Capítulo 13: Tuya. Solo Tuya.
El amanecer bañaba la habitación con una luz suave, filtrándose por las cortinas apenas entreabiertas.
Jae-ji despertó lentamente, su cuerpo aún sensible, con la sensación de calor y la marca en su cuello palpitando suavemente.
Seulgi la había marcado.
La idea la hizo estremecer.
No solo porque era algo impensable para un Alfa.
Sino porque le gustaba.
Porque se sentía bien.
Miró a su lado y la vio.
Seulgi dormía tranquila, con una ligera sonrisa en sus labios, su respiración acompasada.
Jae-ji no pudo evitarlo.
Se inclinó y besó suavemente la marca que ella misma había dejado en la piel de Seulgi.
Suya.
Seulgi le pertenecía.
Pero más importante…
Ella le pertenecía a Seulgi.
—Deja de mirarme así.
La voz adormilada de Seulgi la sacó de sus pensamientos.
Jae-ji se encontró con sus ojos entrecerrados, llenos de satisfacción y picardía.
—¿Cómo te estoy mirando?
—Como si fueras un cachorrito esperando atención.
Jae-ji frunció el ceño.
—No soy un cachorrito.
Seulgi sonrió con diversión, deslizando sus dedos por la mejilla de Jae-ji antes de bajar hasta su cuello.
—No… —susurró, acariciando la marca que le había dejado—. Pero sigues siendo mía.
Jae-ji contuvo el aliento.
Ese tono.
Esa mirada.
Seulgi sabía perfectamente lo que hacía.
Y lo peor…
Es que Jae-ji lo adoraba.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Seulgi, su voz ahora más suave.
Jae-ji cerró los ojos un momento antes de responder.
—Bien.
Seulgi arqueó una ceja.
—Solo “bien”?
Jae-ji tragó saliva.
—Me siento completa.
Seulgi sonrió con satisfacción.
—Esa es la respuesta que quería escuchar.
Se hizo un silencio entre ellas, pero no era incómodo.
Era cálido.
Cargado de algo más profundo.
Hasta que Jae-ji habló de nuevo.
—¿Y ahora qué?
Seulgi la miró con calma, como si estuviera analizando cada parte de ella antes de responder.
—Ahora seguimos con nuestra vida… con una pequeña diferencia.
Jae-ji parpadeó.
—¿Cuál?
Seulgi se incorporó ligeramente, su mirada volviéndose más intensa.
—Afuera, sigues siendo la gran Jae-ji. La Alfa que todos respetan y temen.
Jae-ji asintió, sintiendo que había algo más detrás de esas palabras.
—¿Y dentro de estas paredes?
Seulgi le acarició el rostro con ternura, pero sus ojos brillaban con algo más.
Con certeza.
—Aquí dentro, sigues siendo mía.
Jae-ji sintió un escalofrío recorrer su espalda.
Su cuerpo reaccionó instintivamente.
Porque sabía que Seulgi tenía razón.
Que no importaba qué tan fuerte, intimidante o poderosa fuera en la escuela.
Aquí…
Con ella…
Solo existía una verdad.
Seulgi era quien mandaba.
—Lo entiendo —susurró Jae-ji.
Seulgi sonrió con aprobación antes de volver a acomodarse junto a ella, abrazándola con posesividad.
Jae-ji cerró los ojos, disfrutando la calidez de su Omega.
Su Omega que era más dominante que cualquier Alfa.
Su Omega que había logrado lo impensable.
Hacer que Jae-ji le perteneciera por completo.
Y, por primera vez, Jae-ji no solo lo aceptó…
Lo amó.
Fin.
