Capítulo 12: El Celo de Jae-ji
Jae-ji apenas podía respirar.
El calor en su cuerpo era insoportable.
Cada célula de su ser gritaba por una sola cosa.
Por ella.
Por su Omega.
Por Seulgi.
No podía concentrarse en la escuela, en los susurros a su alrededor, en los estudiantes que la observaban con el respeto de siempre.
Nada importaba.
Solo Seulgi.
Y la necesidad primitiva que la consumía.
Sus pasos la llevaron automáticamente a su casa, donde Seulgi la esperaba.
Jae-ji entró y, en cuanto cerró la puerta, su cuerpo reaccionó instintivamente.
—Seulgi… —su voz sonaba áspera, cargada de necesidad.
La Omega la observó con calma, como si hubiera estado esperando esto.
—¿Sí, mi Alfa?
Jae-ji sintió un escalofrío recorrer su espalda.
—No puedo… no puedo soportarlo más —su respiración era errática—. Déjame ser tuya.
Seulgi ladeó la cabeza, evaluándola.
—¿Quieres que te deje tomarme?
Jae-ji asintió desesperadamente.
Seulgi se acercó lentamente, su aroma envolviendo a Jae-ji como un veneno dulce que la hacía perder la razón.
—Entonces dime… ¿estás lista para pertenecerme por completo?
Jae-ji se congeló.
Su instinto Alfa le decía que debía marcar a Seulgi.
Que debía reclamarla.
Pero Seulgi…
Ella era diferente.
Ella era la que tenía el control.
—Si lo haces —continuó Seulgi, su voz suave pero firme—, yo también te marcaré.
Jae-ji sintió un escalofrío.
Un Alfa nunca era marcado.
Pero Seulgi no era cualquier Omega.
Seulgi era su mundo.
Su todo.
Y en ese momento, supo la verdad.
Siempre había sido de Seulgi.
No hubo duda en su decisión.
—Hazlo.
Una sonrisa apareció en los labios de Seulgi antes de que tomara su rostro entre sus manos y la besara con una intensidad que la hizo arder aún más.
Jae-ji se aferró a ella como si fuera su única salvación.
El mundo dejó de existir.
Solo quedaron ellas dos.
Solo quedaron sus cuerpos buscándose, su piel ardiendo, sus suspiros entrelazados.
Y cuando finalmente Jae-ji hundió sus dientes en la suave piel de Seulgi, sintió que el universo entero se desmoronaba a su alrededor.
El dolor, el placer, la unión absoluta.
La sangre caliente en su lengua.
La satisfacción de haberla marcado como suya.
Pero apenas tuvo un segundo para asimilarlo antes de que Seulgi hiciera lo mismo con ella.
El mordisco fue firme, posesivo.
Jae-ji jadeó, sus fuerzas abandonándola.
La sensación de ser reclamada la dejó completamente rendida ante ella.
Cuando Seulgi la miró a los ojos, no había ternura esta vez.
Solo una certeza absoluta.
—Ahora eres completamente mía.
Jae-ji se aferró a ella con desesperación.
—Sí… siempre lo fui.
La risa de Seulgi fue suave, complacida.
Y entonces, la hizo suya.
Fin del capítulo 12.
