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Apoyó una de sus manos en la mejilla de ella, y Gala lo observó suplicante. Ezlang respiró profundo y negó con la cabeza.

—No sé cómo, pero te ayudaré.

—Te lo pagará, lo prometo, no sé cómo. ¡Oh sí! ¡Sí sé! Puedo ser una sierva más, incluso hoy mismo dejo esta habitación, dormiré con Tariel y las demás mujeres que se encargan del hogar y aseo, incluso podría-

—Gala, cierra la boca un momento, por favor ¿Sí?

La castaña asintió con la cabeza, sin dejar de abrazarlo o mirarlo a los ojos como un cachorro regañado suplicando perdón.

—Mofak no aceptará que tú no seas su esposa, así qué, hasta que encuentre una solución viable, tendrás que actuar como si todo siguiese normal.

—E-Está bien.

—No llores —le dijo secando las lágrimas de sus mejillas—. Sé que no es lo que tú esperabas escuchar, pero no siempre se haya una solución rápida a los problemas.

—Sólo a-asegúrame que no dejarás que él me toque, por favor.

—No lo hará, te doy mi palabra.

—Gracias —pronunció bajito.

Ezlang la miró a los ojos por última vez, y se separó de ella, tomando distancia de la castaña.

—Toma un baño y luego descansa, yo me encargaré del resto.

—De acuerdo.

¡Al fin un hombre que resolvía en su vida!

***

Andaba deambulando por la casa, cuando escuchó una suave melodía provenir de una de las habitaciones. Curiosa, caminó hasta ella y entre abrió la puerta, observando por el espacio que quedaba entre la puerta y el marco de la misma, que estaba el hijo de Ezlang tocando un instrumento de cuerda.

Su sonido era muy suave, relajante, y una melodía un tanto triste, pero sonaba muy bien.

El muchachito se giró al sentir aquel aroma que no conocía y observó con el ceño fruncido a Gala.

—Hola, lamento haber entrado sin tocar, pero es que justo pasaba por el pasillo y escuché lo bien que tocabas y quise ver de quien se trataba —sonrió.

—Sal de aquí, que mi padre te permita andar libremente por la casa, no significa que todos estemos de acuerdo con eso. Y mucho menos yo te quiero en mi espacio personal.

—L-Lo siento, no quería incomodarte —pronunció bajo, antes de darse la vuelta y salir de la habitación.

Vaya, que niño más odioso.

Continuó caminando por los pasillos y llegó hasta la habitación de descanso de Ezlang. Tal vez podría pasar algo de tiempo con él, mientras esperaba que Tariel regresara. La jovencita había salido temprano en la mañana para visitar a una de sus hermanas, y volvería cerca del atardecer.

—El rey Ezlang no puede recibir visitas ahora —le dijo un guardia con el ceño fruncido, al ver que la castaña iba a abrir la puerta.

—¿Por qué no?

—Está ocupado.

—Pero él dijo que yo podía ir a verlo siempre que lo quisiera —pronunció en un tono molesto—. Déjame pasar.

El guardia gruñó bajo y se hizo a un lado. Detestaba a los humanos, y más aún, a Gala.

La castaña ignoró su gruñido y abrió la puerta, entrando de todos modos a la habitación. Pero antes de poder anunciarse, las palabras se quedaron en su boca, atoradas en su garganta con la escena que acababa de presenciar.

Y al parecer, él había captado su aroma en ese momento, cuando ella se disponía a irse rápidamente, cerrando la puerta detrás de sí.

Y no hizo más que dar dos pasos fuera, que el guardia se inclinó hacia ella, tomándola del brazo, deteniéndola.

—A ver si así entiendes que cuando decimos que el rey está ocupado, y no puede recibir visitas, es por esto —le gruñó en un tono bajo—. Ya que vas a vivir aquí hasta que Mofak se una a tí, espero comiences a acatar órdenes.

—S-Sí —murmuró en un hilo de voz.

—Perfecto —pronunció soltándola.

Gala respiró profundo y se tomó del brazo, saliendo rápidamente del pasillo, dirigiéndose a su habitación. Pero a cien metros de su puerta, se detuvo, cambiando de dirección.

No, mejor saldría.

***

—Siempre quise aprender a hacer estas cosas —sonrió emocionada, mientras intentaba imitar a las tejedoras—. Cuando era niña mi abuela quiso enseñarme a tejer, pero lo único que conseguía, era hacer nudos la lana —pronunció riendo, al recordarlo.

—Y lo estás haciendo muy bien, Gala —sonrió Tariel.

Estaban las dos en el taller de hilados, y la castaña al ver que las siervas estaban preparando los telares, quiso participar también de la actividad.

—¡Uy me encanta ese color cremita! Creo que me voy a hacer un vestido con ese hilo si logro primero hacer la tela.

Tariel sonrió al ver la actitud de la castaña, pero su sonrisa se borró lentamente, al ver que el rey se estaba acercando al taller. Él nunca visitaba aquella sección, pero sabía muy bien a quien debía estar buscando.

—Señorita Gala, creo que la buscan.

—¿Quién? —le preguntó sin mirarla, escogiendo un segundo color para hacer los bordes de la tela.

—El rey Ezlang.

Gala la miró y luego se giró al ver que todas las siervas habían bajado la cabeza, saludando al rey. Pero ella no haría lo mismo.

—Gala, ven un momento conmigo.

—Ahora no puedo, estoy con las chicas haciendo telas —pronunció indiferente, generando incomodidad en las siervas, especialmente por el gesto molesto de Ezlang.

—Que vengas ahora —repitió en un tono grave de voz.

—Iré cuando termine aquí, te dije que-

—Gala, luego puedes terminar aquí la tela, pero ve por favor con el rey Ezlang —le pidió en un tono bajo Tariel, interrumpiendola.

Y al ver el temor en los ojos de la jovencita, dejó las madejas de hilo sobre una mesa, luciendo molesta.

—Iré sólo porque tú me lo pides ¿Okay? —le murmuró antes de pasar junto a Ezlang, saliendo del taller—. ¿Qué ocurre?

—No hablaremos aquí, camina —gruñó.

La castaña rodó los ojos y lo siguió por detrás, hasta llegar a una habitación vacía. Una vez dentro, Ezlang cerró la puerta y la observó con clara molestia.

—Que sea la última vez que cuestionas una de mis órdenes, y encima-

—Te dije que iba a ir cuando terminara.

—No me interrumpas, Gala —gruñó.

Se cruzó de brazos, frunciendo el ceño.

—No vuelvas a interrumpirme, ni cuestionarme, y mucho menos, desobedecer a mis guardias. Si ellos te dicen que estoy ocupado, y no puedes molestarme, te das la vuelta y te retiras ¿Entiendes?

Lo miró a los ojos y asintió con la cabeza.

—¿Entiendes o no? Responde.

—Q-Quiero ver a Mofak.

—¿Qué?

—Quiero hablar con él.

—¿Tú eres estúpida? ¿O te piensas que todo esto es un maldito juego? Te crees que puedes venir a mi, rogarme que no te entregué a el ¡¿Y después exigirme volver a verlo?!

Los ojos de Gala se cubrieron de lágrimas al escucharlo gritarle y pasó por su lado, saliendo de la habitación.

Ella no se merecía que la tratara de ese modo.

...

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