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—¡Esos malditos hijos de putas son una plaga! Es increíble como se han reproducido como ratas —pronunció con asco el general, mientras caminaba acompañado de los demás guerreros, sacudiéndose el polvo y sangre que había por su cuerpo.

Ezlang ignoró lo que sus hombres venían hablando, y continuó limpiando con delicadeza el cuerpo maltratado y herido de Gala. Tenía muchas heridas por su piel, debido a las garras de esas bestias, y varios golpes que ya comenzaban a formar moretones.

Pero sin lugar a dudas, su zona más herida era la íntima.

—Ezlang ¿Qué tan mal está la humana? —preguntó un muchacho, llegando a él con una especie de bata hecha con hilos.

—Aún no despierta, está inconsciente —le dijo sin mirarlo—. Tiene su intimidad destrozada, he intentando detener la hemorragia con un trozo de tela hecho un ovillo, pero no sé si funcionará... Mofak la quería para reproducirse, y lo más seguro es que ya no pueda hacerlo.

—¿Tan grave es?

—Sí —gruñó, tomando la bata para colocársela.

—Esos malditos asquerosos deberían ser eliminados de la isla. Es increíble como se han multiplicado —pronunció con asco el joven guerrero.

—Cuando yo propuse acabar con su raza miserable, votaron en contra —les recordó el general, llegando hasta ellos—. Dijeron que era egoísta por querer acabar con su existencia de mierda, y aquí están las consecuencias... Afuera nos ven como salvajes, gracias a qué su primer encuentro, siempre es con los Clivents.

—Y es por la misma razón que no vamos a acabar con ellos —le dijo Ezlang tomando a Gala en brazos nuevamente—. Los humanos no deben tener contacto con nosotros, es mejor que sigan creyendo que somos bestias, o más aún, que no existimos.

—Este humano aún respira —pronunció otro muchacho, señalando el cuerpo que había traído—. El otro estaba muerto ya, pero este está vivo ¿Qué quiere que haga con él, rey Ezlang?

—Llévenlo hasta la costa donde tenían su campamento, quédense ocultos resguardando su vida hasta que los humanos lleguen por él.

—¿Y la humana?

—Le prometí a Mofak que se la llevaría y eso haré.

—Pero está muy herida, señor... Tal vez lo mejor sea dejarla allí, y que los medicos humanos la-

—No, irá a Tamak'Atak con nosotros.

***

Se despertó gritando, al sentir que todas esas manos asquerosas, esos gruñidos agudos y aliento caliente con olor inmundo, estaban nuevamente tocándola.

—Sh, sh, tranquila, estás a salvo.

Abrió los ojos y observó a esa mujer junto a ella. Debía medir como un metro setenta y cinco, de piel trigueña, cabello lacio y cobrizo, y unos hermosos ojos azules.

Ojos que estaban finalmente delineados de negro, haciendo su mirada aún más hipnótica.

Pero los ojos de Gala estaban en las orejas de la joven... Eran dos orejas de forma puntiaguda sobre su cabeza, orejas de alguna especie de felino, peluditas y con algunas manchas negras en su pelaje cobrizo.

—Esas bestias asquerosa ya no podrán hacerte daño, tranquila, estás a salvo aquí —le dijo en un tono suave.

Los ojos de Gala se cubrieron de lágrimas, y un llanto lastimero rompió su garganta, rompiendo a llorar de forma histérica, nerviosa, gritando.

—Demonios —gruñó la joven felina, antes de abandonar la habitación.

Pero no hizo más que salir, que chocó contra el cuerpo de su líder.

—Lo siento mucho, Rey Ezlang, no lo escuché del otro lado, y mi olfato no-

—No te disculpes, Taniet, está bien. Y por lo que escucho, la humana despertó.

—Aún está en shock ¿Y quién no lo estaría después de lo que le hicieron?

Ezlang abrió la puerta y vio a Gala sobre la cama, llorando mientras se arañaba la piel de sus brazos, de su abdomen y muslos.

—Ey, Ey ¿Qué crees que haces? Te estás lastimando aún más así.

—¡No! ¡Suéltame! ¡Suéltame! —lloró desesperada forcejeando, cuando él la tomó de las muñecas—. ¡Suéltame! ¡Ya no me hagan daño!... Por favor —lloró amargamente, dejando lentamente de pelear—. Y-Ya no más.

—No voy a hacerte daño —expresó con calma.

La soltó al ver que dejaba de forcejear y Gala se acostó de lado, sin dejar de llorar y temblar.

—¿Por qué vinieron aquí? ¿Nadie les advirtió lo que ocurriría si lo hacían?

—Fue mi culpa, todo fue mi culpa —sollozó—. Steven, Marco y Toby están ahora muertos por mi culpa, me... M-Me merezco todo lo que me hicieron.

Ezlang se sento en la silla que estaba junto a la cama, mirándola.

—Estás a salvo, aquí no podrán hacerte daño esas bestias, pero, a cambio de salvarte la vida, tú ahora debes hacer algo.

Gala levantó la cabeza y lo observó aturdida.

—¿Qué?

—Debes unirte a mi hermano Mofak.

...

MutansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora