Capitulo 8

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Capítulo 8: Celos y castigos

El tiempo había pasado y la relación entre Jae-ji y Seulgi se había vuelto una rutina perfectamente establecida.

A los ojos de todos, Jae-ji seguía siendo la Alfa dominante que controlaba la escuela con su mera presencia.

Pero en la intimidad de su departamento, la realidad era completamente diferente.

Jae-ji había aceptado su papel sin siquiera darse cuenta de cuándo sucedió.

Esperaba con ansias cada orden de Seulgi.

Anhelaba sus elogios.

Seulgi la había moldeado a su gusto, y Jae-ji se había rendido completamente ante ella.

Y lo peor era que lo disfrutaba.

Cada segundo.

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Esa mañana, Jae-ji despertó antes que Seulgi, como siempre.

Se giró lentamente para observarla.

Seulgi dormía tranquila a su lado, con una expresión serena y adorable.

Pero Jae-ji sabía lo que realmente se escondía detrás de esa dulzura.

Sabía que, en cuanto despertara, Seulgi retomaría su papel de dueña absoluta de su mundo.

Y Jae-ji no podía esperar a que eso sucediera.

Con cuidado, se inclinó y dejó un suave beso en la mejilla de su Omega.

Seulgi se removió un poco antes de abrir lentamente los ojos.

Jae-ji contuvo la respiración, esperando.

Y entonces, Seulgi sonrió.

—Buenos días, mi Alfa.

Su voz era suave, pero Jae-ji sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—Buenos días, Omega.

Seulgi acarició su mejilla con ternura antes de murmurar:

—Buen Alfa.

El orgullo hinchó el pecho de Jae-ji.

Le encantaba escuchar eso.

Lo necesitaba.

Seulgi lo sabía y lo usaba a su favor.

—¿Lista para la escuela? —preguntó la Omega, estirándose lentamente.

—Siempre.

Seulgi sonrió y se levantó con calma.

—Vamos, no quiero llegar tarde.

Jae-ji se apresuró a seguirla, como si hubiera recibido una orden directa.

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La escuela transcurrió con normalidad hasta la hora del almuerzo.

Jae-ji estaba en su casillero cuando sintió la presencia de alguien a su lado.

—Jae-ji.

La Alfa giró la cabeza y se encontró con un Omega que conocía de vista.

No recordaba su nombre.

—¿Necesitas algo? —preguntó, con su tono habitual de indiferencia.

El Omega sonrió con nerviosismo antes de jugar con un mechón de su cabello.

—He notado que últimamente pasas mucho tiempo con Seulgi.

Jae-ji arqueó una ceja.

—¿Y?

El Omega se mordió el labio antes de decir en un tono más bajo:

—Solo quería decirte que, si alguna vez te cansas de una Omega tan… inocente, yo estaría encantado de… ya sabes.

Jae-ji parpadeó.

¿Acababa de insinuar lo que ella creía?

Antes de que pudiera responder, una voz dulce y calmada se escuchó detrás de ellos.

—Oh, ¿qué es esto?

El Omega dio un brinco y se giró rápidamente.

Seulgi estaba allí, con su sonrisa habitual y su aire de inocencia.

Pero Jae-ji la conocía demasiado bien.

Sabía lo que se escondía detrás de esa dulzura.

—Oh, Seulgi… —balbuceó el Omega, retrocediendo un poco.

Seulgi ladeó la cabeza con ternura.

—¿Qué estabas diciendo? No alcancé a escuchar.

Jae-ji se quedó en silencio, sintiendo su garganta seca.

El Omega tragó saliva antes de responder con nerviosismo:

—N-nada, solo hablábamos.

Seulgi parpadeó lentamente antes de dar un paso hacia él.

—¿En serio?

El Omega asintió rápidamente.

—Por supuesto.

Seulgi sonrió.

—Qué bueno.

Luego tomó suavemente la mano de Jae-ji.

—Mi Alfa ya tiene dueña, ¿sabes?

El Omega palideció.

—Yo… claro, lo siento.

Seulgi inclinó la cabeza.

—No tienes que disculparte. Solo quiero que recuerdes algo.

Su tono seguía siendo dulce, pero Jae-ji sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—A mi Alfa no le gusta que la molesten.

El Omega asintió rápidamente antes de alejarse sin decir una palabra más.

Seulgi lo observó irse antes de soltar un suspiro y girarse hacia Jae-ji.

—Qué molestia, ¿no crees?

Jae-ji tragó saliva.

—Sí…

Seulgi apretó suavemente su mano antes de decir en un tono bajo:

—Hablaremos de esto cuando lleguemos a casa.

Jae-ji sintió que su respiración se detenía.

Sabía exactamente lo que eso significaba.

Y, aunque no lo admitiría en voz alta, la expectativa de lo que vendría después hizo que su corazón latiera más rápido.

Seulgi sonrió antes de jalarla suavemente.

—Vamos, mi Alfa. No quiero que se enfríe nuestra comida.

Pero Jae-ji sabía que la comida sería lo último en lo que pensaría cuando llegaran a casa.

Fin del capítulo 8.

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