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No hicieron más que llegar hasta una especie de aldea, cuando su jaula fue rodeada por unos veinte individuos de esa rara especie animal. Los gruñidos comenzaron a sonar, haciendo temblar a Gala.

Quién no pasó desapercibida por ninguno de los allí presentes, al contrario, las miradas estaban únicamente en ella.

—Mierda, Gala creo que ellos...

Los ojos de la castaña se abrieron con terror al entender lo que Marco estaba insinuando y negó con la cabeza, abrazándose a él mientras comenzaba a llorar.

—No me sueltes, por favor.

Una especie de sonido extraño comenzaron a proferir al ver que el muchacho la abrazaba. Al parecer, no les había gustado en lo más mínimo aquel gesto.

—C-Creo que ellos lo ven como una provocación —les murmuró Tobias.

Y antes de que alguno pudiese decir algo más, rompieron las sogas que sostenían la puerta de la jaula, y con violencia los sacaron de allí adentro. Gala gritó horrorizada cuando comenzaron a jalarla para separarla de Marco, quien en ningún momento se negó a soltarla.

Acto que se vio interrumpido cuando con un grueso tronco, golpearon su cabeza, noqueandolo.

—¡Marco! —gritó llorando aterrada, arrodillándose junto a él—. M-Marco, Dios mío, no- ¡Toby!

Sujetaron al rubio de ambos brazos, algo realmente innecesario ya que estaba atado, y le cortaron el cuello con una especie de daga, soltando su cuerpo que cayó de frente al suelo, cubriéndose de sangre rápidamente.

—¡No! ¡Toby! —lloró desesperada, arrastrándose a él, ya que tenía ambos brazos y piernas atadas—. Toby, no me dejes tu también, por favor.

Uno de ellos se acercó a ella y la tomó del cabello, obligándola a ponerse de pie.

—¡No! ¡Suéltame! ¡Déjame! —gritó llorando, sacudiéndose—. ¡Ya basta! ¡Alejate de mi!

La arrojó al suelo, y antes de poder reaccionar por el golpe, sintió como las manos de todos ellos comenzaron a tocarla, arrancándole la ropa.

—¡Suéltenme!

Uno de ellos le cubrió la boca, en un intento de ahogar sus gritos, y otro la sujetó de los brazos, para inmovilizarla.

Y aún con aquella mano peluda sobre su boca, Gala no dejó de gritar contra ella, llorando de forma histérica, sabiendo lo que vendría.

***

—Espere ¡Rey Ezlang! —gritó uno de sus guerreros al ver que el castaño salía corriendo en dirección hacia donde se habían escuchado los gritos de la humana.

Gritos que se habían dejado de oir unos minutos antes, haciendo perder la paciencia a Ezlang.

—Rápido, rodeen al rey —les ordenó el comandante, antes de salir todos detrás de él.

Ezlang rugió una sola vez, suficiente para advertirles que él ya estaba allí, y que no venía solo.

Corrió lo más rápido que sus largas y gruesas piernas se lo permitieron, encontrándose en cuestión de segundos con aquella escena que esperaba no ver... Pero sabía que ocurriría.

Sólo que había creído estúpidamente que llegaría antes.

Gruñó de rabia, arqueando sus dedos en forma de garras, y de sus dedos salieron filosas uñas, que no tardó en utilizar para desgarrar la carne de todo aquel que se abalanzó sobre él. Sus guerreros llegaron en ese momento, uniéndose a la pelea.

Los Clivents no eran fuertes, no eran altos, no tenían garras ni fuertes mandíbulas como ellos, pero utilizaban herramientas básicas como armas, y es por eso que debían tener cuidado que ninguna de ellas cortara o se clavara en alguna zona vital.

Y lo más importante, eran salvajes que los superaban en número.

—Rey Ezlang ¡Tome a la hembra y váyanse de aquí! —le gritó su comandante, peleando contra tres de esas criaturas.

—No voy a dejarlos —gruñó tomando a uno de la cabeza, antes de morder furiosamente su cuello, desprendiendo su cabeza de su cuerpo, con ayuda de sus garras.

—¡La humana está herida! Si no quiere que muera ¡Debe llevársela ahora! —le advirtió, ya que era el más cercano a ella.

Ezlang observó el cuerpo de la castaña y arrojó contra los troncos de los árboles cercano a todo aquel que se acercara a atacarlo, hasta llegar hasta ella.

Se arrodilló junto a Gala, y gruñó bajo, desviando la mirada al ver el estado de su cuerpo.

Habían llegado tarde... Quizás demasiado tarde.

—¡Llévesela ahora!

La tomó con cuidado por debajo de los muslos y por la espalda y su cabeza cayó hacia uno de los costados de su hombro. Ella estaba inconsciente. Con cuidado la apoyó contra su pecho, y salió entre sus guerreros, quienes lo protegieron en el camino hasta que saliera de la zona de pelea.

Tal vez todo había sido en vano.

...

MutansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora