Capítulo 3: Entrenamiento para una buena Alfa
Jae-ji no estaba segura de cómo había terminado en esta situación.
Todo en su vida había seguido un orden inquebrantable: ella daba las órdenes, ella imponía las reglas, ella controlaba todo.
Pero ahí estaba, caminando junto a Seulgi, llevándola a su casa por una razón que aún no lograba procesar completamente.
—¿Por qué quieres venir a mi casa? —preguntó con el ceño fruncido.
Seulgi la miró con una sonrisa divertida.
—Te lo dije. Necesito entrenarte.
—¿Entrenarme?
—Exacto. —La Omega tomó su brazo con total confianza, ignorando la rigidez de Jae-ji—. Para que seas una buena Alfa.
Jae-ji sintió un escalofrío recorrer su espalda. Algo en esa afirmación le revolvía el estómago de una forma que no quería analizar.
Pero ya había aceptado el trato.
Y aunque su orgullo gritaba en contra, su cuerpo la traicionaba con cada minuto que pasaba al lado de Seulgi.
—
El camino hasta su departamento fue silencioso, aunque la presencia de Seulgi a su lado la mantenía inquieta.
Cuando llegaron, Jae-ji abrió la puerta y dejó que Seulgi entrara primero.
—Bienvenida —dijo con un tono que intentó hacer sonar neutral.
Seulgi miró a su alrededor con curiosidad.
—Es un lugar grande para vivir sola.
—Mis padres se divorciaron hace años —dijo Jae-ji, cerrando la puerta—. Mi madre se fue al extranjero, y mi padre… nunca estuvo realmente presente. Así que me dejaron este lugar.
Seulgi se giró para mirarla.
—¿Te sientes sola?
Jae-ji chasqueó la lengua.
—No necesito a nadie.
Seulgi sonrió de lado y se acercó a ella.
—¿No?
Jae-ji tragó saliva cuando Seulgi se puso demasiado cerca.
—No.
La Omega inclinó la cabeza, examinándola como si fuera una especie de experimento fascinante.
—Creo que mientes.
Jae-ji sintió un cosquilleo de irritación mezclado con algo más peligroso.
—No miento.
Seulgi ignoró su afirmación y caminó hacia el sofá, sentándose con naturalidad.
—Bien, entonces empecemos.
Jae-ji la miró con confusión.
—¿Empezar qué?
—Tu entrenamiento.
La Alfa cruzó los brazos.
—No necesito entrenamiento.
Seulgi apoyó la barbilla en su mano y la miró con una expresión perezosa.
—Sí lo necesitas.
—Soy un Alfa. No necesito que me enseñen nada.
—Pero eres mi Alfa. —Seulgi sonrió dulcemente—. Y eso significa que debes aprender quién manda aquí.
Jae-ji sintió que algo en su interior se estremecía ante esas palabras.
—Seulgi…
La Omega se puso de pie y se acercó lentamente.
—Aquí, dentro de estas paredes, serás mía.
Jae-ji sintió su corazón acelerarse.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir que cuando estemos en la escuela, seremos un Alfa y una Omega. Pero cuando estés aquí… —Seulgi deslizó los dedos por el cuello de Jae-ji, apenas rozando su piel—. Serás mi esclava.
Jae-ji se quedó sin aire.
—No puedes estar hablando en serio…
Seulgi la miró fijamente.
—Estoy completamente en serio.
Jae-ji sintió su orgullo retorcerse.
—No voy a…
Seulgi tomó su mentón con firmeza, obligándola a mirarla a los ojos.
—Vas a obedecerme, Jae-ji. Porque aunque seas un Alfa, aunque seas la más fuerte, aunque todos se arrodillen ante ti en la escuela… aquí, yo soy la que manda.
Jae-ji sintió que su cuerpo temblaba.
Esto está mal.
Esto no tiene sentido.
Pero su interior rugía de una manera que nunca había experimentado antes.
—¿Y si no acepto?
Seulgi sonrió.
—Entonces me iré.
Jae-ji se quedó en silencio.
Seulgi comenzó a apartarse, pero antes de que pudiera alejarse demasiado, Jae-ji habló.
—… No te vayas.
Seulgi detuvo sus pasos y giró lentamente hacia ella.
—Entonces acepta.
Jae-ji cerró los ojos con frustración.
Ella nunca obedecía. Nunca permitía que nadie la dominara.
Pero Seulgi…
Seulgi era diferente.
Abrió los ojos y la miró fijamente.
—Está bien.
Seulgi sonrió con satisfacción.
—Buena chica.
Jae-ji sintió que su cuerpo se estremecía.
Seulgi acarició su mejilla con suavidad antes de apartarse.
—A partir de ahora, aquí solo habrán dos reglas.
Jae-ji tragó saliva.
—Dímelas.
Seulgi levantó un dedo.
—Uno: Obedecerás todo lo que te diga, sin cuestionarlo.
Jae-ji sintió su orgullo retorcerse.
—¿Y la segunda?
Seulgi sonrió con dulzura, pero sus ojos brillaban con algo más oscuro.
—Dos: Nunca olvides a quién perteneces.
Jae-ji sintió que todo su mundo se tambaleaba.
Y lo peor de todo…
Era que parte de ella amaba esa sensación.
Fin del capítulo 3.
