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—Deberías hacer lo mismo.

Ezlang miró a su hijo, quien tenía la vista fija en el exterior. Estaban los dos en el balcón de la habitación del muchacho, mirando hacia su reino.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Buscar una mujer y tener más hijos —le dijo Tarek—. Ella siguió con su vida como si nada, tú deberías hacer lo mismo, buscar nuevos herederos.

—No necesito más hijos que el día de mañana se disputen un reino.

—¿Y si me matan? —le inquirió mirándolo—. ¿A quién le queda tu reino si yo muero?

—Nadie te hará daño a ti, Tarek —le aseguró apoyando una de sus manos en el hombro de él—. No dejaría que nadie siquiera lo intentara.

—Hay cosas que ni tú puedes controlar, padre...

Ezlang suspiró y se apoyó contra la baranda del balcón, mirando los árboles en el horizonte.

—Nunca quise ser rey, no quería esta responsabilidad, pero mi padre me obligó por ser el mayor. Yo le hubiese cedido mi puesto a Izlang desde un comienzo, pero nunca me dieron esa opción, ellos no lo querían de rey. Incluso... Tu madre luego de decir que lo detestaba, se terminó yendo con él.

—Ella sólo es una oportunista, lo único que quería, era poder —pronunció con rabia el adolescente.

Miró a su hijo y sonrió levemente.

—Tú fuiste lo único bueno que salió de todo esto.

—Lo siento —susurró.

—¿Por qué te disculpas? —le preguntó confundido.

—Por culparte por el abandono de ella, por tratarte de cobarde, de débil por haber perdido contra Izlang. Nunca pensé en tí, en como debías sentirte. Yo perdí a mi madre, pero tú perdiste a tu mujer, que se fue con tu hermano, y eso debe ser mucho peor.

—Y tienes razón al culparme por todo, hijo, no te has equivocado en nada. Si yo hubiese sido más fuerte, no habría perdido y tú habrías crecido con tu madre, y no solo.

—No, si ella nos hubiera querido, jamás se habría ido. Ella se fue con Izlang porque ganó, no porque lo quisiera también. Esa mujer es una maldita frívola.

El rey se quedó hablando un rato más con su hijo, antes de retirarse y dejarlo descansar. El muchachito debía estar igual de cansado cómo él, había sido un día muy largo para todos.

Bostezó mientras se dirigía a su habitación, cuando alguien captó su atención.

—Ezlang.

La observó indiferente, deteniéndose.

—¿Qué haces aún despierta? Y más importante aún ¿Qué estás haciendo a medio camino de mi habitación?

—El guardia que está en tu puerta no me dejó pasar, dijo que tú no recibirías visitas, pero necesitaba hablar contigo.

—Habla entonces.

—Quería disculparme contigo, por lo que ocurrió.

—De acuerdo —pronunció dándole la espalda, para pasar por su lado.

—Espera —le pidió tomándolo del brazo, no sólo deteniéndolo, sino también haciéndolo gruñir.

Lo soltó rápidamente, bajando la cabeza.

—No te vayas aún.

—¿Para qué quieres que me quede aquí?

—P-Para... Hablar conmigo.

—No tenemos nada de que hablar —gruñó.

—No, es verdad, no tenemos motivos para hablar, pero... P-Pero sé que podríamos encontrar alguno.

—No.

Lo vio comenzar a irse y rápidamente se puso delante de él, apoyando ambas manos en su pecho, Impidiéndole continuar, ganándose un nuevo gruñido de advertencia.

—Por favor, perdóname, hablemos, no quiero que estés molesto conmigo.

—Yo no soy Izlang y Mofak yo en el pasado, sal de mi camino.

—¿Qué? ¿A qué te refieres? —le preguntó confundida.

—No me involucraré con la mujer de mi hermano.

—Yo no soy la mujer de Mofak, y tú mismo dijiste que fingiera que todo estaba bien, hasta que encontraras la manera de liberarme de ese compromiso ¿O lo olvidaste ya? Prometiste que lo harías.

—Muy bien se te da fingir interés ¿No?

—¿Qué carajos estás insinuando, Ezlang?

Le quitó las manos de su pecho y la apartó de su lado.

—Vete a tu habitación.

—No me voy a ir nada hasta que seas claro conmigo y me digas que mierdas estás insinuando.

La ignoró, llegando hasta la puerta de su habitación, dónde el guardia estaba esperando para abrirla.

—¡Te estoy hablando, Ezlang!

—¿Señor quiere que la calle? —le inquirió con molestia el guardia.

—No, sólo ignórala —le dijo entrando.

Gala apretó sus puños con rabia y se fue a su habitación, sintiéndose tan impotente. ¡Maldito arrogante de mierda!

***

—Señor la última caravana de Mershlak acaba de marcharse, no sin antes dejarle un presente —le anunció uno de sus guardias.

—De acuerdo, ponlo junto a los demás. ¿Eso quiere decir que ya se han ido todos?

—Aún quedan algunos consejeros, y su hermano Mofak.

—Sí, Mofak pidió quedarse tres días más aquí —recordó con fastidio, pasándose una mano por la frente—. Asegúrense de-

—Señor, mi rey, disculpe que entre de este modo —pronunció en un tono nervioso Tariel, entrando al salón, bajando la cabeza cuando llegó frente al rey—. H-Hay un inconveniente.

—Habla.

—La señorita Gala no está, la hemos buscado toda la mañana, y... Ella no está —le dijo temblando, al ver la pose tensa que él adoptaba—. El señor Mofak ha incluso salido en su búsqueda.

—¿Y por qué recién ahora me lo notificas? —gruñó poniéndose de pie.

—Lo siento mucho, creí que quizás ella estaba pasando tiempo de calidad con el señor Mofak, pero luego de no verla en el almuerzo, supe que algo estaba pasando.

—La puse bajo tu vigilancia, Tariel ¡Era tu obligación estar siempre con ella!

—Lo siento, señor Ezlang, lo juro —pronunció con lágrimas en los ojos—. Y-Yo pagaré por mi error, asumo mis consecuencias —le dijo arrodillándose frente a él.

Uno de los guardias se acercó a ella, luciendo realmente irritado.

—Con el respeto que usted se merece, rey Ezlang, no puede culpar a la sierva de la insolencia de la humana, todos sabemos que no obedece a nadie... Ni siquiera a usted.

El castaño apretó la mandíbula, antes de mirar hacia la derecha, a otro de sus guardias.

—Ve por la guardia real, diles que busquen a la humana.

El muchacho que había intercido por Tariel, la ayudó a ponerse de pie, sin poder creer que una vez más el imbécil de su rey fuera a utilizar la guardia real por una maldita humana.

Estaba poniendo a sus guerreros en su contra por aquel capricho absurdo de mantenerla.

...

MutansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora