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Necesitaba hablar con ella, saber que era lo que realmente sentía y pensaba en ese momento. Pero era imposible poder entrar en su habitación, porque Mofak no quería dejarla.

—No te veo para nada bien, Ezlang. ¿Qué te pasa?

—Tengo... Una sensación de desespero en el pecho, que me está cabreando —gruñó de rabia, apretando los puños, mientras las venas se marcaban en sus manos y brazos.

El general lo observó y rodó los ojos.

—Y de casualidad, la causa de esa sensación, ¿mide un metro sesenta y cinco, pesa cincuenta kilos, tiene cabello castaño y ojos marrones?

El rey observó a su general con rabia y el tipo suspiró, poniéndose de pie.

—Te daré algo de tiempo con ella, pero no creas que será mucho.

Salió de la habitación del rey, y Ezlang esperó unos minutos, viendo luego como su comandante salía con su hermano de la habitación de Gala.

Era el momento para verla.

Gala estaba sentada en la cama, desayunando cuando Mofak había sido solicitado, por lo que continuó comiendo sola con una mano.

—Ezlang —pronunció sorprendida de verlo allí.

La miró a los ojos y se acercó rápidamente a la cama.

—Llevo una semana sin poder verte y ya realmente no soporto esto que siento. No puedo dormir, no puedo pensar, y mi humor cada día está peor.

—¿Q-Qué te pasa?

—Mi reino podría ponerse en mi contra en cualquier momento, y si eso ocurre, al menos hazme saber si valió la pena, Gala. Te he dado más libertad que a cualquiera de mis siervos, incluso que a mis guerreros, y aún así ¿Te irás con mi hermano?

—¿De qué hablas?

—¡Respóndeme! —gruñó, asustándola—. ¿Te irás con Mofak de aquí?

—Sí —pronunció bajo.

Apretó sus puños con rabia, gruñendo bajo, antes de darle la espalda y caminar hacia la puerta... Y rugir.

Gala salió de la cama y se acercó a él, aturdida.

—¿Qué te pasa?

—¡¿Cómo que qué me pasa?! ¡¿Después de todo me vas a dejar por él?! ¡¿Qué más quieres de mi, Gala?! ¡¿Qué más quieres que hagas para que te quedes conmigo?! ¡Dímelo!

—Ezlang me estás a-asustando.

—Te fui a buscar a ese reino de mierda, lleno de esas bestias, traje a los mejores médicos y cirujanos para salvarte la vida, te di un lugar seguro dónde vivir ¡Y la libertad que nadie más podría ofrecerte aquí! ¡Y me dejas ante el mínimo error! —le gritó sacado completamente de sí—. ¡Incluso estás a mi nivel para que siervos y guerreros te obedezcan! ¡Ni siquiera mi reina tenía tanto peso aquí!

Mofak entró en ese momento a la habitación, luego de escuchar el rugido de Ezlang, y se puso delante de Gala, gruñendo.

—¿Qué mierda te pasa? ¿Por qué la estás tratando así?

—¡Porque es una maldita ingrata! ¡Una insolente! ¡No sé que más quiere de mí!

El comandante entró en ese momento y al entrar a la habitación, se cubrió la nariz, gruñendo.

—Demonios, ven conmigo, Ezlang, hablemos afuera.

—No —gruñó de una forma animal, respirando agitado.

—¿Qué le pasa? —preguntó asustada Gala.

—Es un maldito enfermo, eso pasa —gruñó Mofak.

—¿Es qué tú no lo hueles? —le preguntó el comandante a Mofak, apretando los dientes.

—No ¿Qué debería oler?

El tipo se puso delante de Ezlang y chasqueó los dedos frente a los ojos de él, intentando llamar su atención.

—Si no intentas controlarte ahora, perderás la razón. Eres el maldito rey de Tamak'Atak ¡Actúa como tal, maldita sea!

Ezlang respiró profundo y un ronco gruñido salió de su garganta, antes de rugir en advertencia al ver que Gala se abrazaba a Mofak.

—Tú, humana imbécil, deja al príncipe.

—¿Qué?

—Que si no te alejas del principe Mofak en este puto segundo, Ezlang le saltará al cuello, está realmente furioso y fuera de sí. Y hazlo lentamente, camina despacio hacia atrás.

Gala observó con terror a Ezlang y lentamente soltó a Mofak, dando pequeños y suaves pasos hacia atrás.

—Ezlang, cálmate, ella no se irá —intentó hacerlo razonar su comandante y mano derecha—. Ven conmigo, y hablemos afuera.

—No —gruñó mirando a Gala.

—¿Qué demonios le pasa? —preguntó confundido Mofak, comenzando a sentir un aroma desagradable en ese momento.

—La humana está ovulando, y Ezlang acaba de entrar en celo. Tú no puedes sentirlo porque no eres como nosotros, eres un híbrido, pero yo sí. Si en verdad aprecias tu vida, será mejor que te retires lentamente de aquí, sin hacer contacto visual con él.

—¿Y te piensas que después de esto dejara a Gala sola? ¡Ni de broma!

—No seas imprudente, jamás le ganarías a Ezlang, y él no está razonando en este momento, te ve como su principal rival. Sal de la habitación.

—No dejaré a Gala —gruñó.

—Mofak, estaré bien, sal —le pidió Gala.

—Pero-

—Sal, estaré bien —le aseguró, interrumpiendolo—. Cuando él se calme... hablaremos nosotros.

Mofak apretó la mandíbula, y lentamente caminó hacia el otro extremo de la habitación, mientras Gala iba al lado opuesto, siendo seguida por la mirada de Ezlang.

Cuando el muchacho salió, el comandante también lo hizo, cerrando la puerta. Gala observó aquello y sintió que su cuerpo se estremecía.

¡¿Cómo se le ocurría dejarla sola con ese maniático?!

Se acercó lentamente a ella y Gala cerró los ojos cuando lo tuvo enfrente, temblando al sentir como olfateaba su rostro, su cuello.

—Ezlang —susurró.

La tomó de la mandíbula y corrió su cabeza hacia un lado, bajando su nariz hacia su cuello, oliendo su piel, ronroneando.

Gala apretó sus labios entre si al sentir que lamía suavemente su cuello, estremeciéndose.

—Ezlang, Dios, piensa, no dejes que tus instintos te dominen.

Besó suavemente la piel de su cuello y llegó a su mejilla, besandola, antes de pegar su rostro con el de él, restregando su mejilla contra la de ella, gruñendo ronco.

—Ey, mírame.

La tomó del rostro con ambas manos, y Gala observó sus ojos dorados, apenas teniendo un anillo finito verde alrededor de sus iris por fuera, y sus pupilas dilatadas.

Verga ¿Estaba excitado?

Y antes de poder decirle algo, la besó, devorando su boca, haciéndola flaquear.

¡Demonios! ¡No la iba a dejar ni respirar!

Intentó sostenerse de sus hombros, quejándose al sentir que le faltaba el aire.

—E-Espera —le pidió débilmente, separándose un momento de él, antes de que volviera a besarla con la misma fiereza.

Gala comenzaba a sospechar que no tendría escapatoria, Ezlang ya ni hablar podía... Mucho menos razonar.

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MutansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora