"—Los consejeros y ministros, te ayudarán a gobernar.
Tarek observó a su padre, con lágrimas en los ojos.
—Debes tomar mi lugar hasta que regrese, sé que eres un jovencito muy capaz, eres en el único en que confío para esto —le dijo con una leve sonrisa, apoyando su mano sobre la cabeza de él—. Mi hijo preciado, mi único heredero.
—Padre no quiero hacerlo.
—Me recuerdas tanto a mí, Tarek... Incluso las mismas palabras que le dije a tu abuelo, pero es tu obligación, debes hacerlo.
—¿Y-Y tú a dónde irás?
—Necesito tomarme un tiempo para que mi cuerpo sane, cuando esté mejor, regresaré. Es una promesa."
Observó con su mirada vacía aquella pradera y se dirigió a la cabaña que allí había. Aquel había sido alguna vez un lugar de juegos para sus hermanos y él cuando era un niño, y hoy podría servir como un refugio.
Sólo había llevado un bolso con ropa, y los medicamentos recetados por el médico. No necesitaba nada más.
A nadie más.
Entró a la cabaña y observó con cierto desagrado el polvo que allí había. Se notaba que hacía años estaba deshabitada, y si no fuera porque aquel sector seguía perteneciendo a la realeza, ya la hubiesen ocupado.
O destruido.
Suspiró y buscó por algún rincón algo que pudiese servirle para limpiar, tenía mucho trabajo que hacer antes de que llegara la noche.
***
—TRES DIAS DESPUÉS—
—Oye, ¿estás seguro que la fiesta se hará por aquí? —preguntó una rubia, sintiéndose un tanto somnolienta.
—Ali ¿No te parece qué...?
Las tres jovencitas en ese momento se comenzaron a sentir muy mareadas, desvaneciéndose en el barco donde las llevaban hacia las costas de la isla. Allí, las estaban esperando el general de la corta real de Ezlang.
—¿Tres?
—Sí, fue imposible que sólo una subiera al barco. Elige a la que más te guste, y a las otras dos las comercializaré en otro reino.
Geliank observó con molestia al viejo, gruñendo bajo. Era tan desagradable.
—Me las llevaré a las tres.
—No, tu pediste una, las otras-
—Me llevaré a las tres —gruñó en advertencia, antes de tomar un bolso de mano color negro y arrojárselo—. Eso será suficiente para las tres.
El viejo lo levantó de la arena y al momento de abrirlo, frunció el ceño.
—No es suficiente.
—¿Cómo no va a ser suficiente? ¿Me quieres ver la cara, maldito humano despreciable? —gruñó.
—Mira bien las mujeres que te estoy dando, este oro podría servir para una de las bonitas y la otra gorda. Sólo te alcanza para dos.
Geliank observó a las tres mujeres, sin entender porqué el valor variaba según el peso. Eran humanas, eran hembras jóvenes ¿Por qué valían diferente?
