—¡Tienen 3 malditos minutos para traerme a mi mujer aquí sana y salva! —rugió de rabia Mofak—. O juro por lo que más quieran ¡Que Puantielt se teñirá de sangre!
—Creo que el maldito gato está hablando en serio —gruñó Camarat—. Llévate a la princesa de aquí, antes de que-
El suelo comenzó a retumbar lentamente, y a lo lejos, el oficial de Puantielt observó como se acercaba una caravana de veinte elefantes guerreros, jineteados por más de sus hombres, dejándolo aturdido.
¿El maldito bastardo había desplegado todo su ejército sólo por una humana? Y eso que no era el ejército de la guardia real aquel.
—¡Devuelve su mujer ahora! —les ordenó la princesa Elitsefa, mientras se retiraba con sus oficiales—. ¡No puedo creer que hayas secuestrado a la mujer del principe! ¡Imbécil!
—Si en quince segundos no me dan una puta señal de que Gala está viva ¡Soltaré a mis perros! —les advirtió Mofak desde el otro lado de la puerta del palacio.
Camarat gruñó de rabia y fue hasta la jaula, abriéndola y tomando con fuerza a Gala, haciéndola jadear. La llevó hasta la ventana y la castaña observó con los ojos llorosos a Mofak.
—Gala.
—E-Estoy bien —sollozó.
—Baja a mi mujer ahora —gruñó mirando al oficial.
Camarat miró por un momento a Gala y se hizo hacia atrás con ella.
—Maldita puta, si hubiera sabido que una esclava como tú me iba a causar tantos problemas, jamás te hubiera traído como regalo a mi princesa.
—T-Te dije que sería la mujer de Mofak, y tú-
—¡Que no hables a menos que yo te lo ordene! —le gritó clavándole los dedos en su brazo, haciéndola gritar de dolor.
Mofak al escuchar aquello, se bajó de su caballo y tomó distancia unos cuantos metros, antes de correr hacia la fortaleza y saltar, comenzando a trepar las paredes, clavando sus garras.
—¡Suéltame! ¡Me estás lastimando! —gritó llorando Gala, golpeándolo con su mano libre.
—Quizás ese maldito gato te lleve de aquí ¡Pero te llevará sin un brazo!
—¡Basta! —gritó desesperada, intentando golpearlo y arañarle el rostro para que la soltara, comenzando a sentir como su brazos se cubría de sangre.
Y no supo en qué momento, algo saltó desde la ventana, empujándolos a ambos al suelo, antes de comenzar a escuchar unos rugidos rabiosos y como aquel hombre híbrido gritaba de dolor, agonizando segundos después.
Gala permaneció con los ojos cerrados, arrastrándose en el suelo cuando sintió que finalmente la soltaba, sin poder mover su brazo herido. Se arrinconó contra una pared, cubriendo su cabeza con su brazo sano, y gritó aterrada cuando sintió unas manos sobre ella.
—¡No! ¡Ya basta! ¡Suéltenme! ¡Por favor!
—Gala, tranquila, soy yo —gruñó—. Tranquila.
—M-Mofak —pronunció temblando, llorando.
—Maldito hijo de puta —gruñó antes de desgarrar un trozo de pantalón del oficial que acababa de asesinar—. Lo siento, te dolerá un poco —le dijo mientras le levantaba con cuidado el brazo y le realizaba un torniquete sobre la herida—. Estás sangrando demasiado, debo llevarte con un médico cuánto antes.
—Estoy cansada, Mofak —sollozó—. Estoy muy cansada.
—Es por la sangre que perdiste, no hables, quédate tranquila, estás conmigo —le aseguró tomándola en brazos.
—No lo entiendes.
La miró a los ojos, y la abrazó luego a él, suspirando.
—Sí lo hago... Y lo siento.
***
—¿Cuánto le llevará recuperarse?
—Le destrozó gran parte del braquial, y si no fuera por el torniquete que le hizo el príncipe, ahora mismo estaría muerta, perdió mucha sangre.
Ezlang observó a su hermano que estaba en la habitación con Gala. La castaña estaba dormida en la cama y Mofak acostado junto a ella, acariciándole el cabello.
—¿Perderá el brazo?
—Las posibilidades son mínimas, pero eso no quiere decir que vaya a recuperar la sensibilidad y movilidad al cien por cierto, ha dañado tendones y nervios de la zona.
El rey asintió con la cabeza y dejó al médico retirarse, antes de entrar a la habitación, viendo cómo Mofak lo observaba con el ceño fruncido.
—¿Qué quieres aquí?
—Verla, como tú, yo también estaba preocupado por ella.
—Ya hablaste con el médico, sabes que está bien.
Ezlang ignoró a su hermano y continuó mirando a Gala. Aún durmiendo, en la expresión de su rostro se notaba que estaba con dolor.
—Me la llevaré.
—No —le dijo sin mirarlo.
—Sí lo haré, apenas el medico me informe que ella puede viajar, me la llevaré a mi casa.
—Tú no la sacas de MI casa —pronunció en tono grave Ezlang, mirándolo.
—Es mi mujer, y me la llevaré a un lugar seguro, dónde no la desprecien ni se sienta la carga de nadie.
—Ella no quiere irse contigo, mucho menos te quiere a tí ¿Cómo diablos hay que hacértelo entender? Ella a ti no te quiere —le repitió.
—Cierra la boca —gruñó.
—Será mejor que renuncies a la idea estúpida de tenerla, y más aún, en convertirte en padre, Mofak. Si no has tenido un heredero hasta ahora, luego de intentarlo decenas de veces, por algo es.
—No me importa —le dijo serio—. Ya no me importa si no puedo ser padre con ella, de todos modos me la llevaré.
Ezlang observó a Gala una vez más, apretando la mandíbula.
—Le hice una promesa y voy a cumplirla.
—¿Qué mierda te pasa? —le inquirió con rabia, poniéndose de pie para acercarse al rey, quien le llevaba unos quince centímetros de diferencia en altura.
Y ni hablar de masa muscular y peso. Pero eso no lo intimidaba.
—¿Tienes los mismos "valores" de Izlang? ¿Me robaras a mi mujer?
—¿Cómo podría robarte algo que no es tuyo?
—Ella es mía —gruñó enseñándole los dientes, arrugando la piel sobre su nariz.
Ezlang lo miró a los ojos, antes de gruñir en advertencia, un gruñido ronco, gutural.
—Tú querías ser padre, y prometí que te ayudaría, pero a Gala de mi casa no te la llevas. Te traeré una hembra con quién tener descendencia, pero no será ella.
—Gala es mía.
—No me hagas desterrarte, Mofak, eres mi hermano y no quiero-
—Tú en verdad no me quieres en tu contra, Ezlang, ya bastante negativa es tu imagen en el reino —lo interrumpió sin dejar de gruñir—. Podría fácilmente sacarte el puesto ¡Y más aún trayendo a Izlang acá!
Ezlang entre abrió la boca, gruñendo más fuerte.
—Hazlo, y no volverás a verla, me la llevaré conmigo y jamás volverás a saber de nosotros.
...
