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Lucía

Lucía

—Bienvenidas —llegamos a la recepción del restaurante.

Estos dos días hemos estado disfrutando de París con mi amada esposa. Hoy nos invitan unas personas que, a decir verdad, solo sé que son importantes en el ámbito de, literalmente, derrochar dinero en costosas cenas.

No soy quien para juzgar, después de todo, no sé medirme a veces.

Atraigo la cintura de mi esposa hacia mí para robarle un beso antes de llegar a la mesa de los "señores importantes".

—¿Quieres volver al departamento? —dice sonriendo; acepto.

—Claro, después de todo, no tenemos que estar aquí…

—¡Noah! ¡Lucía! ¡Bienvenidas! —No sé de quién es esa voz, pero quiero que se muera.

Yo quiero volver al departamento…

—Buenas noches —tarde; mi esposa se acerca al tipo y le da la mano como saludo; yo, fastidiada, hago lo mismo—. Nos da gusto estar aquí.

Le creo; si me dice que el cielo es rojo, le creo.

Nos acercamos a una gran mesa con señores de traje y señoras que seguramente uno de sus pendientes cuesta lo mismo que mi motocicleta.

Sonreímos y saludamos como si nos conociéramos de toda la vida; en realidad, seguramente tienen mi edad, pero les seguiré diciendo señores y señoras.

Le acerco a mi esposa la silla y le robo un último beso antes de ahogarme en este horrible ambiente.

Me alegra estar aquí.

La conversación se centra en negocios primeramente, tanto para Noah como para mí; pedimos nuestra cena y ordenan alcohol, un vino.

Mientras no tenga mucho alcohol, todo bien.

Realmente no es interesante estar aquí; preferiría estar con mi esposa en cualquier otro lugar; por lo menos tengo su presencia para deleitarme.

—Supe que se casaron, felicidades —dice uno de los hombres y choca su copa con las mía; los demás se unen—. Noah, debes sentirte afortunada por estar con una diseñadora de prestigio como Lucía, además, una gran modelo.

—La afortunada soy yo —comienzo a hablar; tomo la mano de mi bella y adorada esposa; ¿ya dije que es mi esposa?— estar con una mujer tan talentosa, capaz, fuerte, maravillosa en todo el sentido de la palabra, se siente irreal muchas veces, mi alma y cuerpo son suyos.

Miro la sonrisa de mi Luna; sonríe, sus ojos brillan, le doy un beso corto, y beso el dorso de su mano. Escucho el suspiro de las señoras presentes.

—Me disculpan, ahora vuelvo —veo a mi esposa de camino, seguramente al sanitario.

—Se ven muy lindas juntas, y su amor se nota demasiado —una de las señoras me mira con una sonrisa.

—Eso se perderá con el tiempo —si no me equivoco, ese es su esposo… o su novio; no es como si me importara. El rostro de decepción de la señora se nota.

—Estoy en desacuerdo contigo —tomo mi copa y bebo un poco— mi amor por ella solo crecerá, cada día, cada minuto, cada segundo; si algún día las formas de demostrarle que la amo se acaban, inventaré y descubriré más; ella es mi adicción, no tengo la sensación de que esto se desvanecerá con el tiempo, tengo la sensación de que cada vez que la veo, crece, crece más y más, mi amor es un volcán en erupción, un río descaudalado, se expande a lo largo y ancho del vasto planeta, amo a mi esposa con locura, con cada fibra de mi ser, con cada átomo, con cada latido y con cada respiración.

La señora suspira, y él, avergonzado, toma otra copa. No creo que ella se merezca a un hombre que no la ame con locura; espero que se dé cuenta de ello.

Tras unos segundos mi esposa vuelve, esta vez, sentándose encima de mí. ¿El alcohol? Pero esto no tiene mucho. Aún así, no me quejo; sigo con mi copa en una mano y con la otra sostengo su cintura.

No es bueno que se mueva tanto. O sí, pero no ahora.

—¿El vestido que traes hoy es de Lucía? —le pregunta alguien a mi esposa.

—Sí, ella lo hizo para mí, hace muchas cosas con sus manos por mí —él frunce el ceño sin entender.

—No la he visto en ninguna de tus colecciones, Lucía —habla otro— ¿es una edición limitada o algo así?

Trago con dificultad; tener a mi esposa en esta posición es bonito, pero riesgoso. Su mano se posa encima de la mía y desliza con cuidado hasta hacerme tocar su muslo.

Bebo un poco.

—Las prendas que hago para mi esposa son únicamente para ella; no hay más, no son para el mundo, sino para mi mundo —beso su hombro descubierto, como una súplica a que pare.

—Muchas mujeres pagarían por esos diseños…

—No me interesa —respondo antes de que continúe.

—Ella es muy meticulosa con eso de complacerme; si bien no se lo pido, siempre termina haciendo lo que quiero —¿está jugando con mi resistencia? Porque no tengo si se trata de ella; qué bueno que la mesa cubre lo que mi mano toca.

—Noah, supe que querían que estuvieras con otro artista como impulso a tu carrera —¿qué?— es bueno que no hayas aceptado, pues Lucía te dará más popularidad ahora que la marca está por los cielos.

¿Qué cosa de qué? ¿Perdón?

—No me casé con Lucía para impulsar mi carrera, me casé con ella porque es la mujer que amo, mi esposa no es una opción, es la única, en todos los universos a la que amo y con la única que me casaría —sonrío con satisfacción al ver la cara del tipo, mi esposa, con su tranquilidad y su linda forma de hablar, lo ha dejado callado.

Dejo un suave beso en su cuello y aspiro su aroma dulce. Siento su cuerpo temblar levemente.

—Te amo —le susurro; sé que tengo varias miradas encima—. Hora de irnos.

—Nos retiramos; gracias por todo; aún estamos en nuestra luna de miel, así que iré a disfrutar de mi esposa —ella deja a todos sin palabra; me jala de la mano para que la siga.

 *

Mi espalda choca contra la pared del ascensor; este cierra sus puertas.

—¿Alguna razón para estar tan agresiva? —Mis manos van a su cintura para acercarla más a mí.

A pesar de estar atrapada entre estas cuatro paredes, ella tiene un brillo alrededor; tal vez sea mi imaginación; sus ojos son más claros; su respiración es suave… entreabro mis labios.

¡Por Dios, Noah! ¿Cómo haces para verte tan angelical?

Solo mi esposa podría lucir como una diosa. Miro sus ojos…

—Hazlo —me ordena con voz ronca; sé a qué se refiere. Sus manos se aferran a mis brazos; yo presiono más su cintura y me acerco con lentitud a ella; siento que es la primera vez que la voy a besar; mi pecho sube y baja buscando aire; ni siquiera la he besado y me ha dejado sin aliento.

Ella sonríe; ella es la única que podría tener este efecto; mis labios rozan los suyos, cuando quiero acercarme ella se aleja levemente aún con su sonrisa, juega conmigo.

—¿Quieres jugar? —La prisiono contra mí nuevamente—. Sabemos cómo acabará.

—Pruébalo —me reta, no fue consciente del jadeo que dejó escapar al final de esa palabra.

En un ágil movimiento ahora es ella quien está contra la pared; su respiración se vuelve pesada, se entremezcla con la mía, su aroma me sigue embriagando; tomo sus muñecas pegándolas contra la pared, me inclino con una sonrisa ganadora, pues ella se queda embobada.

—¿Quieres que lo haga? —Ahora soy yo quien juega con ella, miro sus labios, sé que ella también mira los míos.

Acerco mi rostro a su cuello, respirando el aroma exquisito, rozo mis labios con lentitud.

—Hazlo, por favor… —Dejo un suave beso, sintiendo cómo con un acto pequeño ya se estremece.

Suelto una de sus muñecas para sostener su rostro; me parece irreal tener como esposa a la mujer más bella que haya podido pisar el planeta. Mi pulgar acaricia su mejilla; la hago acercarse a mí.

Sus delicados labios se posan sobre los míos; cierro mis ojos, siento esa corriente inexplicable recorrer por todo mi cuerpo; sus labios son tan suaves, una explosión ocurre dentro de mí, el sabor de sus labios es tan exquisito; se me hace difícil no morderlos.

Sus manos pasan por detrás de mi cuello, y las mías a su cintura. Hacemos que el beso sea más intenso, más brusco, ella es el oxígeno que podría respirar; ninguna quiere parar; ninguna lo desea. Nuestras respiraciones se hacen pesadas; mi corazón golpea fuerte contra mi pecho; el suyo no es ajeno; laten en sincronía; pareciera que se necesitan.

Las puertas del ascensor se abren; es ella quien me jala para llevarme al departamento. Nuestros pasos son torpes, más los de ella; no quita su linda sonrisa, y eso hace que yo también sonría todo el tiempo. Antes de entrar al departamento ella se quita los tacones que tenía puestos. Apenas entramos me encargo de dejarla contra la puerta.

Vuelvo a mi adicción, sus labios. ¿Por qué querría besar otros labios cuando los de mi esposa hacen que sienta que vuelo entre mil planetas? Es una sensación inexplicable; va más allá de algo carnal; algo que solo puedes sentir cuando besas al amor de todas tus vidas.

—Ah… —suelta un leve gemido cuando mis labios bajan a su cuello; ya lo sabía, pero vuelvo a confirmar que no solo soy adicta a sus labios; soy adicta a toda ella. Muerdo a mi antojo; dejo mis marcas—. Lucía…

Mi nombre no podría sonar mejor; me separo de su exquisita piel; pego mi frente con la suya, respiramos con dificultad.

—Te amo —aunque me falte el aire quiero recordárselo, ahora, después, siempre. Mis manos pasan por su cintura y van a su espalda baja; después de todo, sé cómo se quita este vestido; ventajas de haberlo hecho.

Los ojos de mi esposa se centran en mí; yo no quito mi mirada de la suya, los tirantes finos de su vestido se deslizan con una lentitud que solo hace que esto parezca algo celestial.

Siempre luce hermosa.

La beso nuevamente sin poder resistirme a toda ella; siento que el vestido ya está en el piso; mis manos pasan de estar en su hermoso rostro a bajar lentamente a sus glúteos, y con un impulso que ella hace ya la tengo enredada en mi cintura. No me separo del beso y ella solo lo intensifica poniendo sus manos en mi rostro.

Me deleito con la suavidad de su piel, con su aroma, con su respiración agitada y excitada; camino con lentitud hacia el sofá para sentarme con ella encima de mí.

Esta vez sí me separo para tomar algo de aire; ambas estamos agitadas. Es aquí donde mis ojos son bendecidos con una escena que guardaré por siempre en mi memoria.

Por el gran ventanal del departamento entra la luz de la luna y otras luces que seguramente produce la hermosa ciudad de París, pero algo mucho más hermoso, majestuoso, algo que rebasa todo el sentido de la palabra perfección, es ella; su piel brilla; su cabello, que seguramente yo alboroté, cae sobre sus hombros desnudos; sus lindos ojos brillan de manera angelical; bajo mi mirada a sus labios rojos; se ven tan apetecibles…

Mi mirada baja aún más y mi respiración se hace más pesada de lo que ya estaba; solo veo el brasier negro y las bragas del mismo color; cada centímetro de ella luce irreal; mis ojos no pueden creer que tenga a una diosa, y mucho menos mis manos se creen que pueden tocarla; debería ser considerado un pecado no amarla, ella está mirándome con amor, con sus manos en mi cuello, respirando con dificultad, por mi causa y entregada a mí de todas las formas posibles…

—Te ves perfecta —susurro; trata de desabrochar mi camisa, pero la detengo dándole un beso lo suficientemente largo para desconcentrarla de su objetivo.

—Solo quiero lucir así para… — dice, con leve jadeo, sus labios se dirigen a mi cuello; es su lugar favorito, y como lo hice yo, comienza a morder.

Mi mano con torpeza se dirige a desabrochar su brasier; sus movimientos de cadera sobre mí no me ayudan a concentrarme en mi objetivo de quitarle el brasier.

De todas formas lo logro y termina en algún lugar del piso. Me apoyo en el respaldo del sofá para inclinar mi cabeza a un lado y dejar que ella deje las marcas que quiere; la sensación de sus labios ahí hace que quiera que nunca pare. Mis manos traviesas recorren su espalda, sus muslos, apretando ciertas zonas.

Suelto gemidos sutiles, casi inaudibles.

Vuelve a mis labios con necesidad; invado su boca, me deleito con cada beso apasionado. Una de mis manos se aferra a su cintura; la otra explora una zona bastante húmeda, con lentitud invado sus bragas. Froto, ella se mueve buscando más contacto conmigo. Se separa para soltar jadeos y gemidos, pero no la dejo por mucho tiempo; mi boca se apodera de sus labios otra vez.

Mi mano sigue en su trabajo de jugar con ella; siento la calidez de su humedad en mis dedos; sonrío en medio de los besos.

—Complaceme —ordena con cierta rabia; una de sus manos encuentra la que juega con ella y hace que mis dedos por fin entren en ella—. ¡Ah!…

Su gemido es más agudo que los anteriores; es música para mis oídos; recupero sus labios callando sus gemidos; si bien me gusta escucharla, sé que le molesta que no la deje "expresarse", y eso hace que con más desesperación busque movimiento con sus caderas.

Muevo mis dedos dentro de ella; ya sé sus puntos débiles; sé cómo hacer que se contraiga. Curvo levemente mis dedos cuando toco una zona sensible para ella. Busca más; incluso puedo sentir cómo da leves saltos sobre mis dedos; es tan majestuoso tenerla de esta forma…

Su cuerpo sufre leves espasmos cuando muevo con más profundidad. No paro de besarla mientras sigo con lo mío. Siento leves arañazos detrás de mi cuello donde Noah se aferra mientras sigue saltando sobre mí.

—Lucía… —suena a una súplica por terminar con su deseo; busca más de mí; yo ya no hago mucho movimiento; es ella quien lo hace; la ayudo con mi otra mano.

Libero sus labios para ver a mi maravillosa esposa llegar al clímax de nuestra pasión. Ella me mira a los ojos; yo recorro su cuerpo, viendo cómo sus pechos rebotan por los saltitos que da; muerde uno de sus dedos mientras lo hace.

Es lo más hermoso que podré ver en toda mi maldita vida.

Su otra mano sigue aferrada a mi nuca; ella apresura sus movimientos dando el espectáculo sonoro de gimoteos tiernos, a mi parecer…

—Uhm… —siento su cuerpo liberar todo de ella; tiembla levemente; se inclina hasta quedar apoyada en mi hombro mientras leves espasmos hacen que siga moviéndose.

Mis dedos salen de ella, impregnados de su placer; como acto siguiente me los llevo a la boca aunque ella no vea; ¡es tan exquisita y maravillosa! Amo todo de ella.

—No te duermas; te diste placer tú misma con mis dedos; es hora de que lo haga yo.

Noah

Esta mujer lo que quiere es matarme; no se da cuenta de que justo ahora estoy como adolescente hormonal que con solo escuchar su voz o un simple toque podría volver a caer en el placer.

Sin embargo, no me quejo; yo agradezco tener el privilegio de ser suya.

*

Quito lo dicho; saltar encima de mi esposa no fue buena idea; bueno, sí lo fue, pero ahora mis piernas sufren las consecuencias; ¡duele el tan solo apoyarlas!

Si algo he descubierto es que Lucía Pérez tiene una resistencia física impresionante, y yo… doy lo que puedo, que es mucho, considerando que corriendo no duro ni cinco minutos, pero haciendo… "ejercicio" con ella, puedo aguantar horas…

—¿Moon, quieres descansar hoy?

Yo aún sigo en la cama; ella, muy vital como siempre, ya hizo muchas cosas, incluido ejercicio, porque la vi, y Dios, otra vez quería verla como ayer, pero mi estado físico ya no resistía.

¡Ah! ¡Cómo te odio, cansancio!

—Uhm, es culpa tuya… —me quejo abrazando una almohada—. Hazme cariñitos ahora.

Ella, tan linda y perfecta, se acerca hasta la cama, se mete conmigo y me da un beso en la frente.

¡Es tan dulce!

Prende la televisión de la habitación y yo me acomodo en su cuello; tener su aroma cerca me relaja; podría morir así.

—Te amo —digo a punto de dormir nuevamente.

—Te amo, mi vida —otro beso llega a mi frente, y es suficiente para dormirme con una paz netamente inexplicable.

Amo esto.

La amo a ella.

Amo lo que somos hoy.

Y lo que seremos en un futuro.

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¡Que imaginación más básica tengo! ¡Me voy!

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