—Este lugar es realmente hermoso, parece como... Como una imagen sacada de algún cuento para niños —sonrió observando las bancas de madera labradas y pintada con alguna especie de barniz.
En medio de ellas, había un camino de piedras lisas y troncos cortados en círculos, delimitándolo. Y ni hablar de los árboles y enredaderas de flores rosas pastel que adornaban los troncos y ramas de los mismos, haciendo una cortina natural en ellos.
—Me alegra mucho que te guste —sonrió Mofak—. Cuéntame un poco de ti, Gala —le pidió mientras le hacía una seña con su mano para que se sentara.
—Pues... Me llamo Gala Arves, tengo veintiséis años, soy reportera, y trabajaba junto a mis amigos en un canal que teníamos los cuatro —pronunció recordando a los tres muchachos—. A Marco lo conocía desde que era una niña, íbamos a la primaria juntos. En la secundaria conocí a Toby, y hace unos meses a Steven, fue el último en unirse a nosotros... Y seguirían vivos si no fuera por mi culpa.
—No creo que los hayas obligado a venir aquí, y ustedes tampoco sabían a ciencia exacta a qué iban a enfrentarse, después de todo, los humanos no saben de nuestra existencia. No te culpes por lo que ocurrió —le dijo mientras le servía zumo de frutas, y dejaba junto a ella un trozo de filete—. Tú sigues con vida, pero te llevaste la peor parte, Gala, no sólo cargar con una culpa que no te corresponde, sino también con el dolor y el trauma de lo que te hicieron.
—Tengo pesadillas t-todas las noches —reconoció mirando hacia abajo, apretando sus puños sobre sus muslos—. Los primeros tres días me despertaba gritando en medio de la madrugada, con mucho miedo y creyendo que aún estaba allí con esas bestias —le contó mientras sus ojos se cristalizaban—. F-Fue por eso que Ezlang me envió a Tariel, para que me hiciera compañía y de algún modo me sentiría más segura.
—Lo lamento mucho —le dijo con pesar—. Lamentablemente los Clivents son una especie despreciable, es el resultado de los primeros experimentos fallidos antes de nosotros.
La castaña negó con la cabeza y tomó con su mano temblorosa el vaso, dándole un sorbo.
—Preferiría no seguir hablando de eso.
—Está bien, no hace falta que lo hagamos entonces. ¿Has conocido algo más que la casa real? ¿Te han permitido dar un paseo? —le inquirió cortando un trozo de filete con sus uñas, antes de llevárselo a la boca.
—No mucho, Ezlang prefería tenerme dentro de la casa, sólo he salido un par de horas al jardín trasero.
—¿Te gustaría recorrer conmigo un poco nuestro territorio luego del almuerzo? —sonrió.
***
Ezlang estaba sentado observando a su hijo escribir, mientras los maestros le enseñaban en el gran salón. Pero su mente estaba muy lejos de allí, ni siquiera estaba prestando atención a lo que estaban hablando.
—Rey Ezlang —pronunció un siervo entrando.
Lo miró y le hizo una seña con su mano para que se acercara. El joven lo hizo y se paró junto a su sillón, susurrándole algo para que sólo él pudiese escucharlo.
—De acuerdo, puedes retirarte ya —le dijo antes de ponerse de pie—. Tarek, tus clases han terminado por hoy.
El jovencito dejó de escribir y lo observó sorprendido. Su padre nunca interrumpía sus estudios.
—¿Por qué?
—Iremos al río, tendrás lecciones de caza.
Tarek sonrió emocionado y dejó su cuaderno junto a sus lápices sobre la mesa, poniéndose de pie.
—Iré a prepararme en ese caso, padre —sonrió saliendo del salón.
—Gracias por sus enseñanzas, pueden retirarse también, el príncipe continuará con sus lecciones mañana —les dijo a los maestros.
Aunque ellos no tenían contacto con los humanos, de todos modos la familia real tenía conocimientos básicos de varias materias, entre ellas matemáticas, historia, química, física, y lenguaje. No eran ignorantes ni analfabetos cómo muchos podrían llegar a suponer.
—Ya estoy listo —le dijo el muchachito, regresando al salón con su lanza.
—De acuerdo, andando entonces.
—¿Iremos sólo nosotros dos? —le preguntó sorprendido, al ver que ninguno de los guerreros o siervos los acompañaba al salir de la casa.
—Sí, sólo seremos nosotros dos.
—¡Genial! —sonrió emocionado, sintiéndose tan feliz.
No solía tener mucho tiempo a solas con su padre, siempre había alguien acompañándolos. Y desde que su madre los había abandonado, cuando él era un cachorro de tres años, se había aferrado celosamente a su progenitor.
Aunque... En el fondo lo culpaba también de que su mamá se hubiese ido.
***
—¡Me encanta! —exclamó con una gran sonrisa antes de correr y saltar hacia el río.
Mofak sonrió y la observó nadar desde la orilla. Al parecer lo estaba disfrutando realmente, y al menos en ese momento, no estaba pensando ni recordando lo que había tenido que pasar.
—Oye, ¿Tú no te vas a meter? El agua se siente muy bien —sonrió Gala.
—Mm no tengo mucha afinidad por el agua, pero creo que puedo meterme un rato contigo —sonrió no muy convencido.
—Oh vamos ¡Te encantará! Está fresquita —sonrió antes de tomar algo de aire y zambullirse nuevamente y comenzar a nadar hacia el otro extremo del río.
Y al momento de salir a flote, se encontró con unos ojos verdes dorados que conocía muy bien, acelerándole el pulso.
El rey la observó de ese modo serio, siempre luciendo molesto, y sintió como su corazón no podía dejar de latir rápido. ¿Por qué siempre tenía ese efecto en ella cuando la miraba así?
—Gala —la llamó Mofak, haciéndola girar en su lugar.
—¿S-Sí?
—Ven, vamos a nadar a otro sector. Parece que el rey y el joven príncipe van a tener una lección de natación, o caza —pronunció serio, mirando a su sobrino con la lanza—. Ven, te llevaré a otro lugar que conozco.
—No hace falta que se retiren —les dijo Ezlang—. Le enseñaré a cazar dentro del agua a Tarek, y que ustedes estén, lo hará más dinámico.
Se quitó la especie de túnica que tenía puesta, quedando sólo en ropa interior, que no era más que una tela negra tapando su pelvis.
Gala observó el cuerpo de Ezlang, y sintió que el aire la abandonaba. Era la primera vez que podía apreciar bien sus músculos. Y no, no parecía un fisicoculturista exagerado en musculatura, pero su cuerpo estaba bien definido, y era tan ancho, tan... Tan caliente a la vista.
Hasta podía imaginarse sentada sobre esos muslos mientras-
—Gala —gruñó Mofak detrás de ella.
La castaña se estremeció y salió de sus pensamientos, girándose para mirarlo.
—Vamos.
—S-Sí —pronunció bajito, sin mirar hacia atrás nuevamente, y nadando detrás de Mofak.
Que bueno que el agua estaba fría...
...
