—¿Para defenderte de qué? ¿O de quién? Aquí estás a salvo, nadie te hará daño.
—N-No quiero que... V-Vuelva a suceder.
—Aquí nadie hará eso —le dijo soltándola—. Podemos ser muy temperamentales, pero jamás haríamos algo así, y mucho menos mi hermano, Mofak no te haría daño.
Lo miró a los ojos, sintiendo su corazón latiendo fuerte.
—Entonces enséñame sobre tu cultura, explícame cómo es que esto funciona, quien más vive aquí, que se supone qué-
—Mañana le diré a Mofak que puede conocerte entonces, el responderá todas tus dudas. Ahora camina, debemos volver a la casa.
—No, no quiero que él-
—Camina —la interrumpió nuevamente—. Ya es muy tarde y debo descansar, vamos.
—Te estoy hablando, Ezlang, no me interrumpas. A mí no me interesa que nadie más me expli-
—Que camines, Humana, ahora —gruñó en advertencia.
—¡Mi nombre es Gala, no humana! —le gritó exasperada—. Deja de decirme así.
—¿Con quién crees que estás hablando para levantar tu voz? —gruñó mirándola amenazante.
—S-Si vas a dirigirte a mí, llámame por m-mi nombre.
—Camina entonces, Gala —gruñó.
Ella asintió con la cabeza y comenzó a caminar, pasando por su lado, sólo entonces, Ezlang avanzó, detrás de ella.
—¿Me detestas?
—No.
—¿Entonces por qué... Por qué no quieres pasar tiempo conmigo?
—Gala ¿Tú no te das cuenta que soy el líder de mi nación? ¿Te piensas que dentro de mis funciones, está la de pasar tiempo contigo? Si quieres compañía, habla con las siervas, o pide de una vez por todas conocer Mofak.
La castaña aceleró su paso y se apresuró a regresar a la casa, que al final de cuentas, no estaba tan lejos. Después de todo, había estado caminando unos quince minutos antes de que Ezlang la encontrara.
—Gala.
Lo ignoró y continuó caminando, visualizando la ventana de la que era su habitación a lo lejos.
—Te estoy hablando.
—No me interesa hablar contigo.
—Gala —Gruñó.
—Dile a Mofak que lo conoceré mañana.
***
Se quedó quieta, mientras Tariel la peinaba y adornaba su largo cabello castaño con pequeños accesorios de oro, que iba colocando en finas trenzas que le había hecho.—¿Cómo es ese tal Mofak?
—¿El príncipe Mofak? Es un macho muy apuesto, de hecho, se lo conoce como "El príncipe de la noche eterna" —sonrió suavemente, mientras tomaba un fino pincel y pintura negra para delinear sus ojos.
—¿El príncipe de la noche eterna? ¿Por qué?
—Su pelaje en negro como el carbón, y sus ojos azules de iris dorados, son un azul tan oscuro, como el cielo de noche. Y sus iris dorados como las estrellas.
Gala observó a la muchacha hablar de Mofak y sonrió.
—¿A ti te gusta?
—Es muy apuesto, ya lo verás.
—¿Y has hablado alguna vez con él?
—Oh no, por supuesto que no, los siervos de mi rango y posición no tenemos contacto con él. Sólo le he visto a lo lejos en ciertas ocasiones especiales.
—Ya veo.
Tariel tomó un poco de pintura roja con su dedo índice y le pinto los labios, sonriendo al ver cómo había quedado Gala.
—Luce preciosa, señorita Gala, de seguro el príncipe Mofak quedará encantado con usted.
—Gracias.
Tariel era una muchacha realmente preciosa, de figura esbelta, largo cabello lacio en tonalidades rubias, que llegaba por encima de su trasero, y siempre tenía adornado con algunas trenzas y anillos de plata. Tenía una piel envidiable, tan lisa y limpia de imperfecciones, de color miel con algunas pecas por su rostro y cuerpo.
Quizás no eran pecas, sino manchas típicas en el tipo de raza felina a la que ella pertenecía.
Y ni hablar del color avellana de sus ojos, que resaltaba con el delineado natural oscuro de ellos. Tenía un rostro fino y una pequeña nariz redondeada.
Y claro, una sonrisa encantadora, con cuatro pequeños colmillos que la hacían ver más hermosa aún.
Escucharon que la puerta era golpeada y la joven felina fue hasta ella, abriendo para hablar con el guardia, que le estaba informando que Mofak ya había llegado, por lo que debía salir de la habitación.
—El principe ya está aquí, que tengan un día precioso —sonrió antes de retirarse la rubia.
Gala se puso de pie y respiró profundo, intentando de algún modo calmar sus nervios. ¿Cómo se vería él? ¿Se parecía a Ezlang? Si era así, entonces sí le daría la razón a Tariel al decir que era apuesto.
"Tranquila Gala, todo estará bien, todo..."
La puerta se abrió y frente a ella apareció un joven de unos veinticinco años, de cabello negro y lacio por debajo de su mandíbula, y los ojos azules más hermosos que hubiese visto en su vida.
Todo lo que Tariel había dicho, era real.
—Bienvenida a Tamak'Atak, finalmente podemos conocernos, Gala —sonrió él caminando hasta ella—. Mi nombre es Mofak.
—H-Hola.
—Me alegra mucho que hayas aceptado verme, estaba muy emocionado porque nos viéramos —sonrió suavemente—. Y... Luces muy bonita, mucho más de lo que había imaginado.
La puerta volvió a abrirse por segunda vez, y ésta vez fue Ezlang él que entró, luciendo serio, como siempre.
—El almuerzo está servido, andando.
—Hermano, no hacía falta que tú mismo fueras quien viniera a darnos el informe, pero gracias de todos modos.
Gala observó al rey, y su corazón nuevamente se alborotó dentro de su pecho, captando la atención del castaño.
—No, no hacía falta, pero quería comprobar yo mismo que todo estuviera bien —pronunció mirando a Gala.
Mofak observó a su hermano mayor y apretó la mandíbula, antes de colocarse frente a Gala, y captar su atención.
—¿Qué te parece si almorzamos en mi jardín personal? Creo que te gustará mucho pasar tiempo fuera de esta casa.
—C-Claro.
—No, la humana y tú vendrán al salón principal a almorzar —ordenó el rey con molestia—. Es un almuerzo de presentación.
—Gala, mi nombre es Gala, no humana —le dijo molesta, antes de volver su mirada a Mofak—. Y me encantaría ir contigo fuera de aquí. Podemos tener esta especie de almuerzo diplomático luego.
—De acuerdo —sonrió Mofak antes de extender su mano frente a ella, esperando que la tomara.
Gala observó a Ezlang, y ante la dura mirada de él, tomó la mano de Mofak.
—Andando entonces —sonrió el joven príncipe, pasando junto al rey sin mirarlo.
Ezlang los vio marcharse, apretando los dientes. ¿Lo estaba desafiando una vez más esa humana?
...
