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Ya había oscurecido y podían escucharse incluso los grillos. Había pasado un día increíble con Mofak, realmente a ese muchacho le encantaba hablar, y a ella también, por lo que su compañía había resultado muy amena.

Hasta llegó a olvidar por un momento lo que había pasado en esa isla y todo lo que había perdido.

Pero ya era momento de regresar a la casa, y aunque Mofak pertenecía a la familia real, no vivía allí.

—Buenas noches —pronunció a los guardias que estaban en la entrada de su habitación.

Los muchachos hicieron un ademán con su cabeza, y la dejaron pasar.

—Tariel, ya he llegado —expresó entrando, encontrando la habitación vacía, pero sobre su cama, había una toalla y una túnica de lino blanco, adornada con pequeños detalles en oro y piedras.

¿Y eso para qué era? ¿Tendrían una cena diplomática? Pero Mofak ya se había ido a su hogar.

—Señorita Gala, que bueno que haya regresado ya —sonrió Tariel entrando en la habitación, cargando en sus brazos algunos productos de higiene y para el cabello.

—¿Para qué es todo esto?

—Debe tomar un baño, vamos, hágalo rápido —le dijo dándole las cosas y empujándola gentilmente hacia el baño de su habitación—. Tenemos menos de veinte minutos para que usted esté lista, y el tiempo ya está corriendo.

—¿Pero para qué es?

—No lo sé, el rey Ezlang dió la orden y debemos cumplirla.

—El rey Ezlang —repitió rodando los ojos, entrando al baño—. ¿Pues quién se cree que es? O sea, es el rey y todo eso, pero uno tampoco está a disposición para cumplir sus caprichos.

—De hecho sí, lo estamos, porque él es el rey y aquí gobierna. Hay que cumplir sus exigencias.

La castaña se metió dentro de la tina y comenzó a llenarla de agua con un cuenco que había junto a ella.

—Creo que para todo debe existir un límite, Tariel, de lo contrario, es abuso de autoridad.

—La entiendo, pero en este caso no creo que se trate de eso.

Diez minutos después, Gala salió del baño envuelta en una toalla, con el cabello húmedo.

—¿Tú estarás ahí conmigo?

—Tengo la orden de ayudarla a prepararla únicamente. Déjeme secarle un poco más el cabello y colóquese el vestido por favor.

***

—El rey la espera, pase —le dijo uno de los guardias, antes de que las puertas se abrieran.

Observó sorprendida esa gran mesa llena de todo tipo de carnes, frutas y verduras, todo acomodado de un modo muy decorativo y fino. Pobre del infeliz que había tenido que hacerlo, horas allí para cumplir los caprichos de un vanidoso como Ezlang.

Okay ¿Y en dónde estaba él? Esa habitación estaba vacía.

—¿Será oro? —murmuró llegando hasta la mesa, tomando un tenedor.

—Sí, no es un metal pintado de dorado.

Se estremeció al escuchar la voz de él detrás de ella y se giró para mirarlo.

"¡Maldita sea!" Pensó nerviosa, sintiendo como su estúpido corazón comenzaba a latir frenético al verlo. Lucía realmente muy guapo, con su cabello castaño lacio cayendo sobre su rostro, algo despeinado, y vistiendo una túnica negra con detalles en oro, como las pulseras y collares que se cargaba.

—Toma asiento.

—C-Claro —murmuró girándose en el mismo lugar, para correr la silla y hacerlo.

Él se sentó en la punta de la mesa, cerca de ella, que estaba en el lateral izquierdo.

—Puedes tomar lo que gustes —la instó.

—¿No vendrá nadie más?

—Mi hijo está durmiendo y los siervos no comen con nosotros.

—¿Toda esta comida es para nosotros dos únicamente? —le inquirió incrédula.

—Sí —le dijo tomando una pata de pavo—. Sírvete.

—Pero es demasiado, es un desperdicio, mínimo con todo esto comen unas veinticinco personas, ¿Por qué no-?

—¿Por qué no te callas un rato y obedeces? No es tan difícil —la interrumpió dejando la otra pata del pavo sobre el plato de ella, luciendo molesto—. Te dije que te sirvieras.

Gala lo observó y frunció el ceño, corriendo el plato con su mano, antes de extender el brazo y tomar unas uvas.

—Como quieras —le dijo indiferente el rey, tomando un trozo de carne.

La joven castaña continuó sin mirarlo, y cuando se terminó sus uvas, tomó una servilleta para limpiarse las manos.

—Si me disculpa, señor rey, me retiro, yo ya he terminado —pronunció poniéndose de pie.

—No, siéntate ahí.

Lo miró, incrédulo.

—¿Perdón?

—Que te sientes ahí, si tú piensas despreciar todo este alimento y el gesto que tuve contigo, está bien, pero te quedarás ahí sentada hasta que yo termine.

Gala apretó la mandíbula y se sentó nuevamente, negándose a mirar al arrogante ese.

—Te veías muy agusto con mi hermano hoy —pronunció en su tono grave y grueso de voz, quebrando unas costillas fácilmente entre sus manos—. Se ve que tienen una buena conexión.

—Mofak es un caballero, y sobre todo, no me manda a callar.

—Debe ser que con él no eres una imprudente —le dijo con simpleza.

—Él no me ve ni me trata como si yo fuera inferior a su persona, me ve como su igual, no tiene aires de grandeza, y pertenece también a la familia real.

—Aires de grandeza —repitió, tomando un poco cerdo.

—Sí, se ve que la arrogancia no es de familia.

Desvió la mirada hacia ella y Gala se estremeció. Aún sin mirarlo, podía sentir la intensidad de sus ojos y lo que sus palabras habían causado en él.

Demonios, lo mejor sería que no dijera una palabra más, porque sentía que estaba tirando ya mucho de la cuerda.

—Vete.

—¿U-Usted ya terminó?

—Ahora —gruñó.

Cerró los ojos con temor y se puso rápidamente de pie, saliendo del salón sin mirar atrás. Lo había hecho enfadar, sabía que aquellas palabras lo habían molestado.

Pero ella tenía razón, no había dicho mentiras tampoco, Ezlang era un soberbio.

...

MutansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora