7.- Culpa no merecida

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Valentina.

No se realmente que es lo que esperaba al aceptar el empleo. Una parte de mí quiere pensar que no es demasiado tarde como para decirle a Carina que en realidad no deseo trabajar con Dante y volver a solicitar mi puesto en el hospital.

Eva probablemente me asesinaría.

Tomo un suspiro mientras volteo hacia la puerta que conduce a la habitación de Dante. Creí que las cosas mejorarían esta semana, pero no tenía idea de que el señor Lombardi podía ser bastante orgulloso.

Luego de nuestra discusión, me refugié en la habitación que me dijo que podría ocupar. Probablemente no habla bien de mí que en mi primer día no me haya preocupado por mi paciente, pero dado que Dante no ha salido de su habitación en todo el día, creo que no hay problema en realidad.

Suelto un suspiro mientras decido que lo mejor que puedo hacer, es ocuparme de las otras tareas que Carina dijo que serían mi responsabilidad. No quiero llamarla para decirle que su hermano no ha salido de su habitación porque lo último que quiero es darle más razones a Dante para detestarme.

Voy hasta mi habitación y tomo la hoja que se encuentra sobre la mesita de noche. La lista de medicación se explica de forma detallada, medicamentos para el dolor y algunos otros para tratar la contusión.

Verifico que ninguna hora se haya pasado, y preparo las que deben ser tomadas en la siguiente hora. Recupero mi tableta que he dejado a un costado y me concentro en escribir el mejor plan de recuperación que se me ocurre, las fracturas de pierna suelen venir acompañadas de rehabilitación, algunos ejercicios para recuperar la fuerza de los músculos, entre otras cosas. Evidentemente no podemos hacerlo ahora por la férula, pero eventualmente serán necesarias.

El sonido de la puerta al abrirse capta mi atención, luego los pasos inestables y el golpe de las muletas en contra del suelo, alejo mi vista de la pantalla mientras me incorporo y avanzo sin hacer demasiado ruido hasta el pasillo. Parece que Dante al fin ha decidido abandonar la soledad de su habitación.

Cuando llego al comedor, lo encuentro sosteniéndose de las muletas mientras intenta sabrá dios qué, porque está inclinado hacia adelante, rebuscando algo en uno de los cajones inferiores.

Muerdo mi labio mientras me permito dejar de ser profesional, y lo miro más de lo que debería. Lleva unos pantalones cortos tipo deportivos, y una camisa de algodón que se le ajusta al cuerpo.

Es fornido, los músculos de sus brazos se marcan con cada movimiento que hace, tensándose bajo la tela de su camisa. No es como si no lo hubiera notado antes, pero ahora hay algo diferente en él que me causa una sensación en el pecho que no me agrada porque se trata de mi paciente.

Mi paciente.

Me repito esa palabra mientras avanzo hasta donde él se encuentra.

Justo cuando estoy a punto de aclararme la garganta para llamar su atención, Dante suelta un gruñido frustrado.

—Maldita sea... —masculla, apoyando más peso en su pierna buena mientras forcejea con algo en el cajón.

No sé si es orgullo o terquedad, pero está claro que no piensa pedirme ayuda.

—Sabes que no tienes que estar luchando con un cajón, puedes pedirme ayuda, que para eso me pagan bastante bien.

Soy muy consciente de como todos sus músculos se tensan, suelta un suspiro pesado y se incorpora con lentitud.

—Puedo hacerlo solo —dice sin mirarme.

Sonrío con diversión mientras camino hasta la cocina, deteniéndome a unos pasos de él.

Un desastre llamado amor.(SL#6)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora