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Se quejó suavemente, despertando al escuchar que alguien estaba gruñendo. Pero la debilidad que sentía en ese momento, le impidió poder abrir los ojos, y mucho menos sentarse.

—Mofak —susurró débilmente.

Al escuchar aquello, ambos dejaron de gruñir, pero el príncipe observó con satisfacción a Ezlang, antes de girarse e ir hasta la cama con ella, sentándose a su lado.

—Debes dormir, bonita, estás muy cansada —le dijo en un tono suave, acariciando su cabello—. Pero ya estás a salvo, pronto cuando te sientas un poquito mejor, nos iremos a casa ¿Sí?

—Está bien —murmuró.

Él la observó y sonrió suavemente, antes de darle un beso en la frente.

—Estoy contigo, Gala, duerme tranquila.

Ezlang observó aquello y salió de la habitación, apretando los puños con rabia... Ella simplemente lo había nombrado a Mofak, no a él, después de todo lo que había hecho, seguía siendo una ingrata.

—Señor Ezlang, lamento mucho molestarlo, pero quería saber cómo estaba la señorita Gala —pronunció Tariel encontrándolo en el pasillo, de camino a su habitación.

—Ella está bien, sólo que...

Miró a Tariel, dejando de hablar y la tomó del rostro con una de sus manos, estremeciendo a la joven rubia.

—¿T-Tengo algo, señor?

—Quiero que vayas a la habitación donde está descansando Gala, y le lleves algo para comer al príncipe Mofak.

Tariel abrió los ojos sorprendida, sin poder creer que le estuviera pidiendo algo así. Ella jamás había estado en presencia directa con Mofak, no pertenecía a los siervos que asistían a los miembros de la familia real.

Había un grupo exclusivo para eso.

—De acuerdo, señor, pero mi entrenamiento no es el adecuado para servirle al príncipe —pronunció insegura.

—Tú sólo ve a la cocina, y prepárale algo de comer, simplemente eso ¿Puedes hacerlo?

—Sí.

—Okay, ve entonces.

Tariel pertenecía a una especie de felinos de menor tamaño que ellos, pero de apariencia realmente hermosa. La jovencita había llegado a su casa hacía dos años atrás, al cumplir los dieciséis. Había sido un regalo para el rey ofrecida por su pueblo, debido a su belleza.

Media un metro sesenta, tenía el cabello lacio y largo hasta tus caderas, y era mayormente rubio, con algunas mechones y manchas cafés por él. Tenía los ojos de un color azul con el centro de sus iris, rodeando sus pupilas, en dorado. Su cara, al igual que el resto de gran parte de su cuerpo, tenían pequeñas pecas en un tono más oscuro que el color de su piel.

Y ni hablar del delineado natural oscuro alrededor de sus ojos, y sus voluminosas pestañas negras.

Tariel era la sierva especial de Ezlang, nadie más la había tocado o tenía acceso a ella, es por eso que la había puesto al cuidado de Gala.

***

—¿Qué hizo qué mi hermanito? —preguntó divertido Izlang, mientras cargaba a su bebé recién nacida.

—Según la información que me llega desde Puantielt, el príncipe Mofak irrumpió el palacio de la princesa Elitsefa con sus tropas. Él no sólo se presentó con sus guerreros Tamakitas, sino también que se llevó los elefantes de guerra y las aberraciones canídas.

MutansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora