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Observó la casa de Mofak realmente sorprendida, ¡Era enorme! Debía tener al menos tres pisos de altura, y el jardín delantero era tan extenso, que mínimo debía ocupar una manzana entera.

—¿Cuántas personas viven aquí? —preguntó sorprendida.

—Unas veinte, entre siervos y guardias personales. El resto de mis guardias viven a los alrededores de la casa, cuidando de las tierras y los animales.

—No creí que vivirías en un lugar así.

—Soy un príncipe después de todo —sonrió abriendo la puerta para que ella entrara primero—. Bienvenida a tu nueva casa, Gala.

Pobre de las mujeres que tuvieran que limpiar aquel lugar, era tan grande, y aún así, todo se veía tan pulcro y ordenado.

—¿Te gustaría conocer tu habitación?

—Claro.

La tomó de su mano sana y ambos subieron por las escaleras.

—En planta baja se encuentra el salón, la cocina, y el living. Luego aquí, en el primer piso hay habitaciones, donde duermen los siervos y guardias —le explicó—. Hacia la derecha las hembras y hacia la izquierda los machos.

—¿Están separados por algún motivo?

—Nop, simplemente no comparten muchas veces horarios, y para evitar que despierten al otro, están separados —le dijo comenzando a subir la segunda escalera—. Y aquí en el segundo piso está mi habitación, las habitaciones para las visitas y la tuya.

Caminaron por un pasillo y llegaron hasta una puerta blanca con marco de oro y picaporte del mismo metal.

—Esta es tu habitación.

Mofak la abrió y Gala observó encantada todo lo que allí había, especialmente esa enorme cama tamaño King.

—¿Te gusta?

—¡Es hermosa! ¡Me encanta!

—Llevo un mes preparándola —sonrió, abriendo las puertas del armario—. He pedido que confeccionaran varias prendas para ti, y las que no te gusten las devolveré.

—Y-Yo... Creí que tú me h-harías dormir en tu habitación... Qué sólo me querías para t-tener hijos.

—Gala, desde un comienzo te dije que quería conocerte. No soy un animal para obligarte a parir. Y sí, es verdad que te quería para eso, pero si tú no quieres hacerlo ¿Qué más puedo hacer?

***

Una semana después

¿Cómo podía ser tan hermosa? ¿Y tener ese sabor tan delicioso? Estaba seguro que no podría controlarse con ella en ese momento, lo único que quería era hacerla suya.

Estaba tan excitado, que su miembro comenzaba a doler ya, necesitaba estar dentro de ella de una vez.

Y es que cada vez que escuchaba alguno de sus quejidos, sus gemidos, más caliente se sentía. Su aroma era exquisito, le nublaba la razón.

—Gala —gruñó mordiendo la piel de su cuello, escuchándola jadear, descendiendo una de sus manos por sus muslos, llegando hasta su entrepierna, acariciando su intimidad sobre la ropa.

Y aún sobre la tela, podía sentir que ella estaba tan excitada como él, húmeda, lista para recibirlo.

—Gala —se quejó bajo, escuchando su voz, antes de abrir los ojos y mirar el techo de su habitación.

Su mente, al igual que su vista, poco a poco se fue aclarando, despertándose. Se sentó en la cama y se pasó una mano por el rostro, suspirando. Se le partía la cabeza.

Salió de la cama y tomó su bata, dirigiéndose al baño para tomar una ducha rápida, antes de ir a desayunar y pedirle a Tariel que llevara a Gala a su salón, para poder desayunar con ella. Necesitaba verla.

Y luego de unos veinte minutos, ya vestido, salió de su habitación, siendo recibido por sus guardias. Los saludó rápidamente y fue hasta la habitación de Gala, golpeando la puerta una vez.

—Señor Ezlang, ha despertado ¿Cómo se siente? —pronunció sorprendida Tariel.

—Bien, con un poco de dolor de cabeza únicamente. Lleva a Gala al salón, desayunará conmigo.

—S-Señor... ¿Usted no recuerda nada?

—¿A que te refieres? ¿Qué debería recordar?

Tariel lo observó con temor, sabiendo que se llevaría la peor parte.

—Mi señor, la señorita Gala no está aquí, se fue hace una semana con el príncipe Mofak.

—¿Qué? ¿Cómo que se fue con Mofak? ¿Y hace cuánto dijiste? ¿Una semana? ¡¿Cómo que hace una semana se fue de aquí?! —gruñó comprendiendo lo que estaba pasando—. ¡¿Por qué carajos permitieron que se llevaran a Gala de aquí?!

—La humana se fue por voluntad propia, señor —pronunció serio uno de los guardias llegando hasta Tariel—. Nada podíamos hacer nosotros para detenerla.

—¿Cómo que no podían hacer nada para detenerla? ¡La encerraban en su puta habitación y no la dejaban salir! ¡Son todos unos malditos incompetentes! ¡Mis órdenes habían sido muy claras!

—Ezlang ¿Qué es lo que te pasa ahora? ¿Por qué estás tan alterado nuevamente? —le inquirió su general acercándose a él.

—¿Por qué permitiste que Mofak se la llevara? ¡Tú más que nadie conocía mis órdenes?

—Ven conmigo.

El rey arrugó la piel sobre su nariz, y lo siguió por detrás hacia su habitación.

—Quiero a Gala aquí mañana mismo.

—Por esa maldita humana estás perdiendo la cabeza, no te interesa el reino, la preparación de tu hijo, nada Ezlang ¡Lo único que haces es hablar de esa puta!

Ezlang rugió de forma furiosa, tomándolo del cuello.

—No vuelvas a llamarla así —le gruñó en advertencia—. O te cortaré la lengua.

—¿Te piensas que follar con esa humana te calmará el humor? —gruñó el general.

—No me quiero follar a la humana, la quiero aquí conmigo, donde pueda verla, sentirla, escucharla. Es mía y la quiero conmigo.

—Es de tu hermano, Ezlang ¿Cuándo mierda vas a entender eso?

—¡No es de Mofak!

—¡¿Entonces para qué mierda se la diste?!

—Jamás se la di —gruñó de forma gutural, agitado—. Ella nunca se iba a ir de esta casa.

—Te estás perdiendo nuevamente, tienes los niveles de testosteronas muy altos en este momento.

Ezlang se alejó de él, respirando agitado, furioso, y apretó los puños con rabia.

—No puedo pensar con claridad —gruñó dándole la espalda—. Busca una solución, Geliank, busca una solución y tráeme a Gala, o te juro que mañana mismo abdico, le dejo el reino entero a Izlang, y luego de llevarme a mi hijo, me voy yo mismo a buscarla a casa de Mofak.

Geliank observó a su rey, con rabia, no podía estar actuando de forma tan irracional por una hembra. Sabía que Ezlang tenía un temperamento fuerte, que acompañado de sus caprichos e inflexión, era un problema.

Pero jamás creyó que se obsesionaría con una humana.

—Iré a las costas del este, donde estaba el campamento de la humana, y si lo veo, le pediré una hembra para dársela a Mofak, el después de todo, quiere una mujer con quien reproducirse ¿Verdad?

—Sí, ve y haz eso —le ordenó sentándose en la cama, cubriéndose los ojos con una de sus manos, sintiendo que la luz le molestaba.

—Ve y busca una de tus siervas, a ver si logran calmarte un poco hasta que regrese.

Ezlang se descubrió el rostro y lo observó con rabia.

—Te dije que no quiero follar con nadie, sólo que traigan a Gala aquí conmigo.

. . .

MutansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora