. Addison, ella es Audrey, la hija de la Reina Aurora y el Rey Philip.
El corazón de Addison dio un vuelco. Audrey.
Ahora lo entendía. Esa chica no le era desconocida… la había visto antes, en sus sueños.
Durante años, había soñado con una voz dulce cantándole una melodía que nadie más conocía. En esos sueños, Audrey le sonreía con ternura y le hacía sentir algo que nunca había podido explicar. Confianza. Nostalgia. Un calor envolvente que la llenaba por completo. Y ahora estaba ahí, en carne y hueso, mirándola directamente.
Antes de que pudiera procesarlo, Audrey habló:
—Encantada de conocerte. Soy Audrey, la prometida del príncipe Ben.
El impacto fue inmediato.
Era como si un balde de agua helada le cayera encima.
¿Prometida?
La palabra retumbó en su cabeza. Miró a Ben en busca de confirmación, pero él simplemente sonrió, sin notar su reacción. Addison tragó en seco.
—Espero que nos llevemos de maravilla —logró decir, obligándose a sonreír.
—Bueno, eres amiga de Ben, por lo tanto, ahora también eres mi amiga —respondió Audrey con alegría.
Addison asintió, fingiendo que todo estaba bien. Que su pecho no se sentía más pesado. Que la sonrisa en su rostro no era completamente falsa.
—Debes estar cansada por el viaje —intervino Ben—. Jane te llevará a tu habitación. Por cierto, compartirás cuarto con ella. ¿Te molesta?
Addison negó de inmediato.
—Claro que no. Me alegra compartir habitación con mi amiga. Así no me sentiré tan sola.
—Bueno, nosotros tenemos que irnos —dijo Bella, dándole un último abrazo—. Suerte, cariño. Espero que tengas un gran año.
Uno a uno, los demás se fueron retirando, hasta que solo quedaron Addison, Jane y el Hada Madrina.
—Bienvenida, pequeña sirena —saludó el Hada Madrina con ternura.
—Gracias.
—Tengo algo para ti, a pedido de tus padres.
Del bolsillo de su túnica, sacó una botellita celeste con detalles lilas y pequeñas estrellas doradas. Addison la miró con curiosidad.
—Una gota de esto te ayudará con… ya sabes. Su efecto dura solo una hora, así que si llueve o lo necesitas, trata de llevarlo contigo.
Addison entendió al instante. Sus padres habían pensado en todo.
Agradecida, tomó la botellita y la guardó en su bolso. Pocas personas conocían su secreto. Y debía seguir siendo así.
El Hada Madrina se despidió, dejándolas solas.
—Bueno, que inicie el recorrido —dijo Jane, extendiéndole la mano.
El tour por la escuela fue emocionante. Addison no podía dejar de maravillarse con cada pasillo, cada detalle. Cuando finalmente llegaron a su habitación, se detuvo en la puerta, asombrada.
Las paredes eran de un celeste claro con decoraciones doradas y lilas. Las camas tenían doseles de los que caían delicadas telas. En un lado había pinturas, joyas y objetos decorativos; en el otro, un espacio vacío, esperando ser personalizado.
—Si no te gusta el color de la habitación, podemos cambiarlo —sugirió Jane.
—No, me encanta —respondió Addison con una sonrisa—. El celeste me recuerda al mar, y el lila es mi color favorito.
—Me alegra. Elegí la mayoría de las cosas de tu lado basándome en lo que me contaste.
—Se nota. Me conoces bien, hadita.
Ambas rieron.
Pero entonces, Addison cambió de tema.
—¿Puedo preguntarte algo?
—Claro.
—Ben y Audrey… ¿hace cuánto que son novios?
—Desde hace un tiempo.
—¿No crees que son muy jóvenes para comprometerse?
Jane ladeó la cabeza, pensativa.
—No realmente. Ben pronto será rey, y necesita a alguien a su lado.
—Entonces… ¿lo hacen solo por eso?
—No, hay muchas razones. Y una de ellas es que se aman. ¿Por qué tanta curiosidad?
Addison vaciló un segundo.
—No sé. Es solo que… parece muy apresurado.
—Bueno, tú también serás reina algún día. ¿No deberías estar buscando un esposo?
Addison rió suavemente.
—Mis padres me dejan tomarme mi tiempo.
Si bien sabía que algún día tendría que casarse, ellos no la presionaban. Creían en el amor verdadero, no en alianzas por conveniencia. Si su destino era gobernar sola, lo aceptaban.
—Eso es lindo —dijo Jane con una sonrisa—. Bueno, te dejo para que desempaques. Voy a buscar algo para comer. ¿Muffins?
—Me encantaría.
Cuando Jane salió, Addison se quedó en silencio, observando su nueva habitación.
Guardó su ropa, acomodó sus joyas y maquillaje, y luego se detuvo en la mesita de luz. Sacó la botellita del Hada Madrina y la miró por un momento antes de guardarla en el cajón de su ropa interior. Ahí nadie la encontraría.
Terminó de organizar su espacio y se dejó caer sobre la cama, cerrando los ojos.
Auradon iba a ser un nuevo comienzo. Un lugar para crear recuerdos, para crecer…
Pero ahora también significaba algo más.
Estaba en el mismo lugar que Audrey.
La chica de sus sueños.
Y, aparentemente, también la prometida con su mejor amigo.

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Entre La Corona Y El Mar
FantasyAddison Rose Maris Montclair, hija de Ariel y Eric, creció protegida tras ser secuestrada por Úrsula. Sus únicos amigos eran Ben, el futuro rey de Auradon, y Jane, hija del Hada Madrina. Pero cuando sus padres deciden enviarla a Auradon para hacer n...