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"—Espero que luego de darle un hijo a ese tal Mofak, tú cumplas con tu palabra y me dejes volver a mi hogar —masculló con rabia, soltándose de agarre para volver a la casa real."

—¿Puedo pedir algo, Tariel? —le inquirió a la joven sierva felina que siempre iba a llevarle sus alimentos.

—Por supuesto ¿Qué necesitas?

—¿El rey se encuentra en este momento aquí?

—No, el rey Ezlang en este momento está presenciando el entrenamiento de su hijo, el joven príncipe Tarek.

—¿Entrenamiento? ¿Le enseñan a pelear?

—Dentro de sus actividades como futuro rey, sí, están las prácticas de lucha.

—¿Y quién le enseña?

—No lo sé con exactitud, supongo que los guerreros de la guardia real, tal vez el comandante Tamak.

—¿Podría yo también aprender a pelear?

—¿Por qué tú querrías eso? —le inquirió con una suave sonrisa.

—Para aprender a defenderme.

Tariel observó a la castaña y entendió porqué lo decía. Le sonrió suavemente una vez más y asintió con la cabeza.

—De acuerdo, hablaré con el señor Ezlang.

—No, puedo hacerlo yo, llévame con él.

—Señorita Gala, para poder estar en presencia del rey, antes hay que-

—Vivo en su hogar, no necesito permisos —la interrumpió—. Llévame con él.

La joven felina pelirroja la miró insegura, y dejó de lado la bandeja que tenía en sus manos.

—De acuerdo, si tú lo dices.

***

Ezlang estaba sentado en una banca observando a Tarek entrenar con un guerrero, quien le estaba enseñando a defenderse de golpes bajos, cuando uno de sus guardias, se acercó a él.

—Señor, la humana y la sierva que está a su cargo, desean hablar con usted.

—Ahora no puedo, estoy con mi hijo.

—Lamento tener que molestarlo, pero ellas están aquí.

—Diles que cuando regrese a la casa, atenderé sus inquietudes.

—De acuerdo, señor —pronunció el muchacho haciendo una reverencia.

Ezlang continuó observando a Tarek pelear, cuando escuchó la voz de esa humana acercándose.

—¡Qué me sueltes! ¡Yo necesito hablar con él ahora!

El líder giró su cabeza hacia la derecha y vio a la castaña discutiendo con los guardias, que no la dejaban pasar. Serio, se puso de pie y fue hasta donde se encontraban.

—¿Qué es lo que ocurre?

—Mi señor, esta humana no entiende que aquí no puede estar, que está prohibido el paso a individuos ajenos a los guerreros o la familia real —explicó uno de sus soldados.

—Ezlang, necesito hablar contigo, por favor —le pidió suplicante, mirándolo a los ojos.

—Vuelve a tu habitación, cuando esté disponible, te escucharé.

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